El Nuevo Socialismo
del siglo XXI implica la más amplia y diversa deliberación,
participación y protagonismo de múltiples
sujetos populares, de actores sociales, de movimientos sociales y fuerzas
políticas, quienes plantean puntos de vista concurrentes
ó conflictivos, reconociendo de entrada el “juego democrático”
y el “pluralismo radical”, propios de la condición histórica de
la sociedad actualmente existente y potencialmente por-venir.
El pluralismo
cultural, social y político condiciona aspectos fundamentales,
como el proceso de reconocimiento social de la diversidad, para
lograr establecer una sociedad justa, igualitaria, libre, radicalmente
democrática, participativa y protagónica, constructora del
bien común, multiétnica y pluri-cultural. Allí están
los valores y principios indispensables que permiten renovar la construcción
socialista para el siglo XXI.
Por tanto, hay
claros cuestionamientos, por ejemplo, de las doctrinas capitalistas
neoliberales (que consideran que la “justicia social” es un
sin-sentido-Hayek), o del monolitismo ideológico que caracterizó
a las sociedades que experimentaron el dictat del pensamiento
único de izquierdas- (Stalin y el “marxismo soviético”).
Ni pensamiento
único de derecha ni pensamiento
único de izquierda. Por una razón muy simple, el pensamiento
único, con toda su rigidez cognitiva, con todo su integrismo moral,
con toda su pasión intolerante, puede fecundar en cualquier segmento
del arco ideológico del espectro político (incluso en el llamado “centro
radical”, que condena moralmente la distinción ideológica entre
derecha-izquierda).
No se trata
por cierto, de instituir prohibiciones legales contra el “pensamiento
único” de derecha o de izquierda (una legalidad reaccionaria
o una legalidad sectaria), pero si de debilitar al máximo, a través
de la lucha de tendencias y opiniones, las condiciones de posibilidad
políticas para establecer su dictat ideológico como “pensamientos
de la dominación”.
En cuestiones
de pensamiento, no hay que ceder ningún terreno frente al despotismo
de cualquier signo ideológico. En este terreno justamente hay
que analizar las luces y sombras del proyecto la Ilustración o la Modernidad,
sea central-hegemónica o sea periférica-subalterna.
El socialismo
democrático, participativo, de avanzada por el que vale la pena
luchar hasta el final se enmarca en lo establecido jurídicamente en
el art. 3 de la Constitución Bolivariana: El Estado Democrático
y Social de Derecho y de Justicia, tiene como fines
esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto
a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la
construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción
de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento
de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta
Constitución. La educación y el trabajo son los procesos fundamentales
para alcanzar dichos fines.
Bajo la hegemonía
del pensamiento único de derecha o de izquierda, es prácticamente
imposible alcanzar estos fines. Habrá que recordar que los saberes
contra-hegemónicos son pensamientos contra las dominaciones y sumisiones
del espíritu. Habrá que recordar al enrague y cura del pueblo
Jacques Roux (1752-1794) cuando decía que:
"La libertad no es otra cosa que un fantasma inútil, cuando
una clase de hombres puede reducir al hambre impunemente a la otra.
La igualdad no es otra cosa que un fantasma inútil, cuando el rico,
mediante el monopolio, ejerce el derecho de vida y muerte sobre sus
semejantes. La República es un fantasma inútil, cuando la contrarrevolución
se asienta día a día en el precio de los productos que las tres cuartas
partes de los ciudadanos no pueden conseguir sin derramar lágrimas."
La democracia podría ser un fantasma, una farsa, cuando el representante existe gracias a que el representado sólo puede emplear su esfuerzo y tiempo en procurar sólo la subsistencia. En medio de la miseria y la pobreza, la democracia participativa resulta un imposible. La clave del liderazgo revolucionario y democrático reside en las actitudes emancipadoras de Simón Rodríguez, en el aprendizaje del autogobierno popular (en fin, una educación política para la libertad, la igualdad y la ciudadanía republicana).
jbiardeau@gmail.com