La consolidación del Poder Popular con el actual proceso revolucionario, representa para el pueblo venezolano la cristalización de una aspiración que sistemáticamente a través de la historia había sido obstaculizada por la burguesía, los políticos y militares de derecha, junto a la cúpula de la iglesia católica, ávidos de poder, para cuyos fines recurrieron a toda clase de tropelías contra la soberanía venezolana y la dignidad de todo un pueblo que desde la conquista apostó por la liberación del dominio imperial, sentimiento que fue recogido y capitalizado por el Libertador Simón Bolívar. Con su capacidad y liderazgo, Bolívar, alcanzó a darnos la independencia como país, pero la traición de las clases antagónicas a su pensamiento lo llevaron al sepulcro viendo truncado su proyecto de la Gran Colombia anti imperialista, porque su visión le había llevado a alertar sobre el peligro que para la América hispanoparlante representaba Estados Unidos de Norteamérica y, en tal sentido advirtió: “Los Estados Unidos de Norteamérica, parecieran destinados por la providencia para plagar de hambre y miseria a la América Latina, en nombre de la libertad”. Vaya que premonición y, cuanto nos ha costado sacudirnos ese yugo, que hace 200 años avizorara nuestro libertador.
La población aborigen, rebelde por naturaleza, unida a los esclavos traídos de África, también con su amor a la libertad, consolidaron una férrea resistencia, que sirvió de plataforma a los libertadores para librar la guerra de independencia. La sangre aborigen y africana regó los campos de batalla del continente, mientras la burguesía, cómodamente elaboraba su proyecto de sociedad conjuntamente con los realistas, para que una vez expulsadas las tropas imperiales, adueñarse de los laureles alcanzados por los desposeídos y bajo engaño volver a dominarlos como en efecto lo hicieron, en alianza con las potencias coloniales, que cambiaron espadas, cañones y mosquetes por dinero para comprar espacios y conciencias.
A partir de 1830, hicieron ebullición las apetencias de los traidores y en connivencia con las potencias imperiales desmembraron el continente liberado para convertirlos en parcelas para su explotación. Desde entonces los pueblos Latinoamericanos y en particular el venezolano, se convirtieron en un tejido de resistencia y pese a las represiones y matanzas ejecutadas por los gobiernos títeres, el alma del nuevo mundo, no descansó nunca y hasta hoy permanece en batalla permanente contra la dominación imperialista y sus lacayos, las “Malinches” que abundan como hierba mala.
En Venezuela las dictaduras, militares y civiles siempre aplastaron el menor asomo de protesta y los intentos por enarbolar las banderas bolivarianas del anti imperialismo y por eso vemos como Castro fue traicionado por Juan Vicente Gómez, quien durante 30 años sirvió de verdugo al imperio del norte, sometiendo a Venezuela a la ignominia y a la más vergonzante condición de colonia silente y agradecida al amo. A la muerte del sátrapa y tras el período de transición, ganó a la presidencia por elecciones, el General Isaías Medina Angarita, primer patriota en llegar con un proyecto de país, con miras a la independencia del yugo externo. Pero una vez más los políticos y militares de derecha se aliaron a la oligarquía y obispos, cuyos intereses estaban en riesgo con el progresista gobierno y dieron al traste con esa esperanza. Por supuesto que en este complot, estuvieron Rómulo Betancourt de Acción Democrática y Rafael Caldera Rodríguez de COPEI, aliados con Carlos Delgado Chalbauth, Marcos Pérez Jiménez y otros militares ambiciosos, que protagonizaron la mal llamada “Revolución del 45”, que no fue otra cosas, que un golpe infame a las aspiraciones populares.
Luego vendría el efímero gobierno del escritor Rómulo Gallegos, derrocado por los mismos personeros que atentaron contra la administración de Medina Angarita, porque se desvió del libreto que le habían impuesto antes de ser electo. Se implantó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, tras el asesinato de Carlos Delgado Chabauth, en 1952, que pretendía llamar a elecciones. Una vez más el pueblo revolucionario se mantuvo en resistencia.
Vino el 23 de Enero de 1958, historia ya conocida, donde nuevamente el pueblo puso los muertos, tiñó con su sangre montañas, veredas, caminos reales, calles y avenidas de la golpeada patria, mientras los mismos actores políticos y militares de derecha afinaban, bajo la mirada vigilante del Departamento de Estado el modelo de sociedad y de país que sustituiría al Nuevo Ideal Nacional, del títere Marcos Pérez Jiménez, que ya no convenía al imperialismo norteamericano.
Efectivamente, apenas huyó el tirano regresaron los “héroes” desde sus exilios dorados, unos y otros desde las mismas entrañas de la dictadura, para apoderarse de la victoria popular e instaurar un régimen de oprobio, que pagó con persecución, asesinato y desaparición forzosa, a quienes le habían servido en bandeja de plata el poder. Y es que los embaucadores de la derecha lograron engañar hasta al Partido Comunista de Venezuela, que cayó en el juego a la democracia de la burguesía y aplaudió con entusiasmo la propuesta de llamado a elecciones de inmediato, lanzada por los traidores que ya estaban al servicio de la CIA y del Pentágono, tal como lo demostró Rómulo Betancourt, una vez que se hizo del poder a través de las amañadas elecciones. “El padre de la democracia representativa”, gobernó durante cinco años con las garantías suspendidas y bajo la consigna de : “Disparen primero y averigüen después”. Su sucesor, Raúl Leoni, “El Presidente bueno”, inauguró la figura de las desapariciones forzosas, acogida como herramienta maestra por las dictaduras del Cono Sur, para a través de la “Operación Cóndor”, en nombre de la lucha contra el comunismo acallar a sangre y fuego las voces disidentes. Luego vendría el socialcristiano Caldera, que con su célebre “Operación Vanguardia” llenó de cadáveres de inocentes lasa calles, avenida, veredas y campos de Venezuela, en nombre de la lucha contra el hampa.
