Una visión crítica sobre quienes critican las elecciones del PSUV

Una de las características alarmantes para la democracia burguesa internacional es el cuadro crónico de abstención en sus procesos electorales. Por ejemplo: en las recientes elecciones colombianas a la presidencia de la república, la ausencia electoral rondó el 66% y en las parlamentarias meses antes, el 70%; esto sin tomar en cuenta que existen millones de colombianos y colombianas que no están registrados para votar. En términos absolutos, Juan Manuel Santos, flamante presidente reelecto, obtuvo 7.8 millones de votos, de un padrón electoral que alcanza 32 millones de votantes, en una población total de 47 millones de habitantes. En Europa pasa algo similar. En las pasadas elecciones al parlamento europeo, la abstención en España fue poco menos del 55% y el partido más votado, el PP, obtuvo un discreto 26%, es decir, 4 millones de votos de un universo que oscila en los 35 millones de electores. Nadie de la derecha dijo ni pio. Metieron la tierra bajo la alfombra y siguen gobernando y oprimiendo.

En América Latina y especialmente en Venezuela, gracias al Gigante Chávez, la institución del voto se convirtió en una herramienta perfecta para llevar adelante, con todo y los tropiezos conocidos, revoluciones o reformas importantes en países como el nuestro, aparte de Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, etcétera. Chávez logró convertir el voto en un arma para legitimarse y también logró que lo usaran para combatirlo. Esto hizo que la abstención en Venezuela alcanzaran niveles ínfimos, comparados con los de la cuarta república. Basta recodar que Caldera, último presidente puntofijista, ganó con el 30%, equivalente a 1.7 millones de votos y en esas elecciones la abstención pasó del 50%. Aun así gobernó sus 5 años hasta que entregó la banda presidencial a Hugo Chávez.

Para nadie es un secreto que según el tipo de elección la participación electoral sube o baja. Normalmente, en un país como el nuestro, las elecciones presidenciales arrastran más interés que unas regionales o locales. Precisamente, para valorizar cada evento, la Constituyente de 1999 separó los momentos electorales y diferenció los periodos; como un paso adelante a lo que debe ser la cultura electoral racional ideal. Sin embargo, en todo el transcurrir de la Revolución Bolivariana, las elecciones, por muy modestas que las podamos plantear, terminan siendo prácticamente un plebiscito para medir la popularidad o grado de aceptación de nuestro proceso de construcción de una nueva sociedad socialista.

Pero en los últimos meses las cosas han cambiado. En primer lugar, el gran movilizador electoral y más allá de eso, el gran polarizador de la vida política venezolana y hasta de otros países, cambió de paisaje. Hacer una lectura de cualquier evento electoral luego de la partida del Gigante, usando los mismos patrones de momentos cuando él participaba directamente, es cuando menos simplista, tal vez cómoda o interesadamente tergiversada. No es lo mismo unas elecciones con Chávez en el centro del ring, aun sin ser candidato, que las tres últimas vividas sin su presencia física.



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Miguel Alejandro Ávila

Coordinador del Sistema Bolivariano de Comunicación e Información del estado Falcón Secretario General de Gobierno.

 contranorte@gmail.com

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