Por una razón muy particular y vinculada con un trabajo que estaba realizando, volví a leerme el libro de Marta Harnecker con el título: “Delegando Poder”, publicado en su primera edición en 1999. De esa lectura, me surgió como otro libro de Marta y cuando me disponía a escribir sobre este otro libro, tuve la oportunidad de leer un artículo de publicación reciente, en el cual, Marta Harnecker revisa el proceso de los movimientos sociales y sus nuevos roles frente a los gobiernos progresistasi.
Marta estuvo un tiempo en Venezuela y nos dejó muchos análisis y reflexiones. Entre estos análisis, destaco en esta oportunidad por la vinculación con el tema que trato, la publicación: De Los Consejos Comunales a la s Comunas: Construyendo el Socialismo del Siglo XXI.
Este artículo sobre los movimientos sociales, Marta lo desarrolla en 63 puntos y observo, una relación de algunos de estos puntos con la realidad que vivimos en Venezuela, respecto al papel y situación que tenemos con el llamado poder popular.
Trato entonces, la forma como Marta visualiza esta relación entre el partido y los movimientos sociales. La agenda electoral, dice Marta y otras situaciones, digo yo, paralizó la construcción de un poder popular y abrió un camino para la manipulación y domesticación del movimiento popular. Marta nos dice:
“Hay que reconocer que ha existido una tendencia a considerar a las organizaciones populares como elementos manipulables, como meras correas de transmisión de la línea del partido o del gobierno”. Así ha sucedido y acontece en Venezuela, desde mi perspectiva o entendimiento. En vez de ver, como dice Marta, con “simpatía la presión popular”, porque su accionar “puede ayudar a los gobernantes a combatir las desviaciones y errores que puedan ir surgiendo en el camino”; en Venezuela esa situación ha sido objeto de un proceso de adormecimiento, y hoy, en su gran mayoría, los Consejos Comunales son una simple correa de trasmisión para privilegiar intereses particulares. Entre nosotros, esto se ha convertido en un círculo vicioso a través del cual, las vocerías de los consejos comunales y la dirección política se “nutren” para construir un “consenso” por un ablandamiento clientelar. La “presión popular” en vez de ser un mecanismo para “ayudar a los gobernantes a combatir las desviaciones y errores”, sirve de “consenso” vació de críticas.
Desearía (pero deseos no empreñan), que este poder popular fuera capaz de exigir un retorno del proyecto. En definitiva, hoy estamos como en presencia de lo que de alguna manera ha sido la política o propuesta de la MUD-Fedecamara: Liberación de precios y Liberación del dólar. Tala vez sea una exageración de mi parte, pero estamos como en una especie de penumbra donde brilla la cara del neo-neoliberalismo. Claro, existe el precio justo, pero esto se ve tan opaco que no tiene luz. Impera una liberación de precios y un bolívar muy disminuido.
Estamos frente a un poder popular mudo que no es capaz de prender la mecha de una gran debate nacional sobre la política económica en curso.
No hace ninguna falta la Ley Orgánica de Contraloría Social en un momento de avance del proceso de corrupción, porque no es la ley lo que definitivamente hace posible una acción controlara, de vigilancia y presión. La posibilidad de una contraloría social, no viene precisamente por mandato de una ley, sino por la voluntad que un pueblo organizado pueda poner en práctica.
Al final de esta reflexión, Marta Harnecker deja varias interrogantes que es vital que pensemos en ella en esta coyuntura que confrontamos. Marta se pregunta y nos pregunta:
(....) Nuestros gobiernos” ¿Movilizan a los trabajadores y pueblo en general para llevar adelante determinadas medidas e incrementan sus capacidades y poder? ¿Respetan la autonomía de las organizaciones sociales y sindicales? ¿Entienden que necesitan un pueblo organizado, politizado, capaz de presionar para debilitar el aparato estatal heredado y poder así avanzar en el proceso de transformaciones propuesto? ¿Entienden que sus pueblos tienen que ser actores de primera línea y no sólo de segunda? ¿Oyen y otorgan la palabra a sus pueblos? ¿Entienden que pueden apoyarse en ellos para combatir los errores y desviaciones que vayan surgiendo en el camino? ¿Les entregan recursos y los llaman a ejercer la controlaría social del proceso? En síntesis, ¿contribuyen a crear un sujeto popular cada vez más protagónico que vaya convirtiéndose cada vez más en el verdadero constructor de su propio destino?
En lo que a Venezuela respecta, es evidente que el gobierno entrega recursos económicos, pero es muy claro, según mi opinión, que las otras preguntas no hay, no tienen una respuesta alentadora. Los aportes que se ofrecen en el ámbito económico, sirve a otros propósitos y no van dirigidos a a la construcción de un “sujeto popular cada vez más protagónico”
“Comuna o nada”, no debíamos verlo como una cantidad de comuna registradas en una base de datos, sino como un movimiento en movimiento crítico, propositivo y por lo menos con cierta autonomía.