Vendría después el inefable Ministro de Policía de Betancourt, Carlos Andrés Pérez, con su proyecto “Democracia con Energía”, que continuaría con la misma políticas de sus mentores Betancourt y Leoni. De ese quinquenio se recuerda con mayor énfasis el asesinato del líder luchador social, fundador y Secretario General de la Liga Socialista Jorge “Carorita” Rodríguez, educador y combativo dirigente contra los revisionistas y contra la dictadura civil, disfrazada de gobierno democrático. Le sucedió el Socialcristiano Luis Herrera Campins, sin ningún cambio a excepción de sus refranes la tarjeta electoral que era verde. Volvió luego AD, con Jaime Lusinchi tan represivo, farsante y corrupto, como sus antecesores. Este personaje, célebre por la institucionalización del baarraganato en Miraflores y, aquello de que “La banca nos engañó”, cuando no encontró como justificar la bancarrota en que había sumido al país.
A este inmoral y corrupto agente del imperio lo sustituyó en su segundo mandato Carlos Andrés Pérez, quien impuso a trocha y moche le paquete económico recetado por el Fondo Monetario Internacional y administrado por un eficiente alumno de las “Chicagos' Boys” Miguel Rodríguez, que el pueblo bautizó, como Miguel Paquetico. Esta agresión demasiado descarada y la soberbia y autoritarismo, rebosó el vaso y el 27 de Febrero de 1989, a pocos meses de haber iniciado el segundo periodo de CAP, la semilla sembrada en los cerros, por la rebelión armada de los 60, liderada por el binomio, Frente de Liberación Nacional y Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, irrumpió y bajaron los cerros a reclamar justicia y a rescatar el espíritu del 23 de enero, que en su momento había representado para el pueblo un 19 de abril de 1810. La burguesía desde su puesto de Comando, con Ítalo Delvalle Aliegro, como Ministro de la Defensa y Alejandro “El Policía” Izaguirre”, como Ministro del Interior, lanzó todo el poder represivo del Estado, contra un pueblo indefenso, que fue masacrado y se estima que alrededor de tres mil personas rindieron sus vidas en la escalada represiva desde el 27F hasta mediados de marzo, con un toque de queda como licencia para matar entregada a los cuerpos de seguridad.
Esta insoportable situación llevó a los jóvenes oficiales del MBR 200 a protagonizar la Rebelión de la
Dignidad, el 4 de Febrero de 1992, cuyo fracaso como operación militar se convertiría en victoria política, con el histórico “Por Ahora” del Comandante del movimiento Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, gracias a los escasos minutos en las pantallas de la TV, que le concedieron sus captores, como única condición que puso el joven oficial para deponer las armas y rendirse. Luego vendría el 27 de noviembre del mismo año 92, liderado por el General Visconti de Aviación militar y de allí se desencadenaron los hechos de resistencia, contra la podrida democracia representativa, inmoral y corrupta sostenida a sangre y fuego por la burguesía, políticos y militares de derecha, junto a la cúpula de la Iglesia Católica, que jamás se ha colocado al lado del pueblo, pero si ha estado presta a bendecir las bayonetas y fusiles, con que se reprime a los pueblos.
El fin de esta pesadilla que venía padeciendo el pueblo desde fechas inmemorables, vino a caer definitivamente el 6 de diciembre de 1988, cuando el pueblo con abrumadora mayoría, venciendo a la canalla mediática nacional e internacional y a las trampas electorales de las mafias de la IV República, eligió presidente al Comandante Hugo Rafael Chávez Frías. Una vez más la burguesía, los militares de derecha y la cúpula de la Iglesia Católica, intentaron arrebatar la victoria al pueblo venezolano y se montaron en la aventura del paro petrolero que arruinó al país económicamente y dejó centenares de muertos, el golpe de estado del 11 y 12 de abril de 2002, que el pueblo respondió con el 13, que puso en fuga al sátrapa Pedro Carmona Estanga y sus secuaces, rescatando al presidente y volviéndolo a su puesto en menos de 40 horas. Ahora nuevamente este bravo pueblo, enfrenta la arremetida del imperio, con sus lacayos, manitas blancas y una vocera de venenosa de la oposición, que para ella la soberanía del país, es ir a la Casa Blanca a mostrarle las rodillas al inquilino de ese palacio, mientras clama por una invasión militar a nuestra patria.
Pero esta vez, la oligarquía no se saldrá con la suya, porque ya no somos el mismo pueblo del 19 de abril de 1810, tampoco el del siglo XIX, ni de comienzos del siglo siglo XX. Ahora somos un pueblo, con claridad ideológica, con un arraigado espíritu de lucha, que olvidamos el personalismo y aprendimos a hablar en colectivo y con un proyecto de país y de sociedad, que la corrupta y apátrida derecha no puede confrontar, porque su sistema se agotó y el socialismo del Siglo XXI, lanzado al mundo por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, es un una llama que ha incendiado la pradera del mundo capitalista, que se derrumba paulatinamente. Por eso decimos que el sueño del 19 de abril se hizo realidad con la revolución bolivariana, que tuvo sus raíces allí y que brotó a lo largo de la historia, con la resistencia indoblegable del pueblo venezolano.
Periodista*
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