El escritor hondureño Julio Escoto participó en el II Congreso Centroamericano de Estudios Culturales realizado del 22 al 24 de julio, en San José, Costa Rica, luego de que la crisis política y social desatada en Honduras tras el golpe de estado del 28 de junio impidió que se llevara a cabo en Tegucigalpa, donde originalmente estaba programado.
En un acto dedicado el tema del golpe, Escoto explicó que las razones del golpe están en una serie de reformas que impulsó el Zelaya y que tocaban grandes intereses, pero que no consideraba que existiera un interés real por reelegirse.
Autor de obras como El árbol de los pañuelos, Madrugada, Bajo el
almendro… junto al volcán, El ojo santo, El general Morazán marcha a
batallar desde la muerte, entre otras, Julio Escoto cultiva el verso,
la narrativa y el ensayo y ha logrado fungir como enlace de varias
generaciones de escritores de Honduras y Centroamérica, al ser un autor
en constante búsqueda e inquietud productiva.
En esta breve
entrevista conversa acerca del tema prioritario que es la actual crisis
política en su país que repercute en todo el continente y de la cual es
un atinado analista, pero también de esa posición como autor de dos
generaciones cambiantes en Honduras.
¿Cómo valora las heridas que deja ya este proceso Honduras desde el golpe de Estado del 28 de junio?
- Con mucha preocupación porque se fragmenta y polariza. Desde los
años 1910 a 1915, cuando se fundaron orgánicamente los dos mayores
partidos políticos, en el país se estableció una división entre los dos
caracteres, el nacionalista conservador y el liberal, un poco más
reformista. Pero, con el paso de los años, esas divisiones fueron
teniendo aristas un poco redondeadas, es decir la gente aprendió a
vivir con esa división porque cuando se mejoró el sistema del sufragio,
ya se pudo votar por uno y desechar, alternativamente. Esa división
pudo ser manejable en la vida moderna del hondureño. Lo que ocurrió
ahora abrió una zanja que no habíamos previsto; la habíamos visto en
1963 cuando se dio un golpe de Estado contra Ramón Villeda Morales,
entonces la división provino entre golpistas militares y el resto de la
sociedad. Pero ahora el golpe fue dado por el mismo partido político
del presidente, por una gran división interna del partido Liberal.
Además, el Partido Nacional, de oposición, se
unió al golpe, pero algunos de ellos han renunciado a apoyarlo con lo
que tiene su propia división. Por otro lado está la gran división en
torno al retorno de Manuel Zelaya o no, porque es un proyecto político,
aunque sea pequeño, el del presidente mismo, que ahonda una división
todavía mayor. Se ha llegado ya a hablar de riesgo de guerra civil, que
sería algo tajante en la historia. Sea cual sea la solución que se
encuentre va a dejar heridas extensas. Si se resuelve por vía pacífica
o no violenta, que es lo que todos deseamos, es probable que las
próximas elecciones del 29 de noviembre contribuyan a suavizar un poco
la división, porque la gente se va a interesar en le proceso puramente
electoral. Pero si ocurriera un derramamiento de sangre la división
sería mucho más prolongada y terrible.
¿Pero siempre pasaría por un gobierno de transición como se ha sugerido en el proceso de negociación?
- No creo. Tiene escasas posibilidades un gobierno de transición que
no comprenda la restitución del presidente. Cualquier solución que se
diera sin esa restitución sería una validación del golpe y lo que
estamos tratando es que no se valide de ninguna manera, no queremos ser
el primer país del mundo en el siglo XXI con un golpe de Estado y que
además lo tolera. No queremos aparecer en el récord Guinness de la
maldad.
Yo hablo con todo tipo de gente en Honduras y nadie quiere
que se nos vea como un pueblo que aceptó que se le modificara una forma
de vida que pacíficamente había aceptado o que hemos vuelto a las
cavernas y que los gorilas salieron de la jaula. Cómo lograrlo sin que
haya muertes es la gran preocupación. Hay negociaciones públicas y tras
bambalinas: las promovidas por la OEA, las impulsadas por el
Departamento de Estado de Estados Unidos, con Oscar Arias como mediador
e incluso las del exministro de defensa hondureño y designado
vicepresidente, Arístides Mejía, directamente con las Fuerzas Armadas.
Todas se orientan hacia hacerlo por la paz.
¿Qué pasará después, aún con la eventual restitución del presidente, porque él no tiene partido, ni siquiera candidato para las elecciones de noviembre?
- Sí el presidente Zelaya no va a tener mucho margen de acción. Esa
es la razón por la cual en la última propuesta de Arias que Zelaya
aceptó, renuncia a plantear el tema de la cuarta urna ni de la
convocatoria a la constituyente, porque se da cuenta de que ese fue un
punto muy fuerte de división en la sociedad y que fue uno de los
motivos, quizás el más público, por los cuales se dio el golpe.
Zelaya
no tendrá una gran capacidad de maniobra, lo único que podrá es quedar
en la historia como el presidente que fue restituido por el pueblo, que
se bañó en multitudes, que el pueblo lo regresó al solio presidencial,
como el presidente que planteó la necesidad de cambios en el país para
modernizarlo o instar a la sociedad civil que sea ella la que plantee
la convocatoria a una constituyente sin que él intervenga.. Creo que él
se preocupa por su imagen histórica y trataría de entregar el poder de
una forma legal y pacífica tal como está establecido en la Constitución.
