Me decretaron una guerra. En ella combato como solo. Digo como, porque me dijeron tengo compañeros. Creo tener quien me defienda, como un Estado, que dicen quienes tratan de controlarlo o quitárselo a quienes lo tienen, parece un pulpo, con tentáculos no sólo abundantes sino demasiado largos y poderosos que al empresariado tiene amarrado, no le deja producir porque le impone un control de precios con una cabuya corta que llega hasta allá lejos, no sólo al final de la fila legal y habitual de distribución sino donde se hallan los bachaqueros mismos, quienes quizás por eso y para eso se exhiben y hasta venden teniendo al lado la policía que les cuida. ¡No sé de quién, pero supongo, por lo que veo y cuánto veo, es de mí, para que en esta guerra deje que el bachaquero, el último de la fila, por todos los demás me dispare de frente y yo tranquilo! Digo el último de la fila porque la economía venezolana está en manos de bachacos de comienzo a fin que nos destrozan y comen sin clemencia. Todo eso confirma que aquí si hay una dictadura, pero de bachacos.
Creía que el Estado estaba para defenderme, porque me dijeron, es su rol, más en una sociedad donde, quienes lo manejan, dicen que es socialista como ellos mismos. Pero me da la impresión, no sé, si por la guerra misma, la metralla, bombas y hasta bombas lacrimógenas, el Estado anda como escondido, no vaya ser que lo jodan con una de esas armas y hasta se lo coman los bachacos. Entonces los policías y funcionarios que deben velar por las buenas costumbres en la producción y el comercio, ante la ausencia de Estado, se pasaron para el bando contrario, o andan como realengos y aprovechan, porque nadie es más pendejo que nadie, en vista de lo corto del salario, para resolverse, porque a ellos el Estado también los dejó en el abandono.
Por eso, no puedo darme el lujo de creerme un predestinado para soñar que "cuando digo soy, digo somos", porque en este mundo ando sólo sin nadie que me proteja o escuche mis reclamos. Escucho fantasmas que me rodean hablar de una vaina que llaman CLAP y me la cuentan como soñada. Ellas vienen en cajas, según dicen los contadores de historias increíbles, como sacadas de un mundo paralelo o pozo lleno de cosas sorprendentes, con vainas que no se encuentran fácilmente y dado el caso extraño que sí, entonces uno no encuentra la cantidad de real que hace falta para comprarlas. Por ejemplo, que una de ellas, muy barata, como a los precios de antes, llega apenas terminándose la otra. Pero quienes cuentan esas bellas historias las han escuchado de otro u otros que a su vez se las escucharon a otros. Tratando de llegar a la raíz uno se hunde en un fondo oscuro donde nada se oye y menos mira. El último de la fila no aparece.
Cuando uno pregunta, dónde cómo se halla aquella cosa de la que todos hablan pero nadie conoce ni sabe quién la conoce, le responden debes tener fe, ser leal e imaginar que eso no lo escuchaste o te lo dijeron, sino que eres testigo de ello.
Voy al mercado y observo que cada quien vende como le venga en gana y los precios se han ajustado hoy en concordancia con la tasa anunciada por Dólar to Day, pese a que el Estado, que dice que "somos" y en ese "somos" estoy yo, ha dicho que los precios son otros. Llegado aquí, no sé tampoco si más altos. Pues aquí una vaina tiene un precio elevado, casi el doble que tenía ayer y al lado lo pusieron más arriba.
Esto sucede con lo poco que puedo comprar y la enorme vaina de cosas que no puedo pero que falta me hacen. Esa es la guerra. Uno sabe que la guerra es tirar tiros, bombas y toda vaina que uno halle en el camino de la guerra, pero yo ya no tengo nada que tirar, por mi edad, y porque mi armamento es poco, está obsoleto y no puedo decir que "cuando digo soy, digo somos", porque ando en este camino de guerra tan sólo como el ánima sola. El Estado, la autoridad que creía pudiera protegerme porque tiene armas que jode, anda como los policías, si no invitando a los motorizados que se coman la luz, si desarmado para que no se le acuse de agresor y por falta de ideas, entonces todo aquel que produce o vende una vaina, pone el precio que se le antoja porque Dólar to Day, que pareciera quien en verdad mandase en este país, donde se me dice por todos los medios y hasta desde el extranjero que hay una dictadura, es quien decide cuánto cuesta cada cosa y qué tengo derecho a comer. ¡Ese si es verdad que tiene armas y dispara! Sabe hacer su guerra. ¡Impone una dictadura clásica!
El año 2015, nos ofreció la oposición, a cambio de votar por ella en las elecciones legislativas, que se terminarían las colas. Aquel discurso se entendió como que si aparecían las cosas era porque la producción rompería las barreras que la ataban y ellas volverían como antes a los anaqueles. Más nadie escondería y menos especularía. Todos, o por lo menos bastantes, creyeron aquel cuento de hadas, como uno de CLAP adelantado y las urnas se desbordaron. Para uno, el sólo hombre, quien no puede decir "somos" cuando dice soy, la guerra continuó y no con la misma intensidad sino más arrecha. Tanto que luego vino un decreto como de guerra a muerte o un sálvese quien pueda, tanto que ya no sólo fueron los bachaqueros, especuladores y escondedores de vainas para ponerlas más caras y las órdenes cibernéticas del Dólar to Day que al Estado dejan de observador y hasta como el llorón que asiste al entierro, sino aparecieron unos guarimberos con más potencia en el tanque que los del viejo modelo. Estos dispusieron hasta de más armas que el Estado mismo o por lo menos más disposición de usar las suyas y pusieron su toque de queda, encerraron a la gente en sus casas, hasta sólo permitirle unas horas para ir al mercado donde los comerciantes aprovecharon hasta hacer parecer a Dólar to Day como un niñito de pecho. Y en esto, cuando uno casi agonizaba, aunque en verdad agoniza, apareció la Constituyente, pues los poderes constituidos parecieron tirar la toalla, perdida su condición por divisiones, como la de Luisa Ortega, que no es que rompió su compromiso con el gobierno, sino que dejó de ser la Fiscal para asumirse como dirigente de la MUD, para dejarme todavía más desprotegido. ¡Sáquennos de este atolladero, dijeron Maduro y quienes con él, dicen "somos"!
Yo, que cuando digo yo, digo yo y no "somos" porque eso es mucha gente y mi soledad es demasiada, por ahora sólo me queda esperar por las ofertas. Pero no las del mercado, sino las que me hicieron para que fuese a votar el 30J, porque los precios suben sin clemencia y ahora que está reunida la Constituyente, el Estado que siempre ha estado mirando mi guerra desde las tribunas, que no es la suya, pese diga lo contrario, se siente librado del deber moral de defenderme y él, también espera que sea aquélla quien le libre del peso, todo mal y falta. ¿Pa´ que voy a ponerme a decir "Cuando digo soy, digo somos" si ni siquiera me ayudan con la múcura?