La izquierda venezolana está formada por hermanos de un parto múltiple con los mismos padres, genes, idioma, religión, ideas, familia y educación pero cada uno de los hijos idénticos es fanático de un equipo diferente enfrentados entre sí como si la política fuera un campeonato entre el Caracas, Magallanes, La Guaira, Lara, Zulia, Caribes y Bravos de Margarita. No se unen, en algunos casos los más recalcitrantes, ni cuando nos toca representar a Venezuela en una disputa internacional, salvo cuando surge una estrella deportiva, un jugador genial, un atleta que logre despuntar por encima de los símbolos tribales y se convierta en un competidor carismático y superior que haga vibrar el sentimiento nacional. Ese ha debido ser el caso de Lenin en la URSS, de Mao en China, de Ho Chi Ming en Vietnan de Fidel en Cuba y sin duda alguna, de Chávez en Venezuela.
Uno de los temas donde tendría que existir unidad nacional antimperialista es en la defensa revolucionaria de nuestra industria petrolera. Por muchas razones pero la más obvia es por ser ésta la columna vertebral y la médula de nuestra economía. Todo pasa en nuestro país por el petróleo que es la presa más codiciada del imperialismo yanqui y de las oligarquías latinoamericanas. Por el petróleo el imperialismo ha puesto y quitado presidentes pero no han podido contra la revolución bolivariana, no pudieron con Chávez y ahora no pueden con Nicolás Maduro.
De Nicolás Maduro pueden decir lo que quieran pero desde el más pequeño hasta el más conocido de los revanchistas, que le disputan el liderazgo a Maduro, fuera del PSUV, ninguno acumula puntos suficientes para ser tomado en cuenta como un contendor que se haya ganado un mínimo de arraigo popular. Uno de ellos es el ex capitoste de PDVSA quien todavía se pavonea como el insustituible en la industria petrolera a la cual dejó en el pelero, sin ideas socialistas ni revolucionarias pero envenenada con la lógica del capital hasta los tuétanos.
Nicolás Maduro se erige ahora como el gran líder antimperialista quien ordenó la transformación de PDVSA en una industria con ética y estructura socialista. Metió presa a la mafia corrupta de la burocracia petrolera y ahora pone en manos de los trabajadores y profesionales petroleros la responsabilidad de levantar la producción para poner fin al paro silencioso impuesto por el imperialismo. Si logra el objetivo propuesto, con la liberación nacional de la principal industria del país, cosechará un hecho cumplido que tendrá que ser reconocido, por los más agnósticos, sin menosprecios ni resentimientos egoístas.