El eterno extranjero: un viaje a través de la xenofobia en occidente

La Antigua Grecia, cuna de la democracia y el pensamiento filosófico, consideraba bárbaros a todos aquellos que no compartían su lengua y cultura. Aristóteles, con su lógica inapelable, justificaba la esclavitud de los no helenos al considerarlos naturalmente inferiores. Roma, aunque más cosmopolita, también estableció fronteras entre ciudadanos y extranjeros, reservando los privilegios de la ciudadanía para unos pocos, a pesar de que su imperio se edificó sobre la asimilación de los pueblos conquistados.

La Edad Media europea erigió su rechazo en términos religiosos. Los judíos, dispersos por el continente, fueron el chivo expiatorio de crisis económicas y epidemias, culpados de envenenar pozos o de conspirar en las sombras contra la cristiandad. Expulsados de España en 1492, de Inglaterra en 1290, de Francia en 1394, su presencia errante reforzaba el mito del extranjero como una amenaza para la estabilidad del orden social.

La modernidad trajo consigo nuevas formas de xenofobia, revestidas de discurso científico. El siglo XIX, con su fervor nacionalista y su obsesión por la clasificación racial, legitimó la exclusión de los otros a través de teorías que justificaban la superioridad de unos pueblos sobre otros. En Estados Unidos, la llegada masiva de irlandeses y luego de italianos y judíos a finales del siglo XIX generó oleadas de discriminación. Las leyes de exclusión china de 1882 y la cuota de inmigración de 1924 cristalizaron en legislación el miedo al extranjero como una amenaza a la pureza americana.

Pero nada igualó la violencia de la xenofobia del siglo XX. La Alemania nazi elevó la aversión al extranjero a un nivel de exterminio sistemático, erradicando judíos, gitanos y otros grupos considerados impuros en un delirio genocida sin precedentes. A su vez, la Sudáfrica del apartheid institucionalizó la separación racial, justificando la supremacía blanca con una racionalidad perversa.

 Y así llegamos al siglo XXI, con la creencia ingenua de que el mundo había aprendido la lección. Sin embargo, el miedo al extranjero sigue siendo una sombra que acecha a las sociedades modernas. La crisis migratoria en Europa ha despertado en algunos sectores el fantasma del ultranacionalismo, con partidos como Agrupación Nacional en Francia, Alternativa para Alemania, Ley y Justicia en Polonia y Vox en España promoviendo políticas restrictivas contra la inmigración y la prohibición del ingreso de refugiados. Mientras tanto, en Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump (I y II), se han establecido políticas que criminalizan la inmigración de manera abierta. Desde la construcción de un muro en la frontera con México hasta la prohibición de entrada a ciudadanos de países latinoamericanos y musulmanes, el discurso antiinmigrante se convirtió en una herramienta de movilización política.

La eliminación del Estatus de Protección Temporal (TPS) para los venezolanos, y el parole humanitario bajo la administración Trump representa otro capítulo en la política de exclusión sistemática de extranjeros. 

Esta medida no es aislada, sino parte de una tendencia más amplia de criminalización del migrante, intensificada con redadas masivas, detenciones prolongadas en condiciones infrahumanas y la separación de familias en la frontera. La retórica del "extranjero peligroso" ha servido como una herramienta política efectiva a los trumpistas republicanos, apelando a los temores más primitivos de una nación que, paradójicamente, se construyó con el esfuerzo de inmigrantes.

¿Qué nos lleva a temer al extranjero? ¿Es la competencia económica, el choque cultural o simplemente el miedo ancestral a lo desconocido? Quizá la respuesta radique en nuestra incapacidad de reconocernos en el otro, de ver en su búsqueda de un hogar la misma necesidad que ha movido a los pueblos a lo largo de la historia. Tal vez la única manera de superar este ciclo de rechazo y exclusión sea aceptar que, en el fondo, todos somos extranjeros en algún lugar, en algún momento, en algún punto de la historia.

 


Esta nota ha sido leída aproximadamente 625 veces.



Daniel Lanza

Licenciado en Educación. Doctor en Ciencias Pedagógicas.

 danielnupen99@gmail.com

Visite el perfil de Daniel Lanza para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: