Con la firma del acuerdo Tegucigalpa- San José suscrito el 30 de octubre pasado por los representantes del gobierno de facto de Micheletti y los del presidente Zelaya, se aspiraba poner fin a la crisis política de Honduras originada en el golpe militar de junio de 2009. Convenida la formación de un gobierno de unidad nacional, como inicio de los arreglos institucionales propuestos, el gobierno de facto, se adelantó a nombrar los integrantes de esa coalición, situación que un vez más obligo al presidente depuesto, Manuel Zelaya, a dar por terminado el Acuerdo Tegucigalpa-San José ante el incumplimiento por parte de Roberto Micheletti, y las dilatorias para su restitución en la presidencia hondureña.
La OEA reconquista América
La comunidad de intereses y acuerdos políticos que dieron lugar al avance de la integración regional y se concretaron en el ALBA y UNASUR, debilitó la hegemonía ejercida desde la OEA por los Estados Unidos, y abrió el camino a alianzas y convenios de cooperación entre países que privilegiaron los intereses nacionales en detrimento del orden económico y político liderado por la potencia del norte. En ese escenario, la OEA lucía desgastada y sin vigencia, garante de un orden mundial en decadencia, mientras en el continente se detenía el ALCA, avanzaban procesos constituyentes, eran electos presidentes de izquierda y Cuba se activaba como actor político regional.
La convocatoria a construir el socialismo del siglo XXI propuesta desde Venezuela, consigue eco en Bolivia y Ecuador, y tiene resonancia en Centroamérica y el Caribe. La cooperación energética, en salud y educación, rápidamente activa los movimientos sociales que desencadenan nuevas alianzas, una de ellas fue Honduras.
En ese país, un presidente liberal, miró al Sur, buscó un horizonte de cooperación internacional que le permitiera reconducir a su país y contribuir con las transformaciones políticas necesarias para solucionar la grave situación de pobreza de su gente, propuso un proceso constituyente para lograrlo, y fue derrocado.
El 28 de junio de 2009 se produjo el golpe de estado que derroco al gobierno constitucional de Honduras y expulso del país a su presidente, Manuel Zelaya, a partir de ese día, la institucionalidad interamericana representada en la OEA, rescató para sí, el rol político conquistado por la avanzada renovadora de los gobiernos progresistas de América Latina de principios del siglo XXI, y se constituye nuevamente en la amenaza velada de la hegemonía norteamericana sobre la autodeterminación latinoamericana.
La ecuación democrática de la OEA: Restitución de la democracia en Honduras= intervención de la OEA+gobierno de unidad nacional+elecciones-Zelaya.
Una década de victorias políticas en Latinoamérica inducen al gobierno norteamericano a observar con cuidado los avances que atentan en contra de sus intereses en la región, con Hilary Clinton, dirigiendo la política exterior, Latinoamérica debe ser disciplinada.
De acuerdo a lo establecido por Eva Golinger “La administración de Barack Obama ha optado por fusionar el poder militar con la diplomacia, la influencia política y económica con la cultural y legal, llamándolo el “poder inteligente” (Smart Power). Su primera aplicación ha sido el caso de Honduras, con el golpe de estado, y hasta hoy, ha funcionado a la perfección”. El instrumento institucional del “smart power” ha sido la OEA, el acuerdo que lograron suscribiera el presidente Zelaya tendrá como finalidad “blanquear el golpe”, como lo ha admitido el propio presidente en reflexión tardía, y con su restitución en la presidencia del país o sin ella, permitirá validar el resultado electoral de un proceso originado en la usurpación de un gobierno que sin legitimidad, ni legalidad, borrara con la proclamación del nuevo presidente electo, la ignominia del golpe de estado.
