El viejo Mauro me cayó bien por dos cosas. Mejor dicho: hubo dos cosas que tuvimos en común que siempre hicieron que lo viera con gran y sincera simpatía. La primera fue su amor por los medios de comunicación social. La radio, sobre todo. Supo ese fajador, de la importancia del manejo de ese canal de lucha. Y nos pasó lo mismo: ¡nos hicimos radioadictos transmitiendo desde una cabina!
La segunda, más amigable aún, más humana, más combate: él y yo, hijos de Catia. Él y yo, vástagos de una zona históricamente curtida de rebeldías, reacciones, arrecheras y alegrías, muchas alegrías. Sin menoscabo del arraigo que válidamente se tenga hacia otros sectores caraqueños, ser catiense es orgullo, dignidad y razón de ser. Cómo será, que el propio Comandante Hugo Chávez jamás negó amor y mimo para ese punto del Oeste capitalino.
“Yo también soy de Catia” le dijo al propio Mauro en octubre de 2011 en pleno acto del lanzamiento del Gran Polo Patriótico. “Soy Hugo de Catia” señaló días después vía telefónica a YVKE Mundial a través del programa, Una tertulia con Mauro de Catia.
Voló el viejo. Se elevó y nos dejó extensa tarea a completar. Se despidió el viernes 23 de agosto, en medio de una turbulencia informativa que mucho le hubiese gustado difundir como la inauguración de la sede de la UNES, la aprobación de dos mil millones de bolívares para los hospitales, el tributo a los cubanos de Barrio Adentro y, entre otras, una que tal vez le hubiese complacido sobremanera: la decisión del Gobierno Nacional de abrir los archivos policiales de la Cuarta República que contienen la historia de los crímenes cometidos contra nuestras y nuestros combatientes.
Despidámoslo con los honores del caso y con la frase radiofónica que brillantemente supo colectivizar: “Saludos para el que piensa como yo, para el que piensa diferente y para el que no piensa, que cada día son menos”.
¡Chávez vive…la lucha sigue!