No conseguía que título ponerle a mi artículo, pero "oficialmente" será "Qué cagada". No lo coloqué en la marquesina de mí escrito más por la posible censura que por mi tozudez de hacerlo. Esta expresión cotidiana es utilizada por incultos y doctos y se refiere a cuando no hacemos algo bien, o algo no nos queda bien o mejor dicho: cuando la cagamos. Creo que la explicación está demás, pero es parte de mi terquedad hacerla.
El gobierno no para de sorprendernos. Hace poco "tiró toda la carne al asador" para apaciguar un poco su némesis económica al correr de derecha a izquierda la coma para eliminar el espacio que ocupaban las millonarias cifras que regían nuestra compra-venta: la denominada reconversión monetaria. De un carajazo los millones bolívares débiles se convirtieron en decenas bolívares soberanos con esteroides y puso a todos los venezolanos a desempolvar sus calculadoras o cargar un lápiz y "papelito" en sus bolsillos para hacer la reconversión manual. Ya antes había decretado la paralización por un año del denominado impuesto a la nacionalización, que es el importe fiscal que cobra el estado a los importadores por traer productos del exterior, esperando que esto se revirtiera en bajar el valor al consumidor y "liberó" (no se porque, ya que hacen subastas con divisas limitadas) el dólar en las casas de cambio. El último y no menos importante movimiento fue el "dignificar" el salario del trabajador tomando como base el "aparentemente" estable, patrón Petro. Este último movimiento, del cual solo conocemos el salario mínimo (ya que la escala de salarios mayores a medio Petro, son un misterio) generó cierta simpatía hasta en los trabajadores no afectos al oficialismo (simpatía por el aumento salarial, no por el gobierno) y de igual manera creó un rechazo hacia la usura comercial, que tuvo como repuesta a estas medidas, acaparamiento y aumento de precios de manera automática. Parte del pueblo salió a defender su aumento salarial (que aun no se lo han dado) situándose frente a los locales para frenar la escalada de precios y la especulación, que a toda vista parece inevitable. Pero, en general el pueblo vio con agrado, hasta disimulado, este aumento salarial y los respaldó de diferente manera, porque sintió que por fin le gana una a la miserable hiperinflación y ya se imaginaba comiendo o comprando cosas que le eran prohibitivas.
Pero en este país como en la vieja aerolínea Viasa, el tiempo y las cosas pasan volando. Nuestras alegrías son de tísico, son mas cortas que abrazo de suegro recién conocido, porque hoy el gobierno nos crea de nuevo asombro ya que a partir del primero de septiembre entran en vigencia 5 niveles del subsidio directo de Hogares de la Patria para mas de 6 millones de familias con valores que van desde un núcleo familiar de 2 personas al que se le asignará 360 bolívares hasta 6 o más personas con 1120 bolívares. Si esto lo llevamos a los "despreciables" dólares tendríamos lo siguiente:
360+1120= 1480 / 2 = 740 BsS, este es el promedio entre el valor mas bajo y el mas alto de los beneficiarios. Esto multiplicado por los 6 millones de hogares nos daría un monto mensual de 4.440.000.000, que multiplicado por 12 meses anuales, estaríamos hablando de 53.280.000.000 BsS. Ahora, dividiéndolo en Petro (a la razón de 1 Petro= a 3.600,00 BsS) nos dará 14.800.000 petros y si este petro vale 60 dólares nos dará un total de 888.000.000 dólares que podemos "redondear" (porque está de moda hacerlo) a 900.000.000,00 $ ya que son un poco mas de seis millones de hogares "beneficiados". Es una cifra grandota que el estado pudo invertir en el deteriorado servicio de salud, eléctrico, de telecomunicaciones, reactivar la Misión Vivienda o en el mejor de los casos, en reavivar o crear producción de bienes y buenos servicios como única y valedera alternativa para bajar esta puta hiperinflación y que la gente tenga acceso a su comida y a sus servicios de manera digna, no tarifada.
Pero no. Es más fácil seguir atando las necesidades del pueblo al "imprescindible" y despersonalizado Carnet de la Patria, manteniendo una economía inflacionaria e improductiva de subsidios y de bonificaciones: el más puro asistencialismo infructuoso. Esta ingente cantidad de recursos va ha ser depredada y engullida por el afilado, bachaquero, contrabandista y miserable comercio usurero, que la pulverizará en poco tiempo, agregándole ceros y ceros a la derecha y de manera demencial, a la novel moneda que aun no ha terminado de nacer y establecerse. Seguiremos siendo un pueblo de consumidores sin productos y sin ánimos de producir, porque las bonificaciones son mucho más grandes que su salario como trabajador. La tan cacareada independencia agroalimentaria, tecnológica y económica es un papel roñoso, tirado en el basurero de la indolencia.
Soy de los millones que de alguna manera "celebramos" en diferente grado el aumento salarial y el anclaje monetario a algo que se aprecia tangible como es el precio petrolero. Creímos justo como trabajador, que mi poder adquisitivo pudiera adquirir algo más que lentejas, arroz, ese suero salado en polvo que parece "leche" y las misteriosas y asquerosas salsas mexicanas de los CLAP. Creo que no hay más honorable que valoricen el esfuerzo laboral, que un estipendio decente y donde la clase obrera y trabajadora vea reflejada en parte su plusvalía y pueda conseguir con dignidad su sustento alimentario y hasta esos gustos perdidos en la vaguedad de estos innombrables tiempos. Por eso, más que inocuas bonificaciones se debe adecentar día a día el salario formal del trabajador activo y jubilado y que se crean los imprescindibles espacios laborales productivos, donde el esfuerzo humano sea el que dicte su derrotero, con un gobierno que proteja su integridad social, pero no que se la conduzca con dadivas. De igual manera, de ningun modo soy contrario de las bonificaciones a las familias en dificultades y necesidades muy sensibles, pero dar esa cantidad de ayuda de manera disipada sin cifras de reales de los beneficios socioeconómicos resultantes, es reconocer que el gobierno no está seguro que su apuesta económica va ha dar resultados y es "avisarle" al pueblo que debe estar preparado para algo mas grande que esta maldita hiperinflación que nos sigue agobiando durante este miserable tiempo histórico.
Siempre he dicho, que lo peor que me puede pasar es tener la razón en las cosas que veo desde el pesimismo optimista. Este es uno se esos momentos en que me gustaría no tenerla y que alguien después de un tiempo me restregara mis palabras escritas aquí. Ojala sea así, lo agradecería.