La ruta hacia las elecciones del 29 de noviembre
Lo político. El movimiento popular hondureño que ha estado exigiendo en las calles la restitución del presidente depuesto, Manuel Zelaya, instó a sus seguidores a no participar en las elecciones y boicotearlas aunque éste sea restituido, ya que consideran que ya sería muy tarde para evitar un fraude. "Hemos tomado un acuerdo a nivel nacional de no participar en el proceso electoral con restitución o sin restitución del presidente Zelaya. No vamos a elecciones", anunció Juan Barahona, del Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado. El candidato a la Presidencia por el movimiento independiente, el izquierdista Carlos H. Reyes, determinó que no participará en las elecciones, y el presidente Manuel Zelaya, aseguró que el "gobierno golpista" pretender sustituir al presidente interino, Roberto Micheletti, para poner a otro "testaferro" que dé legitimidad a las elecciones del 29 de noviembre. Micheletti pide apoyo a la comunidad internacional para las elecciones, solicitó que apoye los comicios del 29 de noviembre, cuya legitimidad se ve cuestionada por el retiro de un candidato de izquierda y las amenazas de boicot de partidarios del presidente Zelaya. Mientras tanto el embajador de los Estados Unidos, Hugo Llorens, estimó que “sería un error histórico de enormes proporciones”, negarle el derecho de votar a los hondureños, y reiteró su apoyo a las elecciones generales en Honduras, pese a que la crisis política aún no se ha resuelto, al asegurar que los comicios devolverán al país al camino de la democracia. El apoyo estadounidense al proceso electoral hondureño es independiente de que el presidente depuesto, Manuel Zelaya, sea restituido en el poder.
El Canciller venezolano Nicolás Maduro hizo votos porque la comunidad internacional fortalezca su posición en relación a la exigencia de garantías publicas durante la organización y celebración de las elecciones previstas en Honduras, llamo a la reflexión en cuanto a no ceder ante los golpistas que en este momento gobiernan la nación centroamericana pues, de lo contrario, "estaríamos abriendo las compuertas al surgimiento de fuerzas políticas dictatoriales que comenzarían a expandirse en nuestro continente".
Lo económico. La comisaria europea de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, urgió implementar "sin demora" el acuerdo de reconciliación en Honduras, como una condición "esencial" para que la Unión Europea levante sus sanciones contra el gobierno de facto. La Organización de Estados Americanos (OEA) quiere levantar las sanciones impuestas a Honduras en una sesión especial el 16 de noviembre, pero antes se debe cumplir el acuerdo político, “se debería instalar el Gobierno de Unidad Nacional y el Congreso debería decidir restituir al derrocado Manuel Zelaya, recordando que fue el Legislativo el que el 28 de junio tomó la decisión finalmente de nombrar al señor Micheletti como presidente interino”. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) restablecerá su cooperación interrumpida con Honduras cuando finalice la crisis de poder desatada por el golpe de Estado, el BID mantiene una relación de créditos con Honduras del orden de los 200 millones de dólares por año, "en la medida en que se vayan cumpliendo los acuerdos estaremos regularizando nuestra relación con Honduras", manifestó Luís Alberto Moreno, titular del BID.
El tránsito hacia un nuevo reposicionamiento continental
El dominio de los Estados Unidos sobre Latinoamérica parece preocupar hoy a esa nación, su política exterior centrada en los últimos años en la conquista de reservas energéticas en oriente medio, descuido su entorno territorial inmediato, considerado su “patio trasero”. El territorio olvidado, subestimado políticamente, se convulsiono y con tardía reacción ahora se articula una política que garantice otra vez su domesticación.
Honduras es la victoria diplomática que muestra la posibilidad de utilizar los mecanismos de la diplomacia para neutralizar cambios políticos en la región. Lo intentaron en Venezuela en el 2002, no lo permitió el poder popular, no han podido en Bolivia, tampoco en Ecuador. Sin embargo, amenazan en Paraguay, instalan bases militares en Colombia, amparan prófugos políticos en Perú, ganan el gobierno en Panamá.
Los cambios políticos alcanzados en Latinoamérica, fundados en la capacidad de lucha de los movimientos sociales, rebasan a sus líderes. Honduras es muestra de ello, a pesar de las buenas intenciones del presidente Zelaya, su visión política cayó en la trampa de la doble moral institucional de la OEA y del Departamento de Estado norteamericano, mientras Zelaya creyó en las instituciones y su compromiso democrático, su pueblo se juega la vida en las calles de Honduras, incrédulo pero convencido de que hay otro mundo posible. Zelaya perdió el gobierno, sea cual sea el final de su historia, pero los valientes hondureños ya iniciaron el duro camino por su autodeterminación, quizá la OEA salga victoriosa y realice su proceso electoral que difundirá internacionalmente como la mágica solución después del golpe de estado, pero ya nunca más el pueblo hondureño estará dormido, su vigilia comenzó a contar las horas de la usurpación, la de hoy y la que vendrá.
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