Elías el bueno y Aristóbulo el malo

Honestamente no creo que el tema sea que haya un ministro que fue bueno y mejor que el que le ha sucedido. Al menos así entiendo yo la cosa, en el caso al que me referiré. No es que el ministro que tenemos ahora es malo y el que teníamos antes sí era bueno. Debemos partir del hecho de que ambos ministros en el desempeño de sus funciones lo hacen, o deben hacerlo, en el marco de una política general, definida por el gobierno que “representa” los intereses de las mayorías que lo eligieron.

Algunos al leer el párrafo anterior pensarán que eso es así solo donde hay democracia y aquí en Venezuela no la hay. A los que así piensan les invitaré, de entrada, a que dejen de perder su tiempo leyendo estas notas en las que, según ellos mismos, se defiende al “régimen” madurista que el 10E caerá, una vez que sea desconocido por los países “democráticos” del mundo entero, según ellos mismos.

Dejando claro, para los que sigan la lectura, que aunque no aspiro tampoco convertirme en defensor del régimen, sí me parece importante que a muchos de los que creemos que el gobierno actual aún representa los intereses de nosotros los electores que lo votamos, aunque en muchas ocasiones, y a veces cada vez más, no entendamos y no coincidamos con algunas de las actuaciones de quienes ejercen la función de gobierno.

Volvamos al contraste del ministro bueno y el malo con el que iniciamos. Un ministro, por poderoso que sea, no puede definir la política “remunerativa” del personal que labora en su ministerio, menos aún si es el caso de un ministerio con una de las nóminas más sobrecargadas de la Administración pública, como lo es el caso del ministerio en cuestión.

Los temas de escalas salariales, bonificaciones especiales, incrementos salariales, no lo definen un ministro. No es que el ministro de ahora eliminó las escalas salariales, rebajó los salarios de sus trabajadores y dejó de reconocer los derechos laborales históricos, no. Lo que hizo el ministro anterior, en favor de las mejoras salariales de los trabajadores adscritos a ese ministerio, estaba enmarcado en lo que la política general del gobierno le permitía hacer, incluso la posibilidad presupuestaria existente para ese entonces. Lo que el ministro en funciones está haciendo ahora está enmarcado en la política general del gobierno para el cual trabaja. Por cierto, el gobierno que elegimos y votamos, la mayoría como ya está dicho desde el principio.

Dicho lo anterior, queda claro, desde el razonamiento expuesto, que no es que Elías Jaua haya sido el ministro de educación bueno y ahora Aristóbulo Istúriz sea el ministro de educación malo, como piensan muchos docentes y trabajadores de la educación en estos tiempos. Nótese que sólo contrasto a ambos personajes en sus funciones como ministros de educación.

Nadie puede olvidar que ya antes, con el petróleo sobre 100 dólares el barril, y en vida de Chávez Istúriz Almeida ejerció la cartera de educación. En una época esplendorosa de la revolución, por cierto. Mi opinión es que en dicha época éste ministro (Aristóbulo) cumplió el papel que le correspondía en el desempeño de sus funciones, claro pocos pueden negar hoy que las reparaciones de escuelas, dotaciones y construcciones de nuevas sedes estuvo plagada de irregularidades administrativas que se tradujeron en la mayoría de los casos en desfalcos multimillonarios al patrimonio de la República. Pero eso es harina de otro costal y nos puede desviar del asunto del ministro bueno y del malo, que es lo que nos ocupa.

Parece conveniente recordar, antes de retomar el asunto central, que Jaua Milano ejerciendo, en tiempos cuando Aristóbulo se desempeñaba en Salas, funciones ejecutivas en otros entes del estado entre ellos Ministerio de Agricultura y Tierras parece que incurrió y/o permitió que sus allegados incurrieran en irregularidades con proyectos estratégicos relacionados con la producción agrícola y que igual se tradujeron en pérdidas millonarias del patrimonio público, algunos expresan que desde entonces Chávez le puso el ojo a Elías y lo relegó a funciones secundarias, a pesar de sus cualidades y capacidades como dirigente “probado” de la revolución, pero retomemos el asunto central.

Todo lo que hizo Elías Jaua, en su desempeño en la cartera de Educación, este año que termina, estuvo enmarcado en las posibilidades que las políticas educativas definidas por el gobierno encabezado por el Presidente Nicolás Maduro, la mayor parte de ellas heredadas de las transformaciones educativas que desde 1999 inició Hugo Chávez Frías. Mal podemos suponer que el Ministro Jaua impuso “propuestas originales” y que gracias a ellas los maestros pasaron a ocupar el primer plano, que algunos dicen que ocuparon mientras Elías fue Ministro.

Aristóbulo está cumpliendo su función, después de la intempestiva salida de Jaua del Ministerio de Educación, en el marco de la política general de educación del gobierno nacional. No está desarrollando propuestas originales en este sentido, porque su ámbito de acción no se lo permite.

Así que sin que estas notas sean entendidas como una defensa a ultranza de la actual gestión de Aristóbulo Isturiz en Salas, parece necesario aclarar a los confundidos que ningún ministro tiene potestades para desempeñarse fuera del marco general del gobierno para el cual trabaja.

Los trabajadores de la educación, especialmente los de inicial, primaria y media, que dependen del Ministerio del Poder Popular para le Educación en 20 años de revolución parece que siempre dependieron de un gobierno “dadivoso” que se encargó de sus reivindicaciones y desde agosto del 2018, con la reconversión monetaria, ha retrocedido en parte de beneficios económicos “otorgados” por su empleador, el Estado venezolano.

En esta difícil coyuntura que se vive parece que los maestros y maestras de este país deben comenzar a ocuparse de entender la realidad que les afecta y sobretodo deberían comenzar a ejercer la “democracia participativa” en función de la conquista de condiciones dignas de trabajo, más allá de lo que hagan, digan o dejen de hacer y de decir representantes deslegitimados de las organizaciones sindicales, tanto las del pasado cuartorepublicano como las supuestamente de los nuevos tiempos que poco parecen diferenciarse de las viejas.

En algún momento Aristóbulo dejará la función de Ministro de Educación y le sucederá otro individuo en dicho cargo. Los maestros y maestras, profesores de liceos y trabajadores de estos niveles de la educación en general deben entender y asumir que un Ministro tiene potestades limitadas y que es hora de que desde las escuelas e instituciones educativas se comience a ejercer mayor “protagonismo político” para la definición de políticas educativas. No me refiero a ir a marchas, a eventos, a concentraciones a aplaudir lo que otros dicen, sino a organizarse desde la base para discutir y debatir lo que se hace o se deja de hacer en función de profundizar la transformación de la educación que desde 1999 Hugo Chávez puso en marcha. Vale la pena rememorar la experiencia original de las Escuelas Bolivarianas en las que se dieron ciertos pasos en función de esa organización de la base para el ejercicio del protagonismo político que los tiempos reclamaban.


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Juan González


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