Se aproximan días brillantes en Venezuela. El 7 de octubre marcará la entrada a un nuevo periodo histórico: 2013 será un año de definición para el proceso revolucionario, y lo que pase el 7 lo determinará en gran medida. Hagamos un poco de historia, indaguemos cómo llegamos hasta esta hora crucial.
Con el arribo de Hugo Chávez al gobierno, el país entra en una turbulencia política, la vieja hegemonía del pacto de Punto Fijo, una especie de Concertación que sirvió a la burguesía para estabilizar su dominación durante casi medio siglo, estalló en pedazos y se abrió la pugna por la conducción de la nación.
Muchas etapas ha vivido la revolución. Al principio, la hegemonía la tuvo la derecha civil y militar. Chávez era poco menos que un prisionero aislado dentro del palacio de gobierno. Luego, derrotada la derecha golpista, el peso de la conducción nacional lo ejerció la pequeña burguesía, tremendista, oscilante en sus planteamientos y capitalista en su accionar. La lucha interna recrudeció.
Esta corriente morigeró la marcha hacia el socialismo a la que Chávez convocó al país, planteó extravíos, transiciones que durarían siglos, convivencias con el capitalismo, organización egoísta. De esta manera infligió un duro golpe a la conciencia del deber social, al sentido de sociedad de las masas, pilar fundamental del socialismo.
Podemos resumir estas etapas de la revolución como las de un enfrentamiento entre corrientes no socialistas, entre facciones del capitalismo que simultáneamente ofreció holgura, grietas para el avance, la maduración de las ideas y de las fuerzas revolucionarias.
La revolución, aún dirigida por la pequeña burguesía, pudo derrotar los intentos de la burguesía desplazada del poder. Lo hizo en el golpe de abril (2002) y en el sabotaje petrolero (2002-2003). De esta forma, y con una alta renta petrolera, pudo desarrollar con cierta comodidad su proyecto.
La pequeña burguesía en el poder rápidamente comenzó a tener dificultades en la aplicación de su proyecto de sociedad. Tenía que tenerlas. Su ideología no le permite ir más allá del capitalismo, a lo sumo pretende humanizarlo, pero sin éxito. Sólo consigue proponer cambios que dejan intacta la ética capitalista, el egoísmo y, simultáneamente, arropa su incapacidad con un discurso estridente, seudorrevolucionario.
Podemos decir que aquí se cumple el axioma “todos los caminos del egoísmo conducen al capitalismo”. La pequeña burguesía se aleja cada vez más del socialismo, no puede avanzar y al no hacerlo se confunde con la burguesía desplazada. Se puede diferenciar sólo en las formas, no en el fondo, para terminar, después de un largo rodeo, contribuyendo con los intereses del capitalismo, de la burguesía. Así debilita a la revolución y abre paso a la restauración del capitalismo, cruenta o pacíficamente.
En medio de este enfrentamiento interburgués, la clase obrera, que al principio peleaba bajo la dirección de la pequeña burguesía, comienza a dar pasos hacia su concientización, hacia el encuentro con su ideología revolucionaria que ahora la impulsa a superar el economicismo. Aparece así un fenómeno alentador: en el seno de la clase obrera ocurre la batalla ideológica más importante de toda la historia de la revolución.
Por primera vez la ideología proletaria, la verdaderamente socialista, entra en combate y se riega rápidamente en el corazón de la clase obrera, la dota de sus propias metas, la encuentra con su papel histórico: liberar a toda la sociedad del trabajo enajenado, de la hegemonía del egoísmo de la propiedad no social de los medios de producción, avanzar hacia el socialismo.
CAPITALISMO VS. SOCIALISMO
El combate se plantea ahora por primera vez entre el capitalismo en sus diversas variantes, representado conspicuamente por Henrique Capriles, que con desfachatez plantea el impulso a la propiedad privada de los medios de producción, la privatización de la petrolera y las empresas básicas de Guayana.
Cultiva los sentimientos más viles, el egoísmo llevado a niveles de demencia. Propone que no nos preocupemos por el planeta, por la vida en peligro de extinción, sino que sólo veamos lo mezquino de un falso bienestar inmediato a costa de cualquier otra consideración. Es el capitalismo salvaje en su expresión fascista, enfrentado a Chávez, a la clase obrera, a una revolución que después de largo camino encontró a su clase motora que le da fuerza para, como decían los clásicos, “tomar el cielo por asalto”, fundar un mundo con la mayor suma de felicidad posible.
El momento es estelar, nunca antes la clase obrera había estado tan preparada para asumir su papel histórico, nunca antes las condiciones habían sido tan propicias para el avance hacia la liberación de la sociedad, hacia el socialismo.
Es claro que los días que vendrán serán de enfrentamiento. Es importante precisar ¿quiénes, cuáles clases participarán en la pugna? Veamos.
Primero encontramos a los pequeñoburgueses dentro del proceso queriendo morigerar las contradicciones, ignorarlas. Su proyecto ahora es regresar a una especie de Concertación, de pacto de Punto Fijo, una recomposición con diferentes caras de la dominación burguesa. Hablan sólo de “democracia burguesa”, olvidan con desfachatez que el camino es hacia el socialismo; lo esconden.
Después del fracaso de su proyecto inviable, regresan a su lugar natural: el capitalismo. Ya han avanzado mucho en la concertación económica, plantean con desparpajo convivencia y estimulación del capitalismo criollo, procuran crearse una imagen inofensiva para el capital, una “revolución” permitida. Trabajan en la concertación política. Al lado de los pequeñoburgueses internos encontramos a los tradicionales políticos de derecha y centro que representan a sectores de la pequeña burguesía externa al proceso, tendiendo puentes hacia el neopacto.
