Aparte de nuestra R Revolucionaria permanente, todo el pueblo
revolucionario nacional está convocado a la Revisión, la Rectificación y
el Reimpulso. Este llamado también va dirigido al pueblo universitario y
en tal sentido debemos comprometernos a hacer un diagnóstico de la
realidad que nos circunda y de la forma cómo los universitarios
revolucionarios hemos actuado ante la misma (Revisión), tomar decisiones
que nos permitan reorientar el rumbo (Rectificar) y encontrar los
mecanismos para que nuestra propuesta se convierta en el principal
referente político para los distintos sectores universitarios (Reimpulso).
En la búsqueda del Diagnóstico debemos tener mucho cuidado en no incurrir
en cuatro pecados que nos advierte el camarada Carlos Lanz. El primer
pecado es el de la evaluación con sesgos punitivos y resultadistas. Es
decir, por un lado se busca la identificación de culpables de las derrotas
con el propósito de descabezar cargos políticos para proponer reemplazos;
y por otro lado, se mira más el resultado que el proceso que conllevó al
resultado. Lo correcto es hacer evaluaciones con fines educativos,
lecciones para el futuro, balances de lo que debe y que no debe hacerse.
Hay decisiones erradas que conducen a excelentes resultados (sacarse la
lotería) y viceversa. Amenazas asociadas con el primer pecado son el
revanchismo, el pase de cuentas y la casería de brujas. Distanciándonos
de esas amenazas, debemos centrar la crítica en los hechos más que en las
personas y buscar el mejor clima para que nuestro pueblo universitario
revolucionario crezca, se consolide y se desarrolle.
El segundo pecado es caer en el extremo dogmático o fundamentalista, o en
el extremo empírico. El primer extremo se cierra a la discusión y sólo
admite análisis que se encuadren dentro del dogma. Cuando se plantean
posiciones discrepantes, los dogmáticos o fundamentalistas se tornan
agresivos o manipuladores e impiden el funcionamiento de la dialéctica.
El otro extremo desconoce la importancia de la teoría y realiza sus
percepciones fuera de cualquier modelo ideal, no permitiendo que se
obtengan reflexiones profundas. Aquí hay que tener claro que estamos en
un proceso socialista y que esto conlleva aspectos teóricos precisos que
sin embargo se alejan de los dogmas.
El tercer pecado es el distanciamiento de nuestro acervo ideológico y
cultural. Es triste percatarse como aquello que era conocido como bastión
del proceso revolucionario del pasado siglo, la Universidad, esté
degenerando a reducto reaccionario. Es necesario retomar los círculos de
estudio y discusión para que la Universidad reasuma su papel de guía de la
sociedad en la búsqueda de un mundo mejor. Así mismo es necesario la
aparición de un nuevo liderazgo (no necesariamente nuevos líderes) que
tenga mayor identificación con una cultura universitaria revolucionaria
ideal que debemos definir. Dentro de esa cultura considero que es
fundamental que se destaquen los valores de respeto por la condición
humana, honestidad, combatividad, consecuencia y fidelidad al proceso
revolucionario, disposición al diálogo, y camaradería.
El cuarto pecado lo llama Lanz la triple enfermedad: “Parlamentarismo,
Legalismo, Electoralismo”; muy propia de la “vieja cultura política adeca"
y que lamentablemente se reproduce dentro de nuestro proceso
revolucionario y particularmente dentro de nuestro accionar universitario.
Nuestro accionar político no se puede restringir al trabajo en el CU y a
la búsqueda de saldos electorales en procesos internos o externos.
Nuestra labor tiene que ser esencialmente educativa y para ello es
necesario rectificar y reimpulsar nuestro trabajo académico con compromiso
revolucionario.
pachano@ula.ve