Planes de Siembra y Los Consejos Comunales

El Ministerio de Agricultura y Tierras

El Ministerio de Agricultura y Tierras (MAT) es una institución que ha cambiado su denominación y siglas en el proceso revolucionario, no obstante de haber experimentado poco avance en problemas medulares de una revolución, que implican cambios en la relación institución-poder popular; en la transformación del modelo y sistemas de producción generados en los centros hegemónicos y replicados en países del tercer mundo; en las relaciones de producción; en el apoyo a la agricultura de las trasnacionales y en privilegiar el negocio de la agroindustria.

Entendiendo lo difícil de manejar instituciones anacrónicas y adversas a los cambios revolucionarios; con alto nivel de penetración científico técnica a favor de la agricultura transnacional y la lógica capitalista del agropoder; la estructura vertical y piramidal de la institución; la escasez de cuadros, lo inédito del proceso, etc. prefiguran un escenario de transición que por mucha formación y compromiso revolucionario de ministros, directores, gerentes, etc., que hacen comprensible el poco avance hacia los cambios profundos que exige nuestro pueblo y su revolución.

Desde esta institución, se debe encauzar un proceso de emancipación popular que debilite los lazos de dependencia económica de países extranjeros; que vaya rompiendo con la dominación cultural que distorsiona nuestros patrones de consumo y hábitos alimenticios; y se independice del formato intelectual reproducido desde los “centros del saber” (universidades, tecnológicos, centros de investigación), profundamente penetrados por las corporaciones transnacionales y nacionales, cuyos productos (profesionales y técnicos) pasan a las instituciones a engrosar las filas de la resistencia científico técnica contra el proceso de transformación del modelo y relaciones de producción agrícola, que exige nuestra constitución. Se debe avanzar hacia la superación del coloniaje ideológico anidado en la institución y democratizar las nuevas relaciones con el pueblo. Superar la excluyente y despreciable relación Sujeto-Objeto propia del capitalismo, la tecnocracia y el reformismo, donde un grupo de expertos decide desde Caracas qué, cómo, cuándo y dónde se va a sembrar en todo el país.

Los revolucionarios estamos obligados constitucional y estratégicamente, a propiciar, facilitar y fortalecer instrumentos de participación y protagonismo popular pertinentes, para avanzar en el proceso de ruptura con el tutelaje institucional, que demanda bienes y servicios de las transnacionales, impidiendo el logro de la soberanía agroalimentaria.

Planes de siembras para la agroindustria, no para la alimentación del pueblo

La lógica capitalista privilegia al negocio, al lucro, a la acumulación del capital, al beneficio de minorías y no la satisfacción de las necesidades humanas, que en el caso que nos compete, sería la alimentación de nuestro pueblo. Analizando los planes de siembra, heredados de la cuarta república, que emanan del MAT, que en su mayoría presupuestaria se dedican al sector cereal, se evidencia que son destinados para producir materias primas para el negocio de la agroindustria y no para cubrir las demandas nutricionales de nuestra población. Por ejemplo la siembra del maíz financiada por el estado (con los recursos del pueblo), al ser cosechado tiene como destino en su enorme mayoría, la agroindustria siendo adquirido por ésta en aproximadamente Bs. 500 (más o menos). Este maíz o grano completo que entra a la agroindustria es fragmentado en sus componentes nutritivos, es decir le sacan aproximadamente 5 subproductos para ser vendidos por separado (aceite, hojuelas, almidón, nepe, germen), lo que queda, el bagazo, lo muelen, lo meten en bolsas de un kilogramo y la titulan “Harina de Maíz Precocida” cuando en realidad es harina de restos de maíz precocida. Y el pueblo que con sus recursos financia la siembra de maíz (grano completo) debe comprar el bagazo a un precio casi tres veces superior (Bs. 1.350 kg aproximadamente). O sea hay un proceso de entrega de materia prima y mercantilización de los principios nutritivos (proteína, carbohidratos, lípidos, etc.) apropiados por el agropoder para enriquecerse y somete a la población a la compra de sus productos. La alimentación así concebida queda sujeta a la junta directiva de una empresa y cuando ésta decide participar en una aventura política, pone en riesgo la nutrición del pueblo, es decir que la seguridad alimentaria queda a merced del agropoder. De modo que los planes de siembra hay que revisarlos a fondo, para ver a quién benefician. Es decir si son para alimentar a la población o para generar materias primas al gran negocio de la agroindustria. Estos agronegocios hay que irlos estudiando, denunciando y desmontando.

