Esta niña bella que apenas tiene doce años de nacida, y que más bien parece que fuesen doce meses porque cada vez se nota más y más tierna, cuyo nombre es Revolución, no debe bajar la guardia en ningún momento. Su permanencia en el tiempo depende de múltiples factores: desde saber encontrar salida a los atávicos problemas de nuestro pueblo hasta enfrentar y derrotar la manía imperialista de pulverizarla pasando por los entuertos que su propia existencia ve nacer y crecer en su interior. ¿Que a qué nos referimos? Vayamos al grano.
La juventud actual –la de izquierda, por supuesto-– no tiene dudas en cuanto a la necesidad de desaparecer los viejos valores que llevaron a la Patria al menos cero de los antivalores. Pero dentro de ese imprescindible conglomerado de muchachas y muchachos hay un sector que debe angustiarnos. Es aquél que a sabiendas del antagonismo existente entre socialismo y drogas, no pelan ocasión alguna para saludar, mínimo, un porro. Y no nos caigamos a mentiras ni tratemos de ocultar el Sol de un solo yerbazo: “vi correr la droga como caramelo. Vi niñas de 12 años tiradas en el piso víctimas del alcohol y la droga” me dijo un amigo –joven para más señas– que acudió a uno de los más recientes festivales organizados en nuestra ciudad. “Es que eso para ellos es normal. Van no sólo por la música. Yo estuve en un toque en la avenida Urdaneta y hasta uno de los cantantes dijo públicamente, que lo primero que haría al bajarse de la tarima sería casarse con la mata aquella”, relató otro panita. La cosa es, pues, pública y notoria.
No descarto que hasta el bautizo de pajúo puedan endilgarme algunas o algunos, y me preguntaría en consecuencia quien lo es más: ¿yo por ventilar el asunto o quienes con el cuento de ser revolucionarios se lanzan su perico poniendo en jaque el proceso que arrancó en 1998, justamente para barrer con tan aberrantes prácticas, propias del capitalismo?
La dirigencia juvenil honesta y verdaderamente de izquierda, tiene la palabra.
ildegargil@gmail.com
