Mucho me agradó leer la entrevista que le hizo Rebelión (a través de Salvador López Arnal) a Constantino Bértolo Cadenas, experto en Filología Hispánica, de la cual se pueden aprender muchos e importantes conocimientos o enseñanzas de marxismo. Sin embargo, me llamó mucho la atención una afirmación que hace el camarada Constantino Bértolo Cadenas de que para el gran maestro del proletariado y eminente científico social marxista, el camarada Lenin “…la conciencia viene de fuera…”.
No me atrevo a ponerme a polemizar con el camarada Constantino Bértolo Cadenas, sus conocimientos sobre marxismo son demasiado superiores a lo míos y, además, es un experto en el estudio científico de las manifestaciones de los pueblos, a través de la lengua y las obras literarias. Medio chuzo o, mejor dicho, chuzo completo.
Ahora, sin la venia del camarada Constantino Bértolo Cadenas, me permito expresar un criterio que a lo mejor no comparte. Si fuese así, le ruego a las almas de Marx y Lenin, hablen con el camarada antes mencionado, para que no me vuelva añicos en caso de considerar que estoy errado.
Es completamente cierto que el camarada Lenin dijo que la conciencia (para sí) al proletariado se le enseñaba desde fuera; es decir, aportada o enseñada por los intelectuales al servicio de la revolución proletaria o del marxismo. Pero, así lo creo por haberlo leído, Lenin no se quedó en esa idea o afirmación.
Cuando Lenin sostenía que la conciencia le venía al proletariado de fuera, existía una gran polémica en Rusia no sólo en torno al problema de la conciencia, de que el proletariado no la podía adquirir desde dentro sino, igualmente, muchísimos camaradas creían que para triunfar la revolución socialista era indispensable que la clase obrera fuera mayoritaria en un país. Lenin estaba en el grupo de los que creían en la primera idea. Pero Lenin jamás entendió el conocimiento como algo eterno y divino, nunca pensó que el marxismo ya lo había dicho todo y, mucho menos, llegó a pensar que los comunistas eran los únicos poseedores de la verdad. Lenin siempre fue un estudioso de lo fenómenos sociales, de las doctrinas científicas, de las realidades históricas y, especialmente, de los cambios que se producían en las situaciones concretas de tiempo y lugar. Era un genio para cosas de estrategia como de táctica en la lucha política de clase y de partido político.
El camarada Lenin poseía una gran capacidad de rectificación. Le gustaba precisar sus creencias guiado por esa regla de medir siete veces antes de cortar la tela. Lenin fue el grandioso sastre y eminente cirujano de la revolución proletaria rusa. Cuando los hechos comprobaban una hipótesis en la cual no creía el camarada Lenin, inmediatamente éste aceptaba el error y lo corregía con una velocidad de científico que hacía su camino andándolo en los laboratorios de la práctica social, es decir, de la lucha de clases como motor de la historia comprobando o rechazando hipótesis.
Lenin, no recuerdo el año de la primera década pero creo fue entre 1904 y 1906, entendió que estaba en un gravísimo error al creer que el proletariado sólo adquiría conciencia si los intelectuales se la llevaban desde fuera. Por ello, igualmente, pasó a creer que también la adquirían desde dentro teniendo como fundamental escenario la lucha de clases donde los obreros, producto de la explotación a su fuerza de trabajo y su luchas económicas y políticas, logran hacerse importantísimos juicios teóricos. No olvidemos que el proletario Joseph Dietzgen fue un filósofo autodidacta ya que sin una preparación académica filosófica llegó por su cuenta a concepciones básicas del materialismo.
De tal manera, con el mayor respeto por el camarada Constantino Bértolo Cadenas (y sin ningún ánimo de polemizar con él y, mucho, menos, cuestionarle sus ideas), decir que en la concepción de Lenin la conciencia viene de fuera limitando allí su posición en esa materia, me parece, que es como ponerlo a cojear, a ver la realidad con un solo ojo, es decir, como mutilarle su pensamiento y su obra. En este mundo de hoy (año 2012 del tercer milenio), sin desmedro absolutamente de nadie y, mucho menos, de los científicos sociales, ningún estudioso de historia o de sociología o de política o de economía o de ideología o de religión, por no seguir nombrando otras ciencias y otras ideologías, es decir, ninguna persona está a la altura o posee el cúmulo de conocimientos que hasta 1924 distinguió al camarada Lenin. Sólo le pido perdón al camarada Fidel por ser, para mí, el cerebro más brillante y culto de las últimas décadas. Eso es lo que a veces sorprende que habiéndonos dejado un legado tan rico como lo hicieron Marx, Engels, Lenin y Trotsky –especialmente- para las generaciones que vivieron y vivimos después de aquellos no estemos en capacidad de saber todo o dominar lo que ellos supieron y dominaron en teoría en la actualidad y muchos andemos averiguando y cayéndonos a balazos de palabras buscando descubrir un concepto correcto de socialismo o discutiendo si tiene o no vigencia el marxismo en este tiempo. Que las almas de esos cuatro sabios, ilustres maestros del proletariado y su revolución, innegables y valiosísimos enriquecedores del pensamiento social, nos perdonen o nos juzguen. Ya vamos a cumplir cien años de la histórica Revolución Rusa, de Octubre o Bolchevique y en este bendito planeta todavía no estamos tan cerca del socialismo como algunos creen, aunque muchas revoluciones han arrancado el poder político a las burguesías.
Si alguien, por sectarismo o dogmatismo, me dijera:”Estas totalmente equivocado y repites, como loro, la posición de los contrarrevolucionarios o de los agentes del imperialismo”, le respondería: No, no, no voy a defenderme de tus agresivas y ofensivas acusaciones, pero te digo lo siguiente: No lo digo yo, lo dijo Lenin basándose en lo dicho por Marx de que la Revolución triunfaría –en su tiempo- en los países más avanzados del capitalismo y, luego, el resto del mundo entraría en ella como Pedro por su casa. Se olvidan que Lenin dijo que sin el triunfo de la revolución en Alemania perecería la Revolución Rusa y por ello fue que practicó todo el internacionalismo proletario o revolucionario posible para hacer de ese sueño una realidad. Ahora, si la Revolución hubiese triunfado en Inglaterra o en Francia, otro gallo hubiese cantado a favor de la Revolución Rusa. Sin embargo, mientras no triunfe la revolución proletaria en los países conocidos como imperialistas, los procesos revolucionarios que detentan el poder político en naciones menos desarrolladas o subdesarrolladas tienen que vivir transiciones muchas veces dolorosas y realizar esfuerzos estoicos para no dejarse vencer por las adversidades y por los planes macabros de los imperialistas. Baste, en este momento, mirarse en el espejo de Grecia donde las crisis mantienen en jaque al pueblo griego sometido a lo rigores del capitalismo salvaje y gana la derecha ofreciéndole un capitalismo de mayores sacrificios sociales a los muchos para favorecer a los pocos y, por si fuera poco, surge con fuerza la expresión nazista de la política con un 16% de la población votante. ¡Que horror! ¿Cuándo, cuándo el proletariado de los países imperialistas adquirirá conciencia, desde fuera o desde dentro, para que rompiendo con todos los criterios y preceptos de fronteras se arreche y haga la Revolución Proletaria guiándose por el imprescindible principio del internacionalismo revolucionario?