En estos cinco o seis meses
que le quedarían en el gobierno, con esos “méritos” de haber sido
devuelto por el pueblo, volver a lanzarse a la política en una ocasión
posterior pero ya no desde la presidencia sino desde la llanura.
Desarrollar su proyecto político.
Pero eso tomaría tiempo mientras la sociedad hondureña sigue polarizada.
- Sí y creo que él lo sabe. No puede regresar el poder una vez
dejada la presidencia porque no hay reelección ni inmediata ni alterna
a menos que más adelante se modifique la Constitución. Pero también
está otro aspecto que no se visualiza en el exterior, que es el
liderazgo del partido Liberal.
Mel Zelaya llega al poder mediante
una coalición de pequeñas fuerzas liberales dentro de las cuales está
la Izquierda Democrática, el M líder etc, que lo impulsan para que
llegue frente a la presidencia en contra de los caudillos tradicionales
del Partido Liberal como Carlos Flores y Pineda Ponce, quienes lo han
manejado tradicionalmente. Se presume que el viejo líder Carlos Flores,
quien fue presidente de la República, maquinó el golpe con Micheletti.
Suponemos que Mel Zelaya intentaría conquistar el Partido Liberal desde
dentro y desde la llanura en contra de liderazgos viejos como el de
Flores o Pineda Ponce.
¿Y cómo quedaría el ejército tras todo esto?
- No lo visualizo bien. Ellos acaban de probar otra vez, tras catorce años de buen sometimiento a la civilidad, el dulce del poder y de ser árbitros de una situación histórica. Pero suponemos que si esta generación que está en la cúpula desaparece y entran las nuevas generaciones jóvenes que están entre los 30 y 35 años, puede haber otro tipo de mentalidad y retornar a esa conducta de apoyo a los proyectos sociales. Se trata de sencillos proyectos sociales. Para decirlo con más claridad, por ejemplo, desde 1995, cuando se elimina el cargo de Jefe de las Fuerzas Armadas para un militar y se le pasa al presidente de la República y se elimina el servicio militar obligatorio y se pasa al electivo, en estos catorce años el ejército se ha comportado con una gran dignidad: nos ha ayudado a combatir incendios forestales, en los terremotos, con el huracán Mitch, ha llevado y asegurado las urnas durante los procesos electorales, y particularmente durante las inundaciones su ayuda ha sido extraordinaria, o sea, se ha ganado incluso un respeto de parte de la población. Habría que ver si después de esta experiencia ellos vuelven a ser lo que venían siendo o si es inevitable que queden viciados.
¿Y permanecerían como una sombra detrás del poder?
- Durante algunos años creo que, como en muchos países de América, va a quedar el temor de que esa sombra reviva y cobre fuerza.
No podemos dejar de hablar de literatura. Ud es una figura que de alguna manera enlaza dos generaciones de escritores en Honduras ¿cómo se ve, es una transición de la vieja guardia?
- Bueno, a las viejas guardias se les llama por dos acepciones: una por edad, porque pertenecen a una generación previa y asentaron un tipo de criterio en la construcción literaria; la otra porque se petrifican dentro de posiciones estéticas, técnicas, temáticas, etc., y en Centroamérica hay muchos que se anclaron ahí y no quieren salir de eso. En mi caso, y no es que pretenda darme méritos, una de mis ambiciones es siempre buscar la innovación. En la propuesta de temas y técnicas nuevas, en estéticas renovadoras quiero estar siempre pensando. Me siento a veces como una especie de puente entre escritores mayores de 60 años y algunos jóvenes que empiezan.
¿Cuáles son sus interlocutores?
- Curiosamente mayoritariamente son jóvenes, con los que converso e intento ayudar incluso a que publiquen sus libros porque soy editor también. Los apoyo siempre que sea su primer libro, ya para el segundo que se las arreglen como puedan. Me interesa apoyar ese primer libro. De manera que tengo mucho contacto con jóvenes y eso me rejuvenece, es indispensable para mí, para aproximarme a una realidad presente de la que quiero escribir y conocer el lenguaje que es la manifestación de una visión de mundo.
¿Y con otros autores de Centroamérica?
- No, casi no. Lo que pasa es que Centroamérica continúa balcanizada, dividida por fronteras artificiales, dentro de las cuales creo que Honduras tiene las más altas. Eso no es nuevo, Honduras ha sido históricamente uno de lo países menos comunicativos con el resto del mundo, aunque ha tenido figuras como Froilán Turcios que era como García Monge aquí en Costa Rica, que se escribía con mucha gente en el mundo.
¿Pero puede hacer un diagnóstico de la producción literaria hondureña actual?
- Bueno, fíjese que hasta hace unos diez años me quejaba de que no había un semillero, no miraba la generación siguiente arrancar, despertar. Pero ahora veo jóvenes escribiendo bastante, intentando algo nuevo, incluso diría que se intuye una generación parricida. Lo único es que no es tan joven, sino que ronda los 30 años, pero ya está el semillero naciendo.