Muy cerca de La Mucuy en horas silentes de madrugadas briosas se escuchan pasos resueltos, gritos y órdenes, son los celajes de los héroes de la Independencia venezolana.
Aún, no descansan los hombres de Simón Bolívar, todavía se oyen picos y palas que hacen brillar rocas, cavando fosos donde se resguardan las armas de la emancipación: fusiles, espadas, puñales, cañones, munición, pólvoras, pistolas con grabados en plata y oro, todas fueron ocultadas al inicio del terrible Paso por Los Andes. El Libertador, experto militar sacó cuentas y predijo en su silencio que en aquel necesario hecho muchos morirían y para no agotar a los pocos sobrevivientes que no llegarían a poder cargar todo aquel arsenal, el mismo debía ser enterrado y rogar por su resguardo y búsqueda.
Varios hombres acompañaron aquella misión, no fueron mas de cinco, tres muy jóvenes excavaron con el frío viento de toda una noche y antes del primer grito del gallo, todos habían partido.
Bajo el cuido de aquella encomienda permanecieron un adulto y otro mas viejo, quedaron en disimulo arriando bueyes, sembrando tubérculos y habitando un envejecido sitio de acampar que al poco tiempo fue convirtiéndose en un hogar.
En varias noches de torrentes lluvias las armas fueron desenterradas, nunca estuvieron en peligro de ser descubiertas por sus enemigos, pues la discreción y el secreto fueron el honor de aquellos mortales situados a no mas de medio kilómetro uno del otro en forma de herradura.
Estas tierras andinas son la fortuna de entierros en morocotas bajo el celaje de las armas del soñador de América. Cerca de aquella finca acampó junto a sus tropas. Varias generaciones han pasado cuidando aquel viejo botín. Años mas tarde un lugareño las encontró y cuido hasta dejar su vida hace unas dos décadas, fueron mantenidas atesoradas bajo su casa la cual fue tumbada y las armas sacadas sin origen cierto.
Al morir el anciano desaparecieron las armas, pero en las noches se escucha el trote de caballos con jinetes desesperados.
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