Es una lástima que las críticas de algunos sectores de la izquierda, que se han publicado en
relación al proceso de mediación iniciado en Cartagena de Indias, en busca de
salidas a la crisis hondureña, no han sido planteadas de modo que se produzca
pensamiento crítico o revolucionario, sino que se ha generado el debate con
argumentos que más bien parecen intereses de grupos específicos. Un ejemplo es el tan llevado debate entre
“refundacionistas” y “electoreros”, el que careció siempre de sustancia y al
final cada quien sacó una conclusión a su conveniencia. Así, por ejemplo, se
plantea el auto convocatorio como una idea casi exclusivamente defendida por
los amigos “refundacionistas”, a lo que añaden una tesis visceral sobre el
carácter traidor de los electoreros que prefieren una Asamblea Nacional
Constituyente de la oligarquía.
Como se puede notar en el párrafo anterior el problema
de fondo no es teórico, pues toda la estructura de pensamiento carece de
fundamento. La auto convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, presume
encontrar un mecanismo que nos lleve, en última instancia, a hacer uso de un
mecanismo del Estado burgués para reconstruir el sistema, esa es la finalidad
de las Asambleas Constituyentes, que son parte integral del derecho, de la
superestructura burguesa. Esto nos lleva a que ambos grupos, si es que existen
como tales, persiguen un mismo fin, y la diferencia que mantienen entre ellos
tiene un motivo diferente a la mera definición conceptual.
En algún momento se ha dicho, en defensa de la tesis
del camino auto convocado, que lo que tenemos en frente es una lucha de clases
y no una lucha electoral. Nuevamente, la afirmación “enriquece” la discusión,
pero no aporta nada a la construcción de teoría revolucionaria al meter en el
mismo cajón dos conceptos que no tienen nada que ver uno con el otro. Mientras
la lucha de clases define el curso de la historia (el rigor del análisis
dialectico no es parte del fin de este escrito), la lucha electoral es
solamente un mecanismo de dominación de la clase dominante para preservar el
sistema; sin embargo, la experiencia de las democracias populares demuestra que
las elecciones burguesas son también un camino valido para que la clase
trabajadora busque y obtenga el poder político de una nación. También, las
sociedades socialistas, tanto en los experimentos fallidos del socialismo real,
como la nueva tendencia de democracias socialistas, y Cuba hacen uso de
procesos electorales para definir sus estructuras de gobierno. El problema
entonces no son las elecciones, es quienes y como participan en ellas.
Este debate, además de estéril, como les decía, ha servido últimamente para reflexiones
alrededor del proceso de mediación iniciado por las repúblicas de Colombia y
Venezuela, criticas nada constructivas que, desafortunadamente, han estado orientadas a desvincular ese proceso de
las decisiones tomadas por la Asamblea del Frente Nacional de Resistencia
Popular en febrero de este año. Se habla
de tal forma que se pretende que la dirigencia del frente, involucrada en este
proceso, está violando lo estipulado en esa asamblea, y que, ante esta actitud
el frente se encuentra perdido. Dos cosas son tendenciosas y perturbadoras en
estos análisis; su afirmación de que el
coordinador y sub coordinador actúan contra los intereses del frente, y que los
mismos están contraviniendo el acuerdo de auto convocatoria.
Parece que a propósito quieren desconocer que el
millón 400 mil firmas, recolectadas en 2010, es un mandato del pueblo en
ejercicio de su soberanía y concretamente establece como demandas específicas el
retorno y Asamblea Nacional Constituyente, obligando a cualquier instancia del
frente a luchar por estas dos exigencias.
Las condiciones planteadas al régimen de Porfirio Lobo
Sosa, dadas a conocer al pueblo de Honduras por los medios de comunicación, se
centran en cuatro aspectos esenciales que están en consonancia con las actas
soberanas y las resoluciones de la asamblea del 26 de febrero a) La convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente originaria; b) El retorno de los exiliados, incluido el
coordinador general; c) El respeto a los derechos humanos incluyendo tema
justicia y; d) Reconocimiento del Frente Nacional de Resistencia Popular como
organismo político. Por ninguna parte es posible visualizar la traición de la
que han hablado con vehemencia algunos escritos; todo luce exactamente dentro
de las decisiones adoptadas por la asamblea. Nos encontramos entonces en un
problema motivado por otras razones; de estas condiciones la única que parece
propicia para crear debate dentro del frente es justamente la inscripción, y
eso no está divorciado de las pretensiones del mismo, pues de lo que se habló
siempre fue de participar si se cumplían condiciones.
