Un Grano de Sal

Está más que sentado en la historia de la lucha de clases que las contradicciones en el seno del pueblo en su lucha contra las clases dominantes de propietarios y sus aliados subalternos deben tener un método y un estilo que preserve la unidad necesaria en el propósito de acumular, organizar y movilizar las fuerzas revolucionarias que hagan posible la victoria y la consolidación del nuevo poder de las antiguas clases explotadas, oprimidas y excluidas.

El centro de toda controversia entre revolucionarios se encuentra en la defensa intransigente de los intereses del pueblo, en la preservación de las fuerzas acumuladas en la confrontación con los representantes y sus aliados, en el debate científico de las ideas aceptando la pluralidad de las visiones y concepciones que sostengan el ideal de cambio anticapitalista, en el respeto a las diferencias dentro de la defensa de la unidad política necesaria de las fuerzas populares y en la vía pacífica y dialogada para abordar las diferencias, teniendo al pueblo como el espacio democrático para abordar y superar las contradicciones, sin poner nunca en peligro la unidad del pueblo y sus conquistas históricas.

Son incontables las aberraciones y perversiones que se han hecho desgraciadamente presente a lo largo de la milenaria historia de la lucha de los oprimidos contra sus opresores y no pocas veces tales conductas han desviado el centro del ataque de las fuerzas revolucionarias hacia objetivos fraticidas y subalternos, produciendo, en la mayoría de los casos, la derrota del pueblo insurgente y la preservación el viejo orden opresivo que, de ésta manera, no solo las clases propietarias lograron la restauración de su Poder sino que hicieron uso de toda su fuerza represiva para destruir humana, material y políticamente toda la energías revolucionaria acumulada por el pueblo en revolución.

Peor aún, la inobservancia de tales reglas elementales en el método y el estilo para resolver las contradicciones en el seno del pueblo y sus vanguardias revolucionarias, en muchas oportunidades se han originado, no en las profundas e insuperables diferencias en la concepción de la lucha, en la definición de la táctica y la estrategia revolucionaria ni mucho menos, en la ejecución de una acción fundamental para la determinación del curso de la confrontación con el enemigo de clase, sino en motivos de ambiciones personales y de hegemonías políticas de partidos y fraccionales de éstos, generalmente encubiertas con motivos aparentemente serios que la historia finalmente descubrió su origen en un alcoba o una vieja enemistad personal.

Sin ir muy lejos, en la guerra de exterminio (así la calificó El Libertador Simón Bolívar) que le impuso la genocida Monarquía Española al pueblo venezolano durante la lucha por la Independencia, muchas veces fueron los celos en la dirección de la guerra, pretensión facciosa de control autónomo del territorio y diferencias en la asignación de recursos y jerarquías a los jefes militares, lo que provocó dolorosas derrotas al bando patriota como la caída de la Primera República y entrega del Generalísimo Francisco de Miranda, la realización del llamado Congreso de Cariaco y el fusilamiento del General en Jefe Manuel Carlos Piar; hechos que tuvieron gran impacto en el curso de la guerra por sus efectos en la unidad política de los patriotas y en la unidad del mando de las operaciones militares.

Más cerca aún lo constituyen los diversos casos acaecidos en el período de la lucha armada venezolana, en el cual fue evidente la aplicación de expulsiones de dirigentes de partidos revolucionarios, castigos a combatientes, enfrentamientos violentos entre estructuras militares y políticas y “cacería de brujas” en el seno de las organizaciones sociales donde participaban miembros de las fracciones y grupos controvertidos, las cuales, en la mayoría de los caos, obedecieron a luchas fraccionales y de hegemonía personal de dirigentes y jefes militares las cuales explican, en parte, la derrota política y militar que los revolucionarios y las revolucionarias venezolanas sufrimos frente al imperialismo y sus gobiernos lacayos de la Cuarte República y, el surgimiento, feliz y oportunamente, del liderazgo del Comandante Supremo Hugo Chávez y su MBR200; sustitutos de una izquierda derrotada, fraccionada, lacerada en sus luchas intestinas y fraccionales y apegadas a sus viejos dogmatismo, principismos heróicos y visiones manualistas, sin correspondencia con las nuevas condiciones de la lucha anti-imperialista, anticapitalista, anticoloniales, soberanistas e independentistas del siglo XXI.

Toby Valderrama y Antonio Aponte y, con ellos, los dirigentes, militantes, jefes militares y combatientes contra la dominación burguesa imperialista venezolana que se agrupan en “Grano de Maíz” y como ellos, todos quienes tuvieron responsabilidad política y militar en las luchas de ese heroico pero derrotado proceso, deberían tomar en cuenta la amarga experiencia de la que fueron parte y persistir en una pedagogía del debate revolucionario, colocando el acento de la discusión en el respeto a las ideas y a quienes la sostienen y manteniendo una intransigente defensa de la unidad popular y revolucionaria frente a las fuerzas del Capital, evitando ese viejo mesionismo revolucionario que pretende monopolizar la verdad y castigar con la duda infundada, las ideas y conductas de quienes discrepan de sus posiciones en el seno dela revolución bolivariana.


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Yoel Pérez Marcano


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