Ciertamente, pensé que ya no valía la pena volver a escribir en estos espacios plagados de inquietudes y tensiones sobre los que algún revolucionario del mundo llamó "contradicciones secundarias", además de otras nimiedades más enlazadas a luchas entre narcisismos pre-políticos.
Además de los "lugares comunes" sobre el evidente deterioro de las condiciones materiales y simbólicas de vida, que para vastos sectores populares significan perder las conquistas históricas del proceso bolivariano bajo la conducción de Hugo Chávez, uno no observa sino el lamento ante lo que parecen ser "hechos consumados" y el quiebre real de aquel trágico llamado de "Unidad, Batalla, Lucha y Victoria".
Los adversarios y enemigos del proceso bolivariano han avanzado en la dimensión ideológico-cultural en su tarea de erosionar, a fondo, a los cuadros medios y a la base social de apoyo del proceso, lo cual no apunta solo a la "guerra no convencional" sino que ha atacando inteligentemente los aspectos más crudos de los errores, flancos débiles y lo que es peor aún, a los "flancos podridos" de la revolución bolivariana.
Y mientras esto sea barrido bajo la alfombra en la consigna del "control de daños", las oportunidades serán cada vez menores. No habrá ningún Renacimiento como se imaginan en el tan pomposo nombre de "Congreso de la Patria" sino simple "kaput".
Pero recordando aquella tesis de Kotepa Delgado que decía: "escribe que algo queda", quisiera plantear un tema que surgió casualmente de mi inmersión en la problemática del "análisis crítico del discurso político", colateral al debate entre la crítica marxista de las ideologías y la posición posmarxista ante los discursos e imaginarios sociales.
Revisitando los trabajos de las investigadoras mexicanas Rosa Nidia Buenfil y Silvia Fuentes, algunos influidos por el debate generado alrededor de la obra del ya fallecido Ernesto Laclau, retomaba un tema muy bien labrado por la psicología política del Psicólogo y sacerdote (s.j.) Ignacio Martín Baró (asesinado por los escuadrones de la muerte de la derecha salvadoreña con anuencia de los EE.UU): la relación entre "grupos y los individuos" en tanto miembros de los mismos, sobremanera utilizando las clásicas nociones de "grupos de pertenencia" y grupos de referencia".
Para los códigos marxistas se trataría nada más y nada menos que un asunto relacionado con los "factores subjetivos": morales e ideológicos encarnados en la conciencia práctica de los agentes sociales, sean clases sociales, capas, sectores o fracciones.
En contraste, para los círculos posmarxistas los grupos, agregados sociales, movimientos sociales dependen menos de las inserciones sociales (las clásicas "situaciones de clase") que de las "posiciones de sujeto" ("posiciones ideológicas de clase" en los términos convencionales, aunque no reducidas a éstas) que se van asumiendo por procesos de interpelación ideológico-política y de identificación hacia determinados imaginarios sociales.
Mientras para unos las estructuras económico-sociales son determinantes en última instancia de las formas de conciencia social, para los otros, las sobre-estructuras, los discursos y las formas de conciencia que se elaboran a través de estos, son co-extensivos al campo social, apuntando más a una renovación de las tesis de Althusser en su texto: "Contradicción y sobre-determinación". Lo anterior es sólo un ultra-simplificación indicativa que sirve como contexto para aterrizar en el punto:
¿Podemos dar ejemplos de cómo funciona el trazado de fronteras entre posiciones ideológicas de un mismo actor, pero que lo largo de su trayectoria en el campo político va modificándolas por efectos ideológicos y políticos? La pregunta en términos plebeyos remite a lo que algunos llaman el "salto de talanquera".
No queremos evaluar en principio y en términos morales tales "evoluciones y cambios de posiciones ideológico-subjetivas", sino encontrar vías explicativas de tales hechos sociales (no son caprichos ni ocurrencias de una fantasía privada) aunque sin descartar sus evaluaciones ni sus consecuencias.
Pero lo interesante es demarcar adecuadamente el problema. Veamos: ¿Por qué escuchamos y leemos en un actor X estridentes discursos ultraizquierdistas, revolucionarios, anticapitalistas y antiimperialistas en un momento histórico determinado para luego, en el aparente mismo actor X, escuchar y leer discursos moderados, reformistas, pragmáticos y de alianza con los EE.UU?
¿Qué ocurrió allí, incluso considerando sus "intereses objetivos", sus maniobras, el simulacro de las apariencias y su "flexibilidad táctica", incluso considerando su "darse cuenta que estaba equivocado"?
No es la primera vez que nos enteramos que en el campo político la escena y el trasfondo no coinciden. Que la mejor manera de aproximarse al fenómeno del poder es desde un encuadre teatral, donde algunos agentes se identifican con sus roles hasta el punto de confundirse con ellos, pero otros emplean estratégicamente sus roles en la escena para movilizar-realizar sus proyectos y ambiciones efectivas. Sobre las "voluntades de poder" mucha tinta ha rodado, así como sobre las "máscaras de poder". Las presentaciones de las identidades de los agentes en la escena política no solo son construcciones ni condicionamientos históricos, también son "puestas en escena".
Digámoslo directamente: la escena política es "teatro del poder", muchas veces espectáculo mediático, otras veces Circo. Algunas veces épica, otras comedia bufa, muchas veces tragedia, otras tragi-comedia, otras es performance de burdo simulacro.
Siempre conviene ir más allá de las apariencias aunque al final solo encontremos nuevas apariencias, aunque en nuestra hiper-modernidad mediática solo encontremos el éxtasis del simulacro. Pero en este teatