En esas relecturas, ahora más necesarias, sobre el tema del Socialismo del Siglo XXI, hemos ido a parar al libro de Walter Montenegro: Introducción a las Doctrinas Político Económicas (FCE, 2004), transitamos este texto: “En el campo de las diferencias que separan a la Iglesia Católica del Comunismo y como muestra de lo alejado que a veces puede estar el dogma de la realidad, es característico el hecho, que causa gran desconcierto entre los observadores extranjeros, de que un enorme número de militantes comunistas italianos son fervorosos católicos con una conciencia tan convenientemente organizada que no encuentran discordia alguna entre los deberes que impone el partido y el devoto cumplimiento de sus obligaciones religiosas. Ni el partido ha logrado que dejen de concurrir a la iglesia, ni la Iglesia ha conseguido hacerlos votar contra el partido”.
La bienaventuranza eterna se ve comprometida sin el apostolado social. En los textos bíblicos, los Evangelios y los Salmos, se precisan aspectos que facilitan el encuentro cristiano y socialista. Un nuevo y revolucionario mandamiento deja Jesucristo en aquella última cena: Amen como yo los ame. El prójimo es el colectivo. La sentencia de Mateo resulta contundente: No puedes servir a Dios y a las riquezas (M 6:24). ¿Qué es la sociedad del amor sino el socialismo?
La experiencia de los curas obreros y de barrio, un plan del Vaticano para detener las ideas socialistas, resultó creando la Teología de la Liberación. La opción preferencial son los pobres. La conclusión es sencilla: “si bien el socialismo ignoraba las necesidades y aspiraciones espirituales (del ser humano), por su parte el cristianismo descuidaba sus necesidades y aspiraciones materiales. De aquí dedujeron la inspirada fórmula de que es preciso cristianizar al socialismo y socializar al cristianismo".
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