Ya me había dado mala espina por el sombrerito y la guitarra, más los bigotes atusados. Tampoco me gustó lo de la frontera cuando levantó una cadena y “entró” a Honduras; el héroe dio dos pasos hacia delante y se devolvió con la rapidez que dicta el pánico cuando vio a dos policías. “Este hombre es correlón”, pensé, y desde entonces no me gustó Zelaya.
Sin embargo, bueno, a uno tampoco le gusta la derecha y repudié el golpe. Micheletti –de quien ya nadie se acuerda al punto que no se si son dos “t” o una sola- se salió con la suya. Derrocó al gobierno de su país y ahora me entero que bien derrocado quedó. Por negociación de Lobo, Santos y Chávez -¿en verdad Chávez está de acuerdo con esto?- el presidente depuesto retornó a Honduras a cambio del reingreso de ese país a la O.E.A. ¿Pero no i que la O.E.A. no sirve para nada? ¿Entonces por qué es importante para las revoluciones propiciar ese reingreso? Por otra parte, ¿esta “readmisión” por parte del supra organismo no legitima el golpe de estado al que nos opusimos? Para mi asombro veo por Telesur que el regreso de Zelaya a Tegucigalpa, con la guitarra entre las piernas, “es una conquista revolucionaria”. Les digo una cosa: yo no se en qué revolución estoy yo.
Añádase a lo anterior - que es lo último que ha ocurrido puesto que lo estoy viendo en este momento por TV- la previa entrega de un periodista de izquierda a los oligarcas de Colombia; el desconocimiento de una organización para la que se había pedido reconocimiento -nunca he estado de acuerdo con ella, pero tampoco jamás pedí que se le reconociera-; y la tibieza con la que las “masas revolucionarias venezolanas” han respondido a las sanciones contra su más importante industria. ¿Y el partido revolucionario que las lidera? ¿Ocupado con las encuestas electorales? ¿O explicando al pueblo por qué las promesas no se cumplen? Seguramente se contentará el PSUV con una concentración en una plaza y un par de malos discursos dichos por oradores que no tienen oratoria. Con razón Zelaya es un héroe ahora. Por eso me resuena en los oídos las risotadas de Micheletti, Santos y otros, incluido uno de mis hermanos con quien tanto polemicé. Excúsame, Roberto, el hombre en realidad es un bolsa.
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