Debemos edificar “las cuatro patas de la mesa ecosocialista”: turismo, acuicultura (que incluye la pesca) agricultura orgánica (vegetal y animal) y forestería; apoyadas circunstancialmente, lamentablemente, inevitablemente, por la minería y los hidrocarburos. “La economía de una sociedad sostenible debe fundarse por lógica en recursos renovables, si no fuera exclusivamente, entonces por lo menos principalmente.” (Sarkar y Kern. 2008
Como “forestal” de formación y convicción, con conciencia política y del momento histórico que nos toca vivir, me corresponde insistir con el tema: “Tenemos en el asunto forestal uno de los más potentes motores para la transformación social, política, ambiental y productiva de nuestra patria”.
El sector forestal venezolano tiene la potencia suficiente para producir, por sí sola, una transformación radical e imperecedera, revolucionaria:
*Por encima de 45 millones de hectáreas (más del 40% de nuestro territorio continental) cubiertas de bosques, productores de una gama de bienes y servicios ambientales.
*Entre 12 y 15 millones de hectáreas de tierras, descubiertas de bosques por una u otra causa, pero con aptitud para el establecimiento y desarrollo de plantaciones forestales. Esto es, cerca del 15% del territorio nacional.
*Altísimo conocimiento de las ciencias forestales, técnico y científico, acumulado por casi 80 años de estudios, investigación y praxis.
*Diversos colectivos humanos de obreros, operarios, técnicos y profesionales, con dilatada experiencia en la aplicación de estos conocimientos.
*Un pueblo organizado, fogueado en la lucha y el trabajo, abierto al aprendizaje de nuevas experiencias y a la enseñanza de sus conocimientos ancestrales.
También, la ubicación geográfica de nuestro país en el mundo y la distribución espacial del recurso forestal dentro de nuestro territorio nacional, nos otorgan ventajas singulares que debemos aprovechar.
No es una falacia decir que nuestro país, tanto o más que petrolero, tanto o más que turístico, tanto o más que agropecuario, es eminentemente “forestal” en sus potencialidades. Este sector de nuestra vida nacional, de ser impulsado con el fuelle necesario, significa convertirse en:
*Primer generador de puestos de trabajo.
*La mayor economía productiva no petrolera.
*Una de las principales actividades generadoras de divisas (exportación)
*Desarrollador principal, social económico y de infraestructura, del eje Orinoco Apure.
*Promotor del más importante y sólido desarrollo rural.
*Dinamizador de otros grandes sectores de la vida nacional: construcción, transporte, industrias químicas y del papel, farmacéutica, agropecuaria.
*Primer factor de mejoramiento ambiental del país.
Desde los puntos de vista económico y productivo, Brasil y Chile en el ámbito latinoamericano, son buenos ejemplos del portento que significa la actividad forestal. Baste mencionar tal vez que, para Chile, la actividad forestal representa su segunda fuente de ingresos, superado nada más por el sector minero y que para Brasil (cercano a los 1,7 mil millones de USD de PIB para el presente año 2019) poco más del 3% lo aporta la actividad forestal. En Brasil existen más de 11 mil establecimientos industriales madereros y genera más de siete (07) millones de puestos de trabajo entre directos e indirectos. Lamentablemente el desarrollo forestal de estos países hermanos no va dirigido a las mayorías.
La actividad forestal es más diversa de lo que usualmente el común de la gente entiende. Se trata de plantaciones, sí; se trata de producir madera, sí; se trata del manejo sustentable de bosques naturales, también. Pero también trata de la lucha contra la desertificación, de la recuperación de áreas naturales degradadas, de la captura de carbono, de nuestra diversidad biológica, de la protección de las fuentes de agua y de su producción; trata también de la producción de resinas y otras esencias vegetales muy valiosas, de fibras y de alimentos, de principios farmacológicos; de turismo; de investigación y educación; de ocupación productiva y sustentable del territorio.
La forestería no es meramente generar recurso económico, no se trata de solamente transformar recursos físicos y convertirlos en bienes de utilidad social (viviendas, mobiliario, papel, medicamentos). Se refiere también la actividad forestal al aprovechamiento racional de los servicios ambientales asociados a la foresta (agua, clima, flujo de nutrientes, etc.) y se refiere también a la recuperación de los ecosistemas naturales terrestres por medio de la aplicación de ciencia y técnica.
Sin duda, la forestería debe (puede) constituirse en el primer factor de mejoramiento ambiental del país y de la calidad de vida presente y futura de nuestro pueblo.
Significa también la actividad forestal, eficazmente impulsada, eficientemente coordinada, políticamente bien direccionada, bien planificada y mejor implementada, el sustrato sobre el que deben surgir las nuevas formas de organización social espacial y socioproductivas, y por tal, la “Comuna Forestal”. Tan profundo es el impacto de una actividad forestal de nuevo cuño que, asumida por un grueso de la población “viviendo de lo forestal”, provocará felizmente un cambio de paradigma de vida, un cambio en la relación “sociedad – naturaleza”: la aparición de “la mujer y el hombre, nuevos”.
Podemos y debemos convertirnos en potencia mundial forestal. Tenemos con qué hacerlo; sabemos cómo hacerlo. Es necesario reflexionar y revisarnos, determinar el por qué no logramos despegar como país forestal potencia y, en función al análisis crítico, tomar las mejores decisiones.