Honduras: El rostro enmascarado de la dictadura

El rostro enmascarado de la dictadura hondureña
Credito: 21st Century Socialism

Era una soleada tarde de viernes en Honduras, cuando me encontré cara a cara con encapuchados fuertemente armados del gobierno de facto.

Viajaba en una caravana de 60 carros y autobuses que se dirigían a la frontera con Nicaragua. En el grupo se encontraba la Primera Dama legítima de Honduras, Xiomara Castro, junto a sus familiares, todos esperaban reunirse con Manuel Zelaya.

El mes pasado, Zelaya fue secuestrado por el ejército y expulsado de su país, el día de los hechos que estoy relatando, Zelaya tenía la certeza de que reingresaría a su país, donde miles de seguidores le esperaban para saludarlo y protejerlo.

Antes del mediodía, el golpista Micheletti anunciaba un toque de queda, su intención era la de dar legalidad a lo que estuvieron haciendo durante toda la mañana, impedir la libre circulación de los ciudadanos.

Escuchamos el anuncio de Micheletti por Radio Globo Honduras, una de las dos radios que todavía desafían al gobierno de facto. Teníamos dos opciones, una era dar la vuelta y regresar a la capital, la otra, seguir hacia la frontera desafiando a los militares, optamos por la segunda.

Al acercarnos a lo que fuera el primero de una serie de bloqueos o alcabalas de carretera, fui testigo de como los militares paraban los autobuses bajando a todos los ocupantes para que continuaran su camino, a casa o la frontera, a pie.

Las alcabalas militares constaban de un camión atravesado en el camino, acompañados por una docena de soldados con su respectivo oficial de comando, con cara de avergonzado. Pasados 30 minutos de una negociación estéril, el conductor del auto delante del nuestro se la jugó, comenzó a avanzar bordeando el bloqueo. Cuatro soldados se plantaron frente al auto y apuntaron sus armas, luego se movieron a un lado y lo dejaron pasar. Lo seguimos, así hizo el resto de la caravana.

Esta batalla de nervios continuó, alcabala tras alcabala. Cada vez desafíabamos a los militares a que nos disparasen, ninguno se atrevió a hacerlo, quizá desobediendo órdenes. Fue así como, poquito a poco, nos acercamos a la frontera, aupados por familias enteras, campesinos que nos saludaban a nuestro paso.

Cuando ya parecía que íbamos a llegar a nuestro destino, las cosas cambiaron de rumbo. A la caravana se le sumaron dos camiones repletos de hombres armados y enmascarados, apenas se veían sus ojos bajo las capuchas, además llevaban uniforme policial.

Grabé en una cinta mi descripción de lo que ocurrió después (me temblaba la voz):
“Es una escena increíble. Hay 123..ocho policías, con rifles y todos llevan balaclavas, estoy frente a ellos. Hay vehículos policiales a mi izquierda, y un gran camión del ejército frente a mí. Voy a caminar tan lejos como pueda hacia el puesto de control aquí...ahora me encuentro frente al puesto de control, veo un grupo de militares con cascos y llevan escudos anti motines. La esposa del presidente los está afrontando, está parada frente a una línea de policías armados. Tienen sus garrotes y peinillas listos para atacarnos...han levantado los garrotes.

La multitud está cantando. La esposa de Zelaya está al teléfono, quizá habla con él, quizá con medios internacionales. La línea de los antimotines con sus garrotes alzados está apenas a unos metros de donde nos encontramos...esta es una manifestación pacífica. Me voy replegando porque los militares se están dispersando en los alrededores, ubicando posiciones de ataque, rodeándonos. Es una situación muy peligrosa”.

Luego, vimos a 3 francotiradores ubicados en lo alto de una colina a nuestra derecha, se movían como hormigas, uno tenía una camisa blanca, el otro una verde militar.

Gracias a la providencia, ninguno de nosotros fue herido de bala, quizá fue la presencia de la Primera Dama lo que nos protegió. Otros no corrieron la misma suerte. El 24 de julio, varias organizaciones de derechos humanos reportaron la muerte de siete opositores al gobierno de facto, además de dos desaparecidos, desde el día del golpe de estado el 28 de junio, aunque la cifra real es mayor de seguro.

Regresé a la capital en carro, el viernes por la noche durante el toque de queda. Justo al amanecer, el cuerpo de Pedro Magdiel Muñoz Salvador, de 23 años, apareció donde lo dejaron, a 400 metros de una de las alcabalas. El cuerpo sin vida del opositor al gobierno de facto, presentaba varias puñaladas y evidencia de haber sido torturado.

El resto del grupo fue detenido por los militares, sin comida, agua o techo. Hay varios enfermos, pero el ejército prohíbe que pase la Cruz Roja.

No todos en Honduras están contra el golpe. Las clases alta y media alta, que se hacen llamar “la sociedad civil”, manifiestan su apoyo a los golpistas. Cuando asistí a una de las manifestaciones de “los golpistas”, me dijeron que no había represión en Honduras. Ahora sé que eso no es cierto.

Los hondureños están siendo intimidados, arrestados, asesinados. La censura de los medios es casi absoluta. Obama dice que está contra el golpe, pero aún no ha sido capaz de declararlo como un “golpe militar”. Si lo hiciese, la ley estadounidense dice que se debe detener todo el apoyo militar y económico. A pesar de que la administración Obama no reconoce al gobierno golpista, así como la declaración de que Manuel Zelaya sigue siendo el presidente legítimo, Hillary Clinton y el Departamento de Estado han dejado bien claro que se oponen a los esfuerzos de Zelaya por retornar a su país.

El sábado por la mañana, un periódico golpista hondureño anunciaba triunfalmente la declaración de Clinton, en la cual calificaba el intento de retorno de Zelaya como una provocación.

El gobierno de facto de Honduras sobrevive gracias a la equivocación de Estados Unidos. Para acabar con un golpe de estado, la administración Obama sólo tendría que hacer dos declaraciones públicas. Una, que toda la ayuda militar y económica hacia el país queda suspendida, y la otra que Estados Unidos de su apoyo logístico e incondicional al retorno inmediato de Manuel Zelaya a su país, y a su cargo presidencial.

Si Obama toma estas acciones, la dictadura hondureña caerá en un día. Ya es momento de que lo haga.


*traducción de Coromoto Jaraba



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