"El país heredado por nosotros pertenece a las generaciones presente y futuras, y esto exige que se dé prioridad a los valores humanos generales. Debe reconocerse que cada pueblo tiene derecho a la vida, a la libertad, a la paz. Es indispensable renunciar al empleo de la fuerza y a la amenaza de emplearla. Debe respetarse el derecho de cada pueblo a elegir lo que le convenga: en lo social, lo político, lo ideológico. Debe rechazarse la política tendente a tener supremacía sobre otros. El pueblo de Bolívar quiere vivir en un país más seguro y más justo. El pueblo es digno de mejor suerte que la de ser rehén del horror de Estados Unidos y la desesperación. Es preciso cambiar la situación de Nuestra América creada y erigir un continente libre de la violencia y el odio, del miedo y los recelos".
La política asentada en la violencia y el temor, en la desigualdad y la opresión, en la discriminación racial y religiosa o por el color de la piel, son amorales e inadmisibles. Ellas aportan el espíritu de la intransigencia, tan dañina para los anhelos de los pueblos.
El entendimiento mutuo y la confianza deben sustituir al miedo, los recelos entre los países y entre los pueblos deforman la percepción del país real, engendran la tensión y, al fin y al cabo, perjudican a todos pueblos del continente.
Todos los países de Nuestra América deben trabajar juntos para resolver los problemas candentes y colaborar en la esfera de la cultura, el arte, la ciencia. La instrucción y la medicina del pueblo en todos los órdenes.
—Es preciso encontrar solución a problemas, tales como el alimentario, la alfabetización, la conservación del medio ambiente, mediante un empleo racional de los recursos de la Tierra.
La lucha de clases sin fraternidad hace que la izquierda se parezca demasiado a los que quiere combatir, igual que la fraternidad sin enemigos es una nota sin instrumento (fraternidad no es confraternización, dar por inexistentes los conflictos, sino todo lo contrario). Sin saber quién nos daña, no encontramos solución. Nosotros debemos con toda firmeza a las acciones destructoras y aventureras de EE.UU. No se puede permitir que el imperialismo norteamericano decida a su antojo la suerte de Nuestra América.
La estructuración de Nuestra América libre de la violencia exige la reconstrucción revolucionaria de la mente humana, exige educar a los pueblos en el espíritu de paz, respeto mutuo y tolerancia. Se debe prohibir la propaganda de la guerra, del odio y de la violencia y renunciar a los clichés de pensar que otros países y pueblos son enemigos.
—Estados Unidos, para controlar los medios de comunicación:
Tener control sobre el director del medio o de las agencias de noticias. El asesinato selectivo de periodistas en lugares concretos (México, Colombia, Santiago de Chile, El Salvador, Honduras, etcétera.) manda una señal al conjunto del gremio y del pueblo por si no basta n las advertencias previas. Desde esa mezcla de corrupción, coerción y redes clientelares, ese ejército, coordinado porque sabe lo que se espera de ellos, se sincroniza silenciosamente sin órdenes y multiplica las mismas columnas de opinión. Es un lugar común ver a periodistas con más experiencia justificar desde posiciones cínicas la interiorización de ese comportamiento.
Por último, el auge de las universidades públicas, privadas y la privatización de la educación marcan también una selectividad que hace del conocimiento una herramienta privilegiada disciplinar en la gubernamentalizad neoliberal. El big data ha entregado la posibilidad de esconder la búsqueda invariable de dinero a través de la utilización de las debilidades, miedos, esperanzas y deseos de las mayorías.