“Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y –lo que es peor aún- el lugar en donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil. Por eso es que la Ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entra mutilada y grotesca al servicio burocrático” Fragmento del Grito de Córdoba, 1918.
El título de este número de Sindéresis es sin duda atrevido. No se trata del anuncio de un evento que se avecine o que se esté preparando. Se trata más bien de un sueño y de una osada profecía, absurda y utópica tal vez para muchos. No obstante, creo firmemente en que la historia encuentra sus puntos de inflexión cuándo y dónde las contradicciones se hacen más patentes y agudas. En Venezuela, esta Universidad con un pueblo por dentro, la Universidad de Los Andes, está llamada a ser protagonista de un cambio más radical que aquella reforma de hace 91 años. El cuándo dependerá de la historia y de sus protagonistas, es decir, de nosotros como pueblo inconforme y como dolientes de esta institución afectada de un terrible cáncer.
Aquella Córdoba se propuso entre otras cosas, las siguientes1:
Autonomía universitaria;
Elección de los cuerpos directivos y de las autoridades de la universidad por profesores, estudiantes y graduados;
Concursos de oposición para la selección del profesorado;
Libertad de cátedra y asistencia libre;
Gratuidad de la enseñanza y democratización del ingreso a la universidad;
Asistencia social a los estudiantes;
Fortalecimiento de la función social de la universidad (la llamada extensión universitaria);
Apoyo a la unidad latinoamericana;
Lucha contra el imperialismo y sus lacayos.
De todas estas propuestas hay conquistas evidentes, conquistas matizadas o que han sufrido perversas manifestaciones, tareas pendientes y propósitos que no se habían planteado en aquella oportunidad. Dentro de las conquistas firmas está la libertad de cátedra, la participación de los Estudiantes en las elecciones, los beneficios estudiantiles y los concursos de oposición. Estos últimos afectados por actos de corrupción provenientes de pobres procedimientos de supervisión y auditoria, propios de una aplicación viciada del concepto de autonomía.
La discusión sobre la Autonomía merece un capítulo aparte. En el primer número de Sindéresis, titulado “Autonomía con Burundanga”2, se dejó claro que “Autonomía no es la posibilidad de hacer con la institución lo que se nos venga en gana. La autonomía de una institución universitaria es, por el contrario, una concesión que nos hace el pueblo para que le devolvamos una mejor comprensión de la realidad que redunde en mayores niveles de felicidad para el humano de hoy y del futuro.” Según Ramses Fuenmayor3, Autonomía no significa el acto de gobernarse, sino la capacidad de hacerlo. A la luz de estos conceptos, podemos llegar a la triste conclusión de que la Institución Universitaria Nacional ha perdido la capacidad de buscar y encontrar permanentemente la verdad, y hacer la mejor difusión del conocimiento aprehendido; en consecuencia no tiene auténtica autonomía.
La pérdida de la capacidad de gobernarse de las instituciones universitarias se deriva de ciertos vicios en la conducta de los propios universitarios. Dentro de estos vicios tenemos:
La visión de niño malcriado de que podemos hacer lo que se nos venga en gana con nuestra institución autónoma.
La libertad convertida en libertinaje en la conducción de las cátedras. La visión de que la actividad académica de cada quien no debe ser supervisada ni auditada.
El uso del recinto universitario para cometer fechorías de cualquier tipo.
La mediocridad en el quehacer de los universitarios. Estudiantes (¿?) que pasan décadas como dirigentes estudiantiles. Profesores con paupérrima productividad. Empleados y obreros que se “homologan” con los Profesores en holgazanería.
La irresponsabilidad en el cumplimiento de nuestro compromiso social.
La sumisión lacaya a intereses imperialistas y contrarios a los intereses del pueblo y del humano; lo que constituye un acto de traición al pueblo que nos dio autonomía para que cumplamos con los fines consagrados en la ley.
La conformación de grupos hegemónicos dentro de las Universidades destinados a sacar máximo beneficio para sus miembros. El amiguismo como criterio primario para la toma de decisiones en la distribución de recursos.
La concentración abusiva del poder. Los Rectores se han convertido en reyezuelos, rodeados de una Corte de beneficiarios directos del Presupuesto Universitario.
