A propósito del atentado al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro

Expreso y enfatizo, en forma pública, para que no quede duda de mi opinión, que nadie puede alegrarse del intento de asesinato de otro ser humano.

Seguramente la derecha venezolana, los opositores, se perderán en un cúmulo de tartajeos, hipos, bufidos, incoherencias, negaciones, descalificaciones, y no atinarán a encontrar el camino del buen comportamiento, del pensar con gentiliza y bondad, de cerrar filas en contra del comportamiento salvaje y violento de terroristas.

Una vez más (si actúan de esa forma escamoteadora) habrán perdido una ocasión excelente para mostrar al país y al mundo un comportamiento sano, civilizado, ecuánime, digno, humano.

En su sano juicio, toda persona sensible y virtuosa, lo que hace es lamentar el triste lance. Ese asunto, del actor venezolano: Franklin Virgüez (creo se llama así, no estoy seguro, disculpen) unido a otros opositores: Orlando Urdaneta, etcétera, que se alegran hasta lo indecible por este atentado, es un comportamiento lamentable pues destilan odio y rabia, imposturas, miserablezas que hablan muy, pero muy mal, de su maltrecha condición ética y moral.

Allá ellos y numerosas personas de ambos bandos políticos enfrentados con ese culto atolondrado al odio, a la violencia, que ciertamente se les revierte en amarguras; allá ellos que en vez de predicar la paz, pregonan la violencia, el odio, el desenfreno, la inmadurez, la impostura, la vulgaridad, el irrespeto del Otro que piensa distinto.

Ese es un mundo de caníbales, de desaforados y psicópatas políticos, de gente inmadura emocionalmente, que glorifican la muerte, el derramamiento de sangre, la vulgaridad, las groserías, la impostura en el cual no deseo ni quiero estar ni participar.

Nadie, pero nadie, queda sano y a salvo en una guerra de ojo por ojo, porque al final todo mundo quedará ciego. Y el camino cierto, no es la venganza, la vendetta, el tomar la justicia en la mano, ser juez y verdugo, aplicar la ley de Charles Lynch.

El camino es la paz con justicia: rigurosa, severa, inamovible. El camino es la compasión por el que sufre, la bondad y la gentileza, respetar al Otro y defender el ejercicio de sus derechos constitucionales. Vivir en un país de ciudadanos civilizados, trabajadores, pacíficos, tolerantes con el Otro.

Ya lo dijo en su momento el filósofo francés Albert Camus: "No es el odio lo que debe prevalecer sino la justicia fundada en la memoria".

El ejemplo lo tenemos los venezolanos en la histórica actuación del ex presidente africano Nelson Mandela, que padeció cárcel e injusticias enormes, y al final no solo perdonó a quienes lo ofendieron por tener el color de piel que tenía, sino que los convocó, unificó y lideró hasta hacer de Sudáfrica no la tierra de la discriminación racial y el apartheid que fue en su momento, sino que logró convertir, con el concurso de toda la población de blancos y negros, esa nación en la potencia mundial de progreso social y económico que es hoy.

¿Acaso los venezolanos no podemos trascender, dejar atrás hundido en el albañal, ese pueril y gastado, aburrido discurso del odio, la rabia acumulada, la venganza y la vendetta? ¿No podemos los venezolanos alejar de nosotros la rutina exasperante de la maldad, que solo desea destruir, matar, asesinar la vida y posesiones del Otro? ¿Podremos los venezolanos trascender hacia el comportamiento civilizado, humano, respetuoso del Otro, pleno en solidaridad y gentileza, entre nosotros? ¿Dejaremos, los venezolanos, de ser víctimas cada cierto tiempo de uno u otro bando enfrentado?

Venezuela es una tierra muy grande, y en ella entran todos los venezolanos. Respetar la letra de la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela, El Libro de Todos, debe ser la prioridad fundamental. Respetar el cómo se imparte justicia es importante, tiene prioridad. Pero deben existir liderazgos trascendentales, de parte y parte, en ambos polos políticos enfrentados, que se dediquen a construir ciudadanía, espacios culturales, donde pueda habitar la sana contradicción, la democracia cultural del protagonismo y la participación creadora, la democratización de los bienes y servicios de la cultura.

Ascender a una cultura de la excelencia, del trabajo bien realizado, de la competencia, la honestidad, el respeto del Otro. Porque el problema fundamental de la Venezuela actual es cultural y tiene que ver con desintegración de los valores de la cultura en Venezuela.

Una cultura institucional abierta a todos los venezolanos, con la participación de todos, en la construcción de ciudadanía por un país humano, respetuoso de la diversidad y pluralidad cultural del venezolano.

Igualmente la actuación de jueces y fiscales no puede ni debe estar teñida de visos políticos de vendetta, ni manipulación, no puede ser impartida por operadores políticos de nadie, de ningún partido ni grupo o personalidad, sino de la sabiduría, la erudición y la inteligencia del ejercicio del derecho como un riguroso humanismo; debe ser imparcial, neutra, ejemplar, plena en sabiduría, sino la anarquía nos devorará.

 



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José Canache La Rosa


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