Es difícil dar una definición de la lealtad, pero quizás nos acercaremos a ella si la llamamos el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida.
(Gilbert Keith Chesterton)
Me había llevado entre mis macundales, escondido dentro del morral un radio de pilas de esos pequeñitos que se podían cargar en el bolsillo, llevaba junto a la radio un plato de peltre y una cuchara que finalmente no supe dónde quedaron perdidas entre aquellas espesas montañas y al fin de cuentas tocó comer en la mano pelada los frijoles negros y el arroz sobre una tortilla de maíz. Aquel aparatico de radio me acompaño toda mi estadía por esas tierras cafetaleras centroameicanas, me permitía mantenerme informado y cada tarde escuchaba las noticias internacionales intentando siempre saber de lo que ocurría en Venezuela.
Cuando se está lejos de la Patria se siente más amor por ella y se acumulan los recuerdos y las melancólicas, así que cada noche antes de ir a dormir en las cobachas construidas para resguardarnos del frío y de la lluvia, rebuscabamos y sintonizabamos en el dial las noticias que nos acercarán más a la patria que dejamos atrás cuando partimos a solidarizanos y resistir con ellos para detener la invasión que amenazaba desde la frontera Hondureña, país donde está establecida la más grande base militar gringa de todo el continente.
Así andubimos en aquellas montañas de Matagalpa y Jinotega de la Nicaragua Sandinista, corría la década de los 80 cuando la Revolución Sandinista cautivaba corazones por todo este planeta, habíamos decidido en La JS-MIR conformar una abrigada internacionalista de solidaridad con Nicaragua que estába siendo asediada por el imperio norteamericano y sus aliados desde la frontera Hondureña.
En aquellas plantaciones de café transcurrió todo un tiempo de aprendizajes que nos permitió como jóvenes acumular experiencias acerca de la guerra, sus avatares, tormentos y sueños. En la guerra se juntan los temores, valentia, sueños, miedos, todo estos sentimientos juntos hacen un amasijo de valores infinitos que nos curten y nos hacen mirar la vida desde la perspectiva de las esperanzas y sueños de la gente.
El aparatico de radio del que les he venido hablando, me acercaba al mundo distante que extrañabamos en aquellas montañas frías y de copiosas lluvias. Radio Habana Cuba, Radio Rumbos y otros diales se juntaban para darnos compañía y herramientas para los análisis de coyunturas que nos hacíamos en las conversas diarias.
Era ya 1986 cuando en aquel aparatico de radio chiquitito que había llevado escondido dentro de mi morral, escuché la noticia que los gloriosos Tiburones de La Guaira se habían titulado campeones en la temporada de béisbol Venezolano, esa fue la gran noticia que celebré por días en aquellas montañas de inmensos cafetales que un día sintieron las pisadas de sueños y de luchas del campesino universal, el General de hombres libres Augusto Cesar Sandino.
Los Tiburones de La Guaira ganaron por última vez en la LVBP en 1986 ante los Leones del Caracas. Esa final llegó hasta el máximo de siete juegos en el Estadio Universitario de la capital Venezolana.
Desde aquel día, hace ya mucho tiempo he esperado una noticia similar a aquella, que nos haga vibrar como fanáticos empedernidos de los gloriosos y queridos Tiburones de la Guaira. Siento que este año 2023 puede ser la hora Tiburón. Que el espíritu de Padrón Panza, Cabrujas, Teodoro y de Moleiro nos heche un empujón.