La lección de Japón

El ser humano interviene la naturaleza para hacer más cómoda su estadía en el mundo. Pero en ocasiones la naturaleza interviene en la vida humana para forzarle a cambiar sus modos de estar en el mundo. El devastador terremoto y posterior Tsunami de Japón interpela la supuesta seguridad y ausencia de contaminación de la energía nuclear con fines pacíficos.

Si además de la destrucción causada por fenómenos de la naturaleza, el desarrollo industrial escogido nos expone a nuevas catástrofes, es tiempo de abandonar esa forma de desarrollo. La primera catástrofe es inevitable, la segunda no. Todavía no sabemos si Fukushima será un segundo Chernóbil o algo peor.

Greenpeace tiene décadas llamando la atención del mundo sobre el riesgo de la energía nuclear con fines bélicos o pacíficos. Aseguran que en otros países podrían ocurrir situaciones similares a la de Japón por causa de problemas técnicos o errores humanos. En Europa y EE.UU millones de ciudadanos tienen años demandado el cierre definitivo de todas las plantas nucleares. Ojalá que Japón sea una lección que detenga la construcción de nuevas instalaciones nucleares y precipite el cierre progresivo de las existentes.

Aplaudimos la reciente decisión del presidente Chávez de congelar los planes de desarrollo de la energía nuclear en Venezuela. Pero el mayor desafío planetario del futuro es sustituir todas las energías no renovables, contaminantes o peligrosas por energías alternativas a la nuclear y a los combustibles fósiles.

La energía nuclear nos expone al riesgo de derrames, explosiones, radioactividad y ni siquiera es renovable. Y lo que no es renovable no es sustentable en el futuro. Ya está demostrado que las energías alternativas pueden cubrir la demanda energética global. Entonces ¿Por qué no preferir y desarrollar energías limpias y renovables como la solar, la eólica o incluso la hidráulica?

La sustitución de las energías sucias es cuestión de tiempo. El mundo dejará de necesitar petróleo mucho antes de que se acabe y esto ocurrirá en algunas décadas. Implicará la renovación total del parque industrial mundial y, sobre todo, una revolución global del consumo.

El futuro de Venezuela pasa por no dormirnos en el océano de nuestras reservas petroleras. Pero tenemos otro desafío mayor: encontrar modos de vida y sustento alternos a la renta petrolera.

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Manuel Bazó


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