LA CLASE OBRERA
La situación de la clase obrera es de estudio obligado para entender cuál será el futuro. Encontramos una fracción aún dominada por los dirigentes economicistas, que oscilan entre la falta de arraigo en las bases obreras, la gestión del reparto de la renta petrolera y la necesidad de participar, de acompañar al proceso revolucionario que no comprenden, no lo sienten suyo.
Al contrario, lo contraponen con sus costumbres y su ideología economicista, están sumergidos en la lógica del capital. A su lado vemos una fracción anarcoide que no comprende los cambios en la política nacional, las posibilidades revolucionarias que representa el Comandante Chávez, y se confinan en una suerte de control obrero que termina siendo una forma “eficaz” de reclamar una parte de la renta petrolera, y de debilitar la posibilidad socialista.
Así se apartan de la política, de la disputa de la hegemonía para la revolución, del encuentro con su papel histórico. Esta fracción se encuentra principalmente en las empresas básicas de Guayana, donde se pueden ver obreros exigiendo dividendos en empresas que no han dado ganancias, o sindicatos de obreros accionistas de empresas del Estado.
Los obreros petroleros son la esperanza: allí se detecta el esfuerzo por desperezarse de años de adormidera; hay trabajo voluntario, se forman sindicatos políticos, se intenta otra relación con el trato de las reivindicaciones, se entiende que el propietario es la sociedad. Pero, sobre todo, se toma conciencia del papel que deben cumplir en esta etapa: ayudar al avance hacia el socialismo, ser ejemplo, ser guía en esa marcha, irradiar su ideología al resto de la sociedad.
A la burguesía la habitan dos tendencias principales: los que antes dieron un golpe de Estado, sabotearon la industria petrolera, pero ahora transitan, con poco éxito, la vía electoral, y los que no creen en la vía electoral y se mueven en la preparación de un zarpazo fascista. Las dos tendencias tienen vasos comunicantes y se fusionarán de acuerdo al éxito que cada una vaya alcanzando en los próximos días.
¿CUALES SON LAS POSIBILIDADES FUTURAS?
Es arriesgado ejercer la adivinación, pero hay elementos para plantear algunas posibilidades. Veamos.
Una, el día de las elecciones la derecha se adelanta y presenta resultados no oficiales: este gesto que será refrendado por sus adláteres en el norte, decreta una desobediencia civil que no sabemos quién la apoye y hasta dónde pueda llegar. Hay declaraciones que afirman esta conjetura: Ricardo Hausman, asesor de Capriles, declara al diario El Mercurio de Chile que cuentan con un “ejército” de 200 mil militantes desplegados en las mesas electorales que recogerán los resultados, y la dirección burguesa los dará antes que el Consejo Nacional Electoral. Además, la dirección de derecha no reconoce la autoridad del Consejo Nacional Electoral y hablan sin tapujos que el gobierno prepara un fraude.
Segunda posibilidad, el ala no electoral ensaya saboteo, buscando producir un efecto Madrid, un hecho extraordinario que produzca un giro en las encuestas, o precipite un golpe de Estado. Esta posibilidad siempre está presente, más aún cuando el país tiene una posición soberana que no toleran los gringos, ni los israelíes, ni los gobiernos de la ultraderecha europea.
Tercera posibilidad, Chávez gana por estrecho margen, en este caso se dispara un escenario similar a la primera posibilidad, el gobierno se debilita y es terreno fértil para el golpe o el pacto; en los dos casos el socialismo será relegado, la revolución retrocede.
Cuarta posibilidad, Chávez gana por amplio margen, el gobierno se fortalece, y en su interior ocurre una feroz lucha de clases, se formarán dos bloque principales: uno, los pequeñoburgueses y los obreros economicistas reclamarán para ellos los méritos del triunfo, intentarán implantar su camino como el correcto. El socialismo será confinado a la ocasional retórica. Dos, los obreros conscientes profundizarán su estudio y su acción política y aprovecharán las condiciones favorables para impulsar un frente histórico socialista. Su avance será acelerado, las condiciones lo permitirán. De la conducta de esta fracción, de su acierto político, de su voluntad de unidad, de entrega, de su valentía para romper con el economicismo y confiar en la altura de miras de la masa, dependerá el destino de la revolución.
Queda una quinta posibilidad, “gana Capriles”. Ni la consideramos, no es posible. Su candidatura muestra unas encuestas lánguidas, y en lugar de avanzar se deteriora, se cae a pedazos. Connotados oportunistas abandonan esa candidatura, y ya sabemos que son los oportunistas los primeros en abandonar los barcos que sienten en graves dificultades.
La revolución necesita un gran triunfo el 7 de octubre, esa será la manera de abrir con fuerza el periodo de lucha interna entre el socialismo y la restauración capitalista. Serán días brillantes, de definición. El triunfo dependerá de la agudeza teórica, práctica, de los revolucionarios, de la clase obrera consciente.
Chávez con su actitud, con su tino político, su alto sentimiento amoroso, ha conseguido llevarnos a esta confrontación final, definitoria. Nunca la revolución había avanzado tanto en este país y quizá en el continente. Nunca había conseguido crear las condiciones para un triunfo definitivo. Ahora es deber de los revolucionarios, de los obreros, apoyarlo con la teoría y la práctica en la hermosa tarea de consolidar la posibilidad socialista. Las condiciones son brillantes, hay oportunidad magnífica para el cambio radical, vivimos días luminosos para la revolución. Tenemos un líder: Chávez; tenemos un pueblo que ha dado muestras de desprendimiento y altruismo a través de la historia y reúne las condiciones espirituales para entender el sentimiento socialista, y tenemos las ideas justas, correctas. No hay excusas para detenernos.