Los planes de siembra y los Consejos Comunales

Es por tanto de más comprensible que no es un ministro o un puñado de revolucionarios, los que vencerán a la oligarquía incrustada en el estado, con la agricultura académica a su servicio es decir, con la mayoría de profesionales, técnicos, empleados a su favor.

Los revolucionarios estamos obligados a impulsar y fortalecer los espacios de participación del poder popular, que en esta etapa son los consejos comunales para desde allí, facilitar procesos formativos y organizativos para el empoderamiento del pueblo, y dar la batalla en un campo propicio para la victoria. De modo que hay que sacar del poder constituido la pelea.

Los productores rurales deben organizarse localmente, transformarse en sujetos y por medio de su vocería formar parte del consejo comunal, para desde allí ir canalizando el proceso formativo necesario para generar propuestas agrícolas integrales y emancipadoras.

Partiendo de la dinámica de los consejos comunales rurales, hay instrumentos para generar verdaderos, pertinentes y endógenos planes de desarrollo comunitario, que se traducirían en planes de siembras locales.

Retomando el ejemplo del maíz con la historia local y el diagnóstico participativo, la comunidad podrá construir con base a sus potencialidades, fortalezas, recursos y realidades, sus planes de producción, transformación, procesamiento, distribución y consumo local.

A través de la historia local la comunidad rural se reencontrarán con la expresión típica de nuestra cultura campesina, el conuco, unidad de producción ancestral de raíces indígenas, fuente de sabiduría y cosmovisión autóctona que determinan las relaciones hombre – hombre, hombre – naturaleza, hombre – comunidad. Allí encontrarán el ejercicio de relaciones socialista propias como la cayapa, la mano vuelta, el lleve (especie de cotillón conuquero que se le da al visitante); la socialización del saber, del haber, del hacer. Indagarán cultivos locales, las condiciones agroecológicas en que se dan, variadas formas y asociaciones de cultivos, la interrelación entre lo que se produce y lo que se consume, formas variadas de procesamiento local, de creatividad, ahorro energético, utilización de recursos locales, etc. De modo que en el conuco encontrarán el maíz y en la memoria comunal la posibilidad de reconstruir toda una organización sociocultural que garantizaba diversos usos del maíz, en grano, jojoto, molido, procesado para arepas de maíz pilado, cachapa, mazamorra, fororo, etc. En estos procesamientos sencillos, locales todos los nutrientes son consumidos, no hay mercantilización de los principios nutritivos. El objetivo es antropocéntrico, es decir el hombre, cubrir sus necesidades, no el lucro del agropoder. Por esto el socialismo no es ajeno a las prácticas profundas de nuestro pueblo.

Mediante el diagnóstico participativo la comunidad ubica sus campesinos, sus productores, sus parcelas, conoce sus condiciones agroecológicas, producción y demanda local, cuántos son, qué rubros producen, cuántas hectáreas, sus tiempos de siembra, como son sus suelos, qué plagas y enfermedades los azotan, cómo las controlan, etc.

De modo que basado en el conocimiento de su realidad a través de la indagación de contextos, las comunidades y sus consejos comunales dirigen la participación y el acompañamiento del poder constituido, para activar el desarrollo comunitario local, traducido en planes de siembras locales pertinentes según sus necesidades, potencialidades socioculturales, condiciones agroecológicas; para lograr una agricultura que satisfaga las necesidades alimenticias de nuestro pueblo y no para proveer de materias primas a la agroindustria.

(*)Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez
Núcleo El Cují
Colectivo Agroecológico de Aragua


andresavellaneda42@yahoo.com




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Andrés Avellaneda(*)

Prof. IDECYT-UNESR- Miembro del C.A.R.I.A.C.O.

 andresavellaneda42@yahoo.com

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