Qué hay inflación, es verdad; que hay inseguridad, también es verdad; que la economía es dependiente, es cierto; que tenemos corrupción, burocratismo, ineficiencia, mediocridad, improvisación y vagabunderías a granel, no se puede negar. Qué la ausencia de Chávez dejó un vacío tremendo, tampoco puede ocultarse, pero igualito con la patria me resteo.
Y no se trata de chavismo religioso, de irracionalidad emocional, ni ninguna de esas tonterías que le gusta decir a los politólogos, sociólogos, “expertos analistas” y encuestólogos, para hallar explicaciones a un fenómeno social que rebasa sus miras conceptuales, porque en el fondo analizan todo con filtros académicos neoliberales.
Tampoco es un radicalismo disociado, ni ceguera ideológica, ni locura temporal, ni nada de eso. Es sencillamente plena conciencia de clase, porque no me apellido Mendoza, Machado, Zuloaga, Zing o Bloom, porque no soy hijo de “Los amos del valle”, porque estoy claro de quién soy y de dónde vengo y porque Capriles representa lo más rancio de esa oligarquía hipócrita, ladrona y comemierda que secularmente le ha apostado a sus propios intereses, pero nunca a eso que llaman el “interés nacional”.
El menú político sigue presentando sólo dos opciones: la patria o la antipatria; la esperanza o la nada; la dignidad o el entreguismo lacayo. Ya comienzan a caerse las caretas, en Colombia Santos se da la mano con el sionismo asesino, mientras hienas, buitres y ratas se alborozan en sus oscuras madrigueras de Panamá, Perú y Miami porque sueñan con una debacle, un cataclismo, un retroceso de la historia.
Pero este pueblo como decía el gran Alí es sabio y paciente, pero nunca pendejo. Los de abajo, los de atrás, siguen claritos, a pesar del reguetón, de la Polar y de Sábado Sensacional. ¿Aquellos que juegan con candela, será que no saben que pueden achicharrarse?. Aunque haga calor, yo con la patria me resteo … y tú?
