El ejército es la columna vertebral del estado. La supervivencia de este es a fin de cuentas su razón de ser fundamental, lo cual le confiere un carácter esencialmente político. El Ejército es una de las instituciones más políticas del mundo, dado que posee las herramientas para ejercer la acción violenta en los más críticos momentos para la pervivencia del establecimiento económico, social, cultural, y gubernamental. Las demás funciones como son el resguardo de las fronteras, administrativas o logísticas con las comunidades etc. Pasan a un segundo plano.
Las definiciones de apolítico y no deliberante no son más que la fachada para ocultar la necesaria incondicionalidad y ciega obediencia de los cuerpos militares a sus amos de clase a través del estamento político gubernamental. Porque se trata a fin de cuentas de un aparato para resolver los conflictos y enfrentamientos con las demás clases en el contexto social. La historia es generosa en ejemplos al respecto.
Experiencias para corroborarlo las hemos tenido en abundancia a lo largo de la vida republicana de los países latinoamericanos. Y una de las más recientes e ilustrativas, fue en Venezuela con la represión desatada contra la insurrección popular espontánea que se produjo en Caracas en febrero de 1989. Amparados en el discurso del orden público y la convivencia, las Fuerzas Armadas fueron lanzadas a la calle a masacrar a un pueblo desarmado, en verdad para resguardar el estado burgués.
Este hecho produjo un movimiento de rebelión interna dentro de las Fuerzas Armadas.
La revolución, como proceso de sustitución o cambio del estado burgués por el estado socialista, tiene como una de sus premisas fundamentales, la eliminación del ejército de la burguesía y el establecimiento del ejército revolucionario. Así fue con la creación del Ejército Rojo para sustituir al Ejército zarista en la naciente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Así fue en China popular. En Cuba con la creación desde el principio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cuya semilla fueron las victoriosas guerrillas campesinas del Movimiento 26 de julio. Y el Ejército popular Sandinista reemplazó a la Guardia Nacional somocista en Nicaragua.
Investigadores sociales
coinciden en definir al Ejército venezolano, a través de la
historia como un Ejército constituido con un alto contenido popular.
No solo por la extracción de la tropa, ya que ésta en todas
partes proviene de los sectores humildes, sino por su concepción misma
como ejército y por los orígenes de sus cuadros altos y medios de
mando. A diferencia de cualquier otro país latinoamericano, en Venezuela
cualquier hijo de obrero, de campesino o pescador, si se empeña, puede
escalar los más altos escaños en las jerarquías militares, llegar
a ser Ministro de Defensa y hasta Presidente de la República. Ello
le da un carácter atípico al Ejército venezolano en el contexto latinoamericano.
Los mandos de las Fuerzas Armadas no son elitescos sino populares.
Espíritu popular sembrado quizás en el momento mismo en que la vanguardia criolla, conductora de nuestro proceso independentista, comprendió la necesidad de una alianza de clases y de castas para derrotar el poder colonial español, conformándose en los llanos venezolanos el más formidable ejército popular, con cuyas lanzas, sus pies descalzos y espíritu indomable, se conquistó la libertad de todo un continente. De aquellos momentos de génesis, proviene el sentimiento bolivariano de los soldados venezolanos.
Sentimiento para la libertad y lo grande.
Sentimiento que no pudo ser eliminado por las interminables jornadas de mediatización y adoctrinamiento que generación tras generación aplicaron los agentes del imperialismo contra nuestros militares. Sentimiento que brotó cargado de entrega y heroísmo en Carúpano y el Porteñazo.
Una característica particular de la Revolución Bolivariana es que no disuelve el ejército sino que lo transforma. Las Fuerzas Armadas comprometidas con el pueblo, protagonistas también en el proyecto popular bolivariano, se transforman ellas mismas a la par con la transformación revolucionaria del país. El carácter pacífico de este proceso cuenta como garante importante con el desarrollo en el seno de la ahora Fuerza Armada de una vigorosa fuerza revolucionaria.
El ejército venezolano dejó de estar al servicio de la oligarquía lacaya del imperialismo, para convertirse al calor del proceso revolucionario en instrumento de las clases populares. Un ejército bolivariano para la preservación del naciente estado socialista. Permanencia de la unidad cívico militar fortalecida ahora con numerosos contingentes populares incorporados a través de las Milicias Bolivarianas. Pueblo en armas para la defensa de la revolución.
La verdad es la gran bandera revolucionaria.
Cuando el General Rangel Silva manifiesta el compromiso del ejército y su lealtad incondicional con la revolución bolivariana, está haciendo ejercicio del uso de la verdad. En la Revolución Bolivariana el Ejército es una herramienta política al servicio del pueblo, declarando a renglón seguido que de haber alguna escalada conspirativa, desestabilizadora, ejercito y pueblo en armas saldrán a dar la pelea. Esto sería el ABC del compromiso revolucionario.
Como aquel abril, que
cuando todo se consideraba perdido, el pueblo sabiamente, militantemente,
silenciosamente se fue reuniendo a las puertas de los cuarteles para
convocar a los militares revolucionarios al rescate de la institucionalidad,
de la democracia, de la revolución. Produciéndose en consecuencia
uno de los hechos más extraordinarios de la historia. Abril es testimonio
de que la dirección revolucionaria la tiene el pueblo y de que ahora
si, el Ejército venezolano es pueblo en armas. Sin caretas, con la
verdad por delante.
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