Objetivamente el proceso de reconciliación, pasa por el
retorno al orden democrático y es una salida necesaria a una crisis en la que los más afectados siguen siendo los
mismos de siempre. Además, no existe una diferenciación entre el hambre que
sufre un miembro de la resistencia y un miembro de los partidos de derecha. Es
absurdo pretender que ahora estamos divididos entre pobres y ricos, de ser así,
hace rato habríamos tenido la posibilidad de vencer al régimen. La nueva
sociedad que podamos construir debe tener como propósito fundamental garantizar
el bienestar de todos y todas, indistintamente de lo que piensen. Claro la
oligarquía, los grupos facticos son otra cosa, pero no estamos aquí hablando de
fundar un nuevo estado lleno solo de nuestros propios consensos.
La idea de que estamos en una vía insurreccional es
discutible por muchas razones, la principal es que aún no hemos sido capaces de
dar vida orgánica a toda la gente opuesta a las arbitrariedades del régimen.
Las condiciones que se han presentado muestran mejor organización, pero es
evidente que mientras no seamos una organización bien definida, con ideas
propias, y con profundas diferencias originadas en nuestros intereses, no
estaremos en capacidad de dirigir al pueblo a ningún lado. Abrigar la idea de
que en el corto plazo podemos desafiar el poder del imperio y de las fuerzas
represivas locales, y derrotarles es ingenuo o malintencionado, prefiero creer
lo primero.
Si bien es cierto que el imperio debe estar al tanto
de todo este movimiento diplomático, esto no quiere decir que abordar el asunto,
como lo han hecho el presidente de Venezuela en reunión con los dirigentes del FNRP sea un acto torpe o vil,
por el contrario, la exploración de una salida acordada al conflicto es la
acción más responsable que pueden adoptar; lo sabemos todos, incluso quienes
han escrito contra esto. Nuestra preocupación por la posibilidad de una
“celada” yankee no debe superponerse sobre nuestro propósito concreto; es decir
que sea una trampa no quiere decir que vamos a caer en ella, aunque si podemos
buscar quedarnos con la carnada.
El ganador de este proceso será aquel que tenga más
claros sus objetivos de corto o mediano plazo, y actué con inteligencia, llegando a una mesa
de negociación sin que ninguna de las partes ponga una pistola en la cabeza del
otro; rechazar la opción ahora mismo
equivale a decir que aceptamos que el régimen y la oligarquía, estén
indefinidamente llevando adelante todos sus planes; significa renunciar a
nuestro papel protagónico como pueblo en la resolución de nuestra historia. Si
creemos que la derecha y el imperio son seguros ganadores, incluso antes de
conocer en detalle lo que está sucediendo, habla muy mal de nuestras propias
convicciones, y nos encasilla en una posición que más temprano que tarde será
considerada como un acto de intransigencia, aun por nuestros aliados.
Es evidente que la asamblea no decidió en ningún
momento rechazar una mediación, simplemente porque nunca la consideró como una
posibilidad. Esa asamblea estableció criterios de como participar y esas
resoluciones están escritas y al final no deben provocar confusiones. La falta de estudio y formulación de conceptos nos hacen
caer en muchas incoherencias, y en enfoques reducidos e inconsistentes de la
realidad. En el caso de lo actuado por el coordinador y el sub coordinador,
debería dárseles un voto de confianza sobre sus actos, a final de cuentas ellos
no pueden tomar decisiones en contra de la voluntad del pueblo, es impensable.
La izquierda hondureña no debe jugar al infantilismo,
y aprender a ser consecuentes con la lucha del pueblo, deduciendo que no
estamos solos en el teatro de operaciones, que existe un adversario, al que
tenemos acostumbrado a darle la espalda para que haga lo que le plazca,
perdidos en un ir y venir permanente de quejas contra el sistema, sin opción de
cambiarlo. Nuestra posición debe estar intrínsecamente ligada en avanzar en la
búsqueda de resultados, Mientras llegan más informes, seamos sensatos, la
discreción y agilidad de nuestros dirigentes es ahora más importante que
nuestras disputas, está en juego un momento histórico definitorio para Honduras