Me voy a referir en esta oportunidad
a un personaje que espero reconozcan con facilidad los trabajadores
de las empresas del estado. Intentaré hacer su caracterización
en base a mis propias vivencias y experiencia, pero de no lograrlo,
desde ya invito a los colegas colaboradores de Aporrea, a complementar,
corregir, o desvirtuar la figura que presentaré del personaje en cuestión:
El Matavotos Corporativo. De entrada admito mi falta de originalidad,
dado que el término Matavotos, según la información que manejo, ya
fue acuñado por el Camarada Luis Britto García, en un artículo de
su autoría publicado en Ultimas Noticias. Mi modesta “contribución”
consiste entonces en tratar de describir el espécimen corporativo.
Se trata de bachiller, TSU,
licenciado o ingeniero, que, con pocos méritos académicos y sin experiencia
profesional relevante, accede a una posición de gerencia portando por
credenciales la infaltable franela (o preferiblemente la chaqueta de
ultima generación) rojo-rojita, una inagotable capacidad para repetir
clichés sin contenido a favor del proceso, y sobre todo la garantía
de una singular protección desde “arriba” (nunca sabremos quién
es precisamente el Señor o Señora Arriba, aunque por lo general tenemos
sospechas bien fundadas)
El Matavotos Corporativo es
un personaje que extrañamente tiene carta blanca para demostrar impunemente
su ineptitud en el plano del trabajo, la cual “compensa” con
una actitud de autodesignado Torquemada o Primo del Che Guevara, que
le permite usar su escualidómetro particular a voluntad y sin pataleo,
sobre todo para decidir el lugar del país a donde serán transferidos
los empleados que hayan visto la realidad detrás de su rojo disfraz,
o bien para determinar si éstos se quedaran súbitamente sin asignación
de trabajo alguna, o con una muy por debajo de su perfil o potencial,
o si le será renovado el contratico de trabajo a los que están en
esa condición, o si los fijos serán jubilados sin que se llenen los
extremos normativos o legales, y todo ello independientemente de la
comprobada formación ideológica o idoneidad técnico-profesional que
puedan tener sus victimas, y de lo previsto en las leyes laborales aplicables
y su reglamentos (LOT, LOPCYMAT, etc.) Los dictámenes del Matavotos
Corporativo en este sentido son inapelables, y de hecho se cumplen sin
que tenga necesidad de evacuar pruebas, solo basta el consabido “fulano
es un escuálido, y ya, ése no está con el proceso, lo digo yo, y
ya”. Cual adeco sectario.
De igual forma, por más erradas
que sean sus ejecutorias y decisiones en el plano del trabajo, por mas
consecuencias nefastas y retrabajo que traigan, por mas pérdida real
o de oportunidad que produzcan, por mas que enrarezcan el clima organizacional,
por mas que desmoralicen a los verdaderos camaradas, dichas ejecutorias
y decisiones nunca granjean dificultades a la condición gerencial
del Matavotos Corporativo, como tampoco la afectan el nivel de
analfabeta funcional que exhibe al escribir un email, ni su chabacana
“galantería” con las camaradas (que usualmente raya en acoso que
sufren en silencio) ni tampoco su súbito “ascenso socioeconómico”.
No. El personaje permanece inamovible en su puesto, o peor, en algunos
casos hasta llega a ser promovido a una posición de mayor poder, dejándole
el cargo anterior a otro colega Matavotos Corporativo, que proviene
de la misma camada apoyada por el Sr./Sra. Arriba.
Un aspecto que resulta inaudito
para los socialistas comprometidos, es que el personaje en cuestión,
que se vende como un representante duro del proceso, no sepa que existe
Aporrea, que exhiba con desparpajo una ignorancia supina de todas
las ejecutorias y actores del gobierno, que sea evidente que su única
fuente de información sobre el socialismo sea la que mal promulga Globovision,
que ignore la filosofía subyacente de las Misiones, que no esté enterado
de la marcha de los procesos progresistas en América Latina, y que,
no en pocos casos, hasta haya firmado a favor de realizar el referéndum
revocatorio.
Afortunadamente el Matavotos
Corporativo nunca logra quebrantar la lealtad al proceso de los Socialistas
resteados, que depositan su fe en la definitiva y ahora dramáticamente
necesaria aplicación 3R; vale decir, en la purga que inevitablemente
habrá de colocar las cosas en su lugar. Pero es innegable que
en el ínterim el Matavotos Corporativo logra escamotear no pocos votos
de aquellos cuya fe en el proceso es más frágil.
Porque es que además de lo anterior, el personaje definitivamente mata votos cuando para mantenerse en la posición gerencial, asume el rol de Operador Electoral; operador que pretende a trompicones y coerción forzar la participación masiva de sus subordinados en marchas y concentraciones a favor del proceso, mientras por detrás hace irregulares adjudicaciones directas a empresas de sonido, transporte, refrigerios, fabricantes de franelas, banderines, en fin todo lo relativo a la realización de la actividad. De esta manera se lleva los méritos ante el Sr./Sra. Arriba por haber metido en la marcha o concentración a X número de personas que portaban la pancarta de la empresa o unidad de negocios en cuestión, todo lo cual le deja la seguridad de mantenerse en el puesto, además de lograr ganancia económica para sí mismo y para los amigos que contrata, y todo a costa de la participación de sus subordinados. Lo peor es que esto inevitablemente termina siendo del conocimiento de los asistentes a las concentraciones, quienes ante la imposibilidad de cuestionar directamente, lo hacen en el acto electoral correspondiente, bien por abstinencia o por voto castigo, para evitar que sigan proliferando estos ejemplares. Y es que esa es precisamente la meta del Matavotos Corporativo y de sus mentores: el resultado electoral adverso al proceso, del que son directamente responsables, pero que ocultan con la cantidad de personas que “metieron” en las marchas previas, además de haberse lucrado con el dinero que produjo la correspondiente movilización, y seguramente con los aportes de alguna sospechosa organización externa, como pago por servicios bien prestados. Claro está, que cuando efectivamente se produzca en el circuito la debacle electoral de La Revolución, esta “gente” (bueno, eso es un decir) siempre podrá recurrir a la excusa de la “mala” gestión de los alcaldes o gobernadores bolivarianos locales; y esa será precisamente su propuesta 3R.
Y muchos camaradas se preguntan
¿Como es posible tanta ceguera que mantiene al Matavotos Corporativo
y a sus mentores en sus puestos? Y la lógica respuesta no tarda en
llegar: es que se trata en realidad de fichas claves de la Contrarrevolución
Rojo-Rojita, que los quiere ahí, haciendo lo que hacen, matando votos
vía la desmoralización y desencanto que se produce en muchos seguidores
del proceso por el mero hecho que personajes de estas característica
sean nombrados gerentes o directores de empresas del estado, y porque
además, como hierba mala, parezcan reproducirse por doquier, con tranquila,
serena y absoluta impunidad.
Ya lo declaró alguna
vez un funcionario del Departamento de Estado “No necesitamos ocupar
militarmente a Venezuela, la Revolución Bolivariana caerá victima
de sus propios errores y contradicciones internas”, y agrego yo, está
en inminente peligro de caer victima de las ejecutorias del Matavotos
Corporativo y sus mentores, quienes cual quinta columna, siguen fielmente
instrucciones de acabar con el proceso, pudriéndolo desde adentro.
¿Cuantos votos de empleados
de las empresas del estado, de sus grupos familiares, y allegados habrá
matado el 26S el Matavotos Corporativo y el Sr. /Sra. Arriba?
Para aproximarse a una respuesta basta tener en cuenta las miles de
personas que laboran en las distintas empresas del estado y considerar
que por cada empleado desencantado, hay mínimo diez votos asesinados.