La falta de transparencia en la administración de los distintos recursos.
Frente a este nefasto cuadro, la nueva reforma de las Instituciones Universitarias debe Reconquistar la Autonomía. Hay que recuperar la capacidad de gobernar esta institución. Para llevar éste y otros cometidos adelante es que estamos proponiendo la realización de una Constituyente Universitaria. En forma concreta, pensamos que Mérida representa el escenario ideal para que el pueblo y los universitarios identificados con el pueblo y la institución universitaria nos reunamos a repensar la institución universitaria.
Aparte de Recuperar la Autonomía, es necesario profundizar en la democracia interna. En este sentido hay que enfatizar que la democracia tiene un carácter participativo o deja de ser democracia (Poder de Todos). También se hace necesario cambiar el concepto de universitario. Universitario es todo actor de esta institución que está comprometido con sus fines. A tal efecto, hay dos tipos de universitarios: los Estudiantes y los Empleados. Los Estudiantes, quienes pasan por la Universidad con el propósito primigenio de formarse como profesionales de algún área del conocimiento, deben comprometerse de manera muy activa en contribuir con Investigación, Docencia y Extensión a objeto de ser productores y difusores de conocimiento y maximizar el impacto social. Dentro de los Empleados hay algunos más dedicados a la docencia, otros a la investigación, otros a las labores de extensión y otros a las administrativas; pero en todo caso, todos contribuyen al crecimiento de esta institución. Dentro de los Empleados distinguimos dos grandes categorías: por un lado a los que están involucrados directamente en el fortalecimiento de la academia, llamados Empleados Profesorales o Académicos y los que están involucrados con asuntos administrativos, llamados Empleados Administrativos. Los tres sectores: Estudiantes, Empleados Académicos, y Empleados Administrativos deben tener participación en las tomas de decisiones fundamentales.
Una de las tareas de la Constituyente Universitaria es la definición de los mecanismos de participación de estos tres sectores a nivel de las distintas instancias organizativas universitarias. Entre otras cosas, creemos en la participación paritaria de los tres sectores en la elección de autoridades. También creemos en la participación más activa de estos tres sectores en los Consejos Universitarios, Consejos de Facultad y Asambleas de Facultad. Aparte de la participación de los distintos actores en las decisiones, es necesario repotenciar a la Asamblea de Facultad como verdadera máxima autoridad de cada Facultad. La AF debe redefinirse en cuanto a su composición y debe establecerse de manera periódica y obligatoria.
Otro aspecto sobre el que hay que discutir es sobre la Contraloría Social a las Universidades. Como ya se mencionó antes, hay que Recuperar la Autonomía Universitaria. Esto involucra la necesidad de que la Universidad le dé cuentas al pueblo de la medida en la cual ha cumplido con sus compromisos sociales y ha hecho buen uso de su patrimonio intelectual y material. La Extensión Universitaria no debe ser entendida como un subproducto de la actividad académica ni como una dádiva de la Universidad al pueblo. Por el contrario, la Extensión debe ser entendida como un contrato entre la Universidad y su entorno social. El cumplimiento de ese contrato explícito y de actualización periódica le corresponde a la instancia popular que se designe para tal fin. La Contraloría Social debe servir también para lograr mayor equidad, inclusión y democratización en el ingreso a la Universidad.
A propósito de administración del patrimonio y del presupuesto, creemos en el “presupuesto participativo”4 como mecanismo para sanear la administración interna y para incrementar los niveles de democracia. La idea es que cada unidad académica o administrativa proponga y ejecute su propio presupuesto. De esta manera, abriremos la caja negra del presupuesto universitario que se maneja hoy por hoy al antojo de las autoridades.
En fin, son muchas las ideas que pueden entrar en discusión relacionadas con la urgente modificación de la Ley de Universidades. Esta discusión bien podría llevarse en el seno de la Asamblea Nacional, pero los universitarios creemos que es preferible llevarla adelante en la llamada Constituyente Universitaria. Creemos que es fundamental que se conforme un Comité Organizador de esta Constituyente. A ese Comité le proponemos que sea Mérida la sede del evento. De esta manera, Mérida se habría convertido en la Córdoba del Siglo XXI.
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