El seis de mayo pasado en Kaos en la red, por Internet, leí un artículo del General Alberto Muller Rojas titulado: “En lo que disiento de mi comandante”. No sé si no lo mandó para Aporrea o simplemente no se lo publicaron.
Desde el primer párrafo el General se recrea y regodea en el “perfil” que de él dibujara José Vicente Rangel, donde lo define como un hombre recio, difícil pero transparente y con vocación para el ejercicio de la política en su grado más excelso. ¡En su grado más excelso!
Con semejante excelsitud no es de extrañar que comenzando ese primer párrafo diga que José Vicente honró un artículo con su nombre. O sea no fue él el honrado sino el artículo de JVR. Esta modesta afirmación la hace para a renglón seguido citar a José Mujica y a Cristina Kirchner cuando dicen, que “la política es de dos vías: la que piden los liderados y la que ofrece el líder”. Con todo el respeto que me merecen estos hijos ilustres de ambos lados del río de La Plata, me parece que es una consideración tremendamente reaccionaria, porque expresa los diferentes caminos que gobiernos populistas, medianamente reformistas o frontalmente anti populares, toman generalmente bien distintos de los caminos de los pueblos.
Las vías de los conductores revolucionarios, cuando lo son de verdad tienen que ser exactamente las mismas que las de su pueblo. Si no, no hay proceso revolucionario, no hay líder verdaderamente revolucionario. El camino es uno solo o no es.
Después pasa el General a emitir una serie de confusas consideraciones sobre machismo, feminismo y el socialismo “incorporador” en el desfile del 19 de abril. “Además de eso” según sus propias palabras, salta directamente y sin vaselina a tratar el tema de las elecciones internas del PSUV cuestionando el que se excluyera “parte importante de las masas en una elección por las bases, donde solamente se limitó el electorado a los miembros inscritos en el partido” O sea que “se excluyó al resto de la población”.
En las elecciones internas del PSUV para la escogencia de una parte importante de nuestros candidatos a la Asamblea Nacional, donde escasamente llegó a votar el 50 por ciento de la militancia y donde se llegó a detectar con cierta frecuencia la compra del voto, el General Muller exige que la participación fuera general. O sea según yo lo entiendo, de todo el que quisiera votar. ¿Entonces estamos hablando de un partido o de una parranda de democratísimo? Para eso serán las elecciones del 26 de Septiembre, para que las masas en general se manifiesten. Otra parte interesante de todo esto es que por la pluma, o el teclado del General Muller Rojas, nos enteramos que ese punto de la participación de “tuti li mundachi” en los procesos internos de la organización, se viene discutiendo desde hace más de dos años. Es de suponer en el seno del partido y en su maratónico Congreso Extraordinario.
En el capítulo II de su artículo, el General “aprovecha la ocasión” para contradecir a su amigo JVR aclarándole que él no se considera un ideólogo. Que de si la palabra “le resulta chocante, al considerar que una persona con esta ocupación es como un sujeto financiado por un mecenas, destinado a producir reflexiones metafísicas que satisfagan los intereses políticos de su cliente”. Es decir una especie de chulo de la política, que de paso bastantes hay, sin ser precisamente ideólogos.
Pues bien, independientemente de lo cuestionado que haya venido siendo el concepto de ideología a través de la historia, son ideólogos los que van diseñando caminos al servicio de las luchas de los pueblos, de los trabajadores y campesinos. Fueron ideólogos de la revolución Marx, Lenin, Fidel Castro, Sandino y el Che Guevara. Porque desarrollaron un accionar revolucionario que necesariamente tenía que producir teoría revolucionaria, ideología revolucionaria. Nuevamente nos topamos con la evidencia de conceptos profundamente reaccionarios, dentro de una verborrea supuestamente revolucionaria.
Finaliza su segundo capítulo el General refiriéndose al Contraalmirante Wolfgang Larrazábal a quien según él no faltó quien lo llamara “payaso” y a quien reconoce que “cantando fue uno de los principales colaboradores de la revolución cubana”. Si es verdad que el Contraalmirante tocaba cuatro, pero su ayuda a los revolucionarios de la Sierra Maestra fue principalmente durante el casi un año que le tocó ser Presidente del Junta Provisional de Gobierno de Venezuela y fue parte de la ayuda solidaria de todo el pueblo venezolano. En esa oportunidad como líder estaba en la misma vía del pueblo, como lo estuvo en diciembre de 1958 cuando obtuvo una abrumadora victoria electoral en Caracas como candidato presidencial del Partido Comunista y de Unión Republicana Democrática. Dice Muller que “cuando los caribeños hablamos en broma, es cuando se nos debe oír seriamente”. Yo diría que cuando los caribeños hablamos en serio, deberíamos de verdad hablar en serio.
En la tercera y última parte del su artículo el General Muller Rojas habla de una relación de 10 años en los que prácticamente ha sido intermediario entre el PSUV y su líder. O sea el MBR 200, los Círculos Bolivarianos, el Movimiento V República y ahora el PSUV, el cual escasamente tendrá tres años. Durante todo este tiempo el General Muller Rojas ha estado lavando mejor su ropa, según su propio artículo. Y Habla de un “discurso repetido una y mil veces en el cual ya poco creen los venezolanos dadas las contradicciones en las cuales se cae” Refiriéndose obviamente al Presidente Chávez.
Y cierra con broche de oro diciendo que “Hoy todos los ciudadanos saben que no son los alcaldes, gobernadores y ministros los que engañan al Presidente. Saben que es este quien rota, apoya, cambia, premia o castiga a su séquito (la burocracia de un régimen carismático)”dice.
Un artículo cuyo título es: “En qué disiento de mi comandante” cierra diciendo que ese comandante tiene un séquito. Un comandante según yo entiendo, tiene colaboradores, equipo, gente con la suficiente capacidad, idoneidad y disposición para las más delicadas tareas. Séquito vendría siendo una banda de jalabolas al estilo de las cortes monárquicas y con eso difícilmente haremos ninguna revolución.
Si mal no recuerdo y evocándolo en términos coloquiales, el General en su primera declaración anunciando su “retiro de la política” dijo que Chávez no le paraba bolas. Uno más a quien el comandante no le para bolas. Si lo hiciera seguramente este no sería un “reeeegimen carismático” como él lo define. Bien lejos de lo que debería ser una conducción revolucionaria ¿Será que el General en este laberinto, después de tanto brincar cayó en cuenta de que la uvas estaba verdes?
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