En esta imperiosa tarea de pacificar la patria, en ese deber y responsabilidad que tenemos todos por aportar en la apacibilidad de las comunidades, en bajar los delitos y la criminalidad, tenemos que estar cada día más consciente del rol que debemos jugar desde nuestros propios hogares y escuelas.
Lo importante es ir cumpliendo con ese llamado de nuestro presidente Nicolás Maduro de maximizar los niveles de convivencia, de tolerancia y de respeto en cada acercamiento que tenemos con los demás. Se trata de ir creando espacios para aprovechar al máximo el tiempo de ocio pero en actividades recreativas, deportivas y culturales muy alejadas de los contravalores de los medios de comunicación que como todos sabemos influyen de manera directa e indirecta en esas conductas inapropiadas y malvadas que van en detrimento del ser, del hombre y la mujer de sus grandeza y sus sueños.
Convivir significa compartir vivencias juntos; convivir es, por lo tanto, encontrarse y conversar, "dar vueltas juntos". Si conversamos en la escuela, estamos construyendo la convivencia escolar; si lo hacemos en la sociedad, en la ciudad, estamos construyendo la ciudadanía, la convivencia democrática.
Aprender a convivir es una finalidad básica de la educación no sólo escolar sino familiar y comunitaria. Se trata de sumar esfuerzos para dar respuestas favorables, conscientes de que la educación para la convivencia democrática, socialista y la ciudadanía, para la igualdad entre hombres y mujeres, la educación intercultural, en definitiva, la educación para una cultura de paz, son desafíos que la escuela, la familia y la comunidad no puede obviar si queremos encontrar alternativas, positivas y constructivas, a los problemas sociales que sacuden a los jóvenes del mundo en este siglo XXI.
Por su parte, valores son los que suelen mover la conducta y el comportamiento de las personas; orientan la vida y marcan la personalidad. De allí que, valores para la convivencia: Serían aquellos valores que, de desarrollarse, facilitarían la relación con otras personas y aumentarían su nivel de bienestar. Algunos serían: la solidaridad, la tolerancia, el respeto, la justicia, el diálogo, la paz, la empatía, la interculturalidad, entre otros que nos ayudan a crecer como personas y cómo sociedad vigorosa, fortalecida, plena de amor y dignificación.
Ahora bien, una de las manera de fortalecer esos valores de la grandeza espiritual y humana es sacudirnos, de una vez por todas, todas esas actitudes que dificultan la convivencia como son el individualismo, el egoísmo, la intransigencia, la violencia, la intolerancia, la competitividad y los prejuicios como el racismo, la xenofobia y la discriminación religiosa y sexual.
Así que todos a sumar voluntades, a aportar cada quien su granito de arena en esta labor ardua pero no imposible de pacificar el país, a dibujar el mapa de una Venezuela tranquila donde cese la criminalidad y cada quien a hacer su trabajo y su aporte, haciendo el bien, siguiendo esa máxima cristiana que Pablo nos enseñó cuando iba pasando trabajo y penurias camino a Roma: “vencer el mal con el bien” (Romanos 12); inclusive para evitar, Dios nos guarde, de ser víctima del desbarajuste y descomposición de algunos comportamiento de bandas criminales y actitudes negativas de jóvenes que también son víctimas de estereotipos y patrones de conductas ficticias creados por las grandes industrias del cine, la televisión y los videos juegos de violencia y de muertes que pululan en casi todas las salas de chat del país y del mundo.
La exhortación es a crear ciudadanía para la vida, para el buen vivir, para la patria. Ser sujetos para el amor, ciudadanos y ciudadanas de bien que tenemos una serie de derechos civiles (libertades individuales), políticos (participación en la vida pública) y sociales (vivienda, salud, educación) pero también una serie de deberes hacia la sociedad en la que vive (respetar los bienes públicos, pagar impuestos, proteger el medio ambiente y el patrimonio…) que nos convierten en iguales dentro de una comunidad.
Podemos dar ese primer gran paso, apagando esa música, las películas y novelas que exaltan la maldad, los valores contranatura, la prostitución y drogadicción; entendamos y compartamos que ser decentes, educados y partícipes protagónicos de un proyecto político social de paz y de amor, es una gran fortaleza que todos y todas tenemos para hacer de este país una verdadera morada de paz…, como lo soñaron nuestro guía Simón Bolívar y nuestro comandante eterno Hugo Chávez Frías.