SOS: El socialismo petrolero está en peligro

Las bajas sensibles que en las últimas semanas han venido conociendo los precios de venta internacional del petróleo son (ahora) ese tipo de hechos que por tantos lados llamamos “indiscutibles”, esto es, situación apremiante, más que imposible de ocultarla o evadirla, pese a los fuertes deseos portados por algunas voluntades de poder, estacionadas muy focalmente.

Si no fuera porque tan esperada circunstancia impacta fuertemente en aquellas sociedades que, como la venezolana, han podido colgar su estelar dinámica y modos de vida contemporáneos sobre la suerte de precios que tenga en el mercado transnacional este cochino “oro negro” y los réditos que él genera, tal hecho no nos ocasionaría mayor ocupación ni preocupaciones a granel, no obstante, porque como patria, nación y culturas pendemos ostensiblemente de tales ventas y valores, es por lo que dicho evento toma aquí pleno lugar para los espéculos que ya empezamos a soltar.

Aun cuando no agregamos casi nada a los tantos señalamientos y observaciones producidas tantas veces y en tantos lugares respecto los profundos nexos realmente existentes entre la dinámica cursada por el país en el curso de sus últimos 70 años y los beneficios otorgados a la misma durante tales tiempos por la renta petrolera, hemos de convalidar aquella tesis indicativa según las cual nuestra patria moderna ha podido columpiarse ostensiblemente, sin lugar a dudas, sobre la base y la venia que como tal haya estado marcando el mercado petrolero internacional.

Si la llamada IV república logró edificarse como cultura política, como experiencia capitalista o como sociedad nacional, en medio de ciertas “tranquilidadades” sociales, ello fue posible (en buena medida) gracias a los aportes y suficiencias que pudo entregarle aquel sobrante monetario venido del negocio petrolero, sin despreciar, por supuesto, las negociaciones y acuerdos políticos entonces favorecidos (Pacto de “Punto Fijo”).

Otro tanto de similitud ha venido ocurriendo con la revolución bolivariana y la agitada administración Chávez/Maduro, pues las apuestas y trompeteos continuos por edificar en el país el Socialismo del Siglo XXI han estado desde sus inicios totalmente guindadas sobre los aportes que ha venido otorgando al Estado los excedentes del tan querido (y cochino) “oro negro”.

La versión socialista bolivariana, hasta ahora entendida y practicada como el mezclote entre las apuestas por un cierto “desarrollo endógeno”, traducido someramente como un Estado vuelto cada vez más empresario y/o tutelar de programas y proyectos de producción económica y social, así como muy solícito con las clases y sectores sociales más “débiles, a la vez que revolución solidaria y socorrista (hasta más no poder) con la clase de capitalismo y capitalistas “nacionales” e internacionales sembrados y/o vinculados a la socioeconomía del país, en parte de suyo ha resultado hasta ahora viable y sostenible enteramente gracias a las disposiciones de dinero que por la vía petrolera ha logrado atesorar el gobierno en cuestión.

Hasta ahora la renta petrolera le ha servido a la revolución bolivariana para atender, con meridiano éxito, prácticamente todas las iniciativas, acuerdos y compromisos internos y externos animados, especialmente lo vinculado a la gigantesca “inversión social”, de lo cual ha vendido saliendo –por rebote- una sociedad con muy baja conflictividad social, con muy escasas protestas realmente sociales.

Destaquemos al respecto que solamente la inversión social causada durante los quince años de revolución bolivariana ha sobrepasado los mil millones de dólares, justificada por la calle del medio bajo el lema de “ahora PDVSA es del pueblo”.

La renta petrolera ha sido tan generosa con la patria y a la vez que usada tan discrecionalmente que hoy nos disputamos con Burkina Faso la opción de ser el primer país del mundo con más cantidad ministerios y viceministerios públicos, con cualquier cantidad de institutos descentralizados, con alcaldías regadas por todos lados que, incluso, operan allí donde sus bases poblacionales no sobrepasan siquiera los 100.000 habitantes, de lo cual nos brota, grosso modo, un poderoso (y la vez) enfermizo Estado burocrático.

Han sido tan voluminosos los recursos financieros aportados por nuestra renta petrolera que justamente por ella, por su inmediata apropiación, hemos visto crecer las más álgidas disputas de toda clase de actores, incluyendo los advenedizos, respecto a lo cual –en paralelo- ha podido descollar una poderosísima y salvaje cultura del parasitismo improductivo y su correlato de corrupciones a granel.

En tanto el mayor número de guiones y acciones que teje y promueve a cada instante la administración gubernativa de la revolución bolivariana están realmente soportados (y respaldados) sobre la suerte que nos deparen los precios internacionales del petróleo, de lo cual brota eso que ordinariamente llamamos “renta”, la marca visible de la misma revolución en curso es obviamente de signo rentístico, por ello a nuestro proceso sociopolítico le viene bien la denominación o calificación (nada eufemística) de socialismo petrolero.

Hasta allí o hasta aquí las cosas no parecieran nada problemáticas ni problematizar a nadie en mayor modo, a cambio el asunto, los temblores y las angustias (incluye suicidios) se nos vienen encima a casi todos, una vez que en medio de tanta pasión y frenesí por el consumo, que es a su vez pasión y frenesí por hacernos habitualmente de pedazos de la precitada renta, levantamos la mirada a los marcadores internacionales de los precios del “cochino” oro negro y constatamos, casi incrédulos, que tales valores bajan vertiginosamente, casi a diario, al punto que al momento que estamos escribiendo estos espéculos el precio por barril está en el estrato más bajo de sus últimos años, con amenazas de seguir cuesta abajo su rodar.

Para una revolución que en 15 años ha jugado, casi al calco, el mismo juego ensayado por la democracia de “Punto Fijo”, esto es, pensar y excitar la suerte de sus múltiples planes, programas y proyectos, sobre la base exclusiva que pueda aportarle la renta petrolera, y visto el escenario internacional del mercado petrolero, es de esperar que su presente y por venir empiecen a estar ya amenazados de muerte, so pena que no se hagan giros de fondo, pues tal revolución, a copia fiel y exacta de la democracia adeco-copeyana y similares, nunca ha querido tomarse en serio aquella bella y prometedora sugerencia que una vez le hiciera a la patria el recordado maestro Uslar Pietri, a través de su inestimado sintagma “debemos sembrar el petróleo”.

edbalaguera@gmail.com



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Edgar Balaguera

Antropólogo, Sociólogo, Magister en Ciencias Políticas, Doctor en Ciencias para el Desarrollo. Docente.

 edbalaguera@gmail.com

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