"Lo llevaron alzado como un ave de augurios y lo sembraron en la tierra amorosa, donde la muerte cuida a los jóvenes. Cuando bajó, sollozaba profundo"
Eugenio Montejo, "Elegía a la muerte de mi hermano Ricardo"
Para Janet Frías, madre de Bassil Alejandro Dacosta Frías.
Todos los días mueren jóvenes en las calles de nuestro país. Es una verdad de Perogrullo hablar de la inseguridad en Venezuela y de su entrada, nada triunfal, en las estadísticas de las ciudades más inseguras del mundo, junto con Sao Paulo o Alepo -por razones diametralmente diferentes que no es nuestro interés explicar en esta nota-. Ahora bien, lo que sí quiero resaltar es que cuando en una nación empezamos a ver la muerte como una compañera de ruta que nos mira de soslayo para dictaminar si somos su próxima víctima y además, llegamos a agradecerle al perpetrador que nos haya atacado, que ese día no nos haya matado, estamos muy mal como sociedad. Hace justo un año, un motorizado me puso una 9 milímetros en la boca mientras me insultaba. Accionó el arma y milagrosamente de ella no salió la bala que me iba a robar la humanidad. Acto seguido, el atacante me tiró al suelo y me golpeó hasta dejarme privada en el suelo. Recuerdo que mientras se iba de parrillero en la moto con mi cartera y todo lo que llevaba dentro, yo agradecía a los dioses porque había vuelto a nacer y, en medio de mi dolor moral y físico, celebraba a quien me había dominado por haberme perdonado la vida. Nunca pensé que iba a sentir hasta simpatía por un hombre que me expuso al borde de la cornisa y que me golpeó como el lobo feroz.
Pero eso no le sucedió a Bassil Alejandro Dacosta Frías, joven de 23 años a quien el 12 de febrero de 2014, en una calle de La Candelaria, en Caracas, entre las 3:13 y 3:17 de la tarde, aproximadamente, una bala en la cabeza se lo llevó, ipso facto, al cielo de los muchachos que mueren por causas inexplicables. Así de estéril fue su muerte, como pensar en el sexo de los ángeles que suben rapidito al cielo cuando cae la tarde. Así de infructuosa fue su caída, como la de tantos venezolanos que murieron durante el año 2014 en medio de una gesta brutal, casi traída de la Edad del Hierro y reconocida como "Las guarimbas", y en la que miles de venezolanos participaron de una suerte de "purga" ciega que solo dejó destrucción moral y muertes. Lo demás es historia y cada uno de nosotros tendrá que hacer su propio acto de constricción; sí, al buen estilo del Concilio vaticano segundo, en el que Juan XXIII mandó a medio mundo a revisarse las vestiduras. Pero esa será otra parte de nuestra tragedia nacional que tocará subsanar.
Yo esta noche no voy a hablar de eso porque es sobre las causas inusuales de la muerte de Bassil sobre las que quiero ahondar; lo hago como un tributo a su vida, que debió ser hermosa, como la de cualquier muchacho de 23 años que sueña, ama y cree. Es sobre el asesinato de Bassil Alejandro sobre el cual voy a descender, porque sobre su muerte se ha tejido una media verdad que ha hecho un daño inestimable, no solo a su madre, demás familiares y amigos, sino a la dignidad de un país y sobre todo, sobre la credibilidad y solvencia de un organismo del Estado venezolano como el SEBIN, que jugó su nombre en una burda ruleta rusa que sí tenía todas las balas en el tambor de su revólver.
El asesinato de Bassil Dacosta ocurrió en circunstancias harto conocidas por muchos venezolanos. Acababa de culminar una manifestación en las adyacencias del Ministerio Público de nuestro país, liderada principalmente por el dirigente de oposición Leopoldo López, a quien por cierto, y en menos de lo que canta un azulejo, le endilgaron la autoría material e intelectual de ese vil asesinato; como si ese líder de Voluntad Popular tuviera el don de la ubicuidad para estar en varias partes a la vez: 1) dando un discurso; 2) planificando varios asesinatos y, 3) accionando el arma que le cegó la vida a Bassil esa tarde. Recuerdo que ese 12 de febrero de 2014 yo miraba por TV los hechos acaecidos en Caracas en tiempo real, así como uno mira los bombardeos de hospitales y escuelas en Alepo, descarnadamente, mientras prepara la cena. Recuerdo claramente al dirigente oficialista Diosdado Cabello, quien, desde la ciudad de La Victoria, en el estado Aragua y en la celebración del Día de la Juventud, se refirió al asesinato del líder del 23 de Enero, Juancho Montoya -otra de las víctimas que fue asesinada ese día junto con Bassil y el joven Roberto Redman- que la derecha venezolana era la responsable de esa muerte.
Su inculpación elocuente, sin ninguna base, retumbó en mis oídos porque en ese momento creí que el caso de Juancho Montoya había sido resuelto en tiempo record y lo que quedaba era verificar el castigo a los responsables. Cito parte de las declaraciones de Cabello por resultar, a la luz del esclarecimiento del asesinato de Bassil Dacosta, unas afirmaciones, producto, probablemente, de una emocionalidad que orientó el destino de muchos venezolanos. En su discurso, Cabello expresó sobre la muerte de Juan Montoya: "Un líder de los colectivos del 23 de Enero ha fallecido, asesinado por las hordas fascistas de la derecha venezolana. Lo estaban cazando, no tenemos ninguna duda de eso", aseguró Cabello en el acto, luego del discurso de la oradora de orden, la ministra para la Mujer, Andreína Tarazón… El diputado Cabello, también primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), después de llamar a la calma a los colectivos dijo que los responsables "van a caer, llámese como se llame". Acto seguido, el vocero del Poder Legislativo responsabilizó directamente a la diputada María Corina Machado (Independiente- Miranda) y el Coordinador Nacional de Voluntad Popular, Leopoldo López (http://www.elhorizontenew.com/cabello-pide-calma-a-los-grupos-del-23-de-enero/). Al respecto, El 12 de febrero de este año, el propio hermano de Juancho Montoya, Jonny Montoya se encargaría de disentir de esas afirmaciones: http://www.el-nacional.com/12F/Jonny-Montoya-Maduro-utilizando-Juancho_0_791921056.html
Así las cosas, y así la verdad en torno a estas tres muertes quedaron en un injusto limbo hasta el 21 de noviembre del presente año, fecha en que comenzaron las conclusiones del juicio realizado contra varios funcionarios del SEBIN y de otros funcionarios del Ejército, quienes para el momento del asesinato de Bassil Dacosta, eran escoltas del entonces Ministro del Interior, Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres (http://www.eluniversal.com/sucesos/140223/cicpc-identifico-a-implicados-en-muerte-de-bassil-dacosta). Durante el juicio se presentaron 133 medios y órdenes de pruebas, en las cuales la responsabilidad de los funcionarios señalados era evidente, tanto así, que el funcionario público acusador principal del caso, el Fiscal 138º, José Ernesto Ikovic, del Tribunal 27º de Juicio del Área Metropolitana de Caracas, actuó, esta vez de manera prístina, algo que agradecemos todos los venezolanos en nombre del tan mancillado Sistema Judicial venezolano. El veredicto: condena de 29 años y seis meses de prisión contra el comisario del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, José Ramón Perdomo Camacho, así como la condena a 6 años de prisión para el oficial de la Policía Nacional, Andry Yoswua Jaspe López. Fueron absueltos cinco funcionarios del SEBIN y uno del Ejército.
Sus abogados acusadores, los doctores Elenis Rodríguez y Joel García, respectivamente, se encargaron de hacer justicia en nombre de la memoria de Bassil, de su madre, de sus familiares y amigos, así como, simbólicamente, de otros casos que reposan en despachos de los tribunales venezolanos, como el de Juancho Montoya, precisamente. A estos profesionales del Derecho les damos las gracias por ser los coadyuvantes del desentrañamiento de una verdad necesaria para la familia de Bassil y para muchos de nosotros, los venezolanos de a pie que requerimos que la Justicia en Venezuela se ponga de nuevo la venda de la imparcialidad para que podamos hacer un cierre verosímil de todo lo vivido desde el 12 de febrero del 2014 hasta el presente.
No quisiera terminar esta nota sin dejar en el aire una pregunta que he hecho de manera pública en otras instancias: Si el Ministerio Público demostró, junto a los abogados acusadores del caso, que Bassil Dacosta fue asesinado por funcionarios del Estado venezolano ¿cómo queda la presunta autoría del líder opositor Leopoldo López en esa muerte? Si se demostró que su discurso del 12 de febrero de 2012 no fue un llamado expreso a la violencia, ¿por qué razón sigue privado de libertad?, ¿acaso hay nuevas pruebas que lo incriminen para mantenerlo preso? No sé, me pregunto yo como cualquier venezolana con sentido común, que no cesa de hallar contradicciones en todo este triste episodio que la historia de nuestro país no nos lo perdonará jamás por su realismo mágico decadente e infeliz.