Una vez más, el hambre arrecia en Venezuela, entre otras cosas, producto del inhumano y unilateral bloqueo económico y comercial impuesto por el gobierno estadounidense que desde el 2015 nos viene atacando como población para hacernos cada vez más vulnerables y arrodillarnos a su antojo colonial. Como consecuencia de esta criminal acción que atenta contra los derechos humanos, el estado venezolano a través del Clap (alimentos subsidiados), ha visto mermada su eficiencia de entrega en el tiempo propuesto y en la efectiva cantidad de alimentos que integren una segura calidad en la dieta del venezolano.
Aquí también me hago algunas interrogantes de nuestra reacción como pueblo, que, a pesar de que hemos sido guerreros y combativos para enfrentar esta ignominia que se acompaña del lacayismo local, debo decir, que la fragilidad nos sigue arropando para tomar acciones internas en esta componenda de promoción para la hambruna y aniquilación de un pueblo sagrado, pacífico y libertario. El populismo en la política interna con el que se actúa frente a esta agresión externa, se manifiesta en debilidades evidentes que se plasman cuando vemos el juego macabro que enriquece a unos pocos y extermina lentamente a una mayoría.
Se del trabajo o esfuerzo de los consejos comunales en esta lucha, aunque reconozco mi ignorancia en los aspectos legales de funcionamiento del Clap, la lógica verdaderamente revolucionaria crea inquietudes e interrogantes en mí, cuando observo en la praxis de este subsidio sagrado la mala utilización por algunos, al tiempo de ser extremadamente necesitado por muchos. Creo que nosotros mismos como pueblo nos hacemos cómplices de esta sociedad corrompida, quizás en esto soy radical, pero no puedo entender que en la entrega de caja Clap, se subsidian a personas que irónicamente dentro de su misma comunidad son dueños de grandes comercios y venden productos diversos a elevados costos, pero particularmente alimentos a precios especulativos y, al mismo tiempo, en ese derecho de pueblo que reclaman para recibir su caja Clap en una doble moral, lo cual pienso es vergonzoso quien lo recibe de esa forma y de quien lo permite. Quien crea que esto es mentira, puede pasearse por las calles de Venezuela para ver la comercialización de estos alimentos a los ojos de las autoridades.
También observo a personas que físicamente no reflejan por ningún lado alguna vulnerabilidad alimentaria, quizás acá me equivoco, pero el hambre verdadera se nota a leguas. En este caso, existe la recepción de Clap de estas personas no porque habiten regularmente en una propiedad de vivienda principal, sino que por el hecho de tenerla como inversión en un lugar x, le da derecho a recibir su caja o cajas (si tiene más viviendas) y creo que es posible que la necesidad la tengan como la mayoría pero, no pongo en duda, que muchos negocien esta caja puesto que por algún otro lugar donde si residen, deben recibirla también en su "derecho de ciudadano venezolano" víctimas de la guerra económica.
La verdad, es necesario hacer una revisión urgente al Clap pues mientras el bloqueo se refleja más directo no solo en el costo de alimentos sino también en medicinas y productos de nuestra cotidianidad moderna, el hambre en su vaivén que va dejando el bloqueo estadounidense y la debilidad venezolana en producir, nos muestras varias facetas del hambre: el hambre del comerciante descarado que vende el Clap, el hambre del conciudadano que negocia su comida subsidiada y el hambre verdadera de los vulnerables directos, ese pueblo con el que me solidarizo y que merece recibir mayor apoyo del estado pues cuando hago mi cola para retirar esta caja que me ayuda a resistir o para compartirla con familiares y amigos más vulnerables que yo, veo esos rostros macilentos como huella de la infame política que nos mata poco a poco y que se convierte lentamente en un dólar criminal con cara de Hulk para matar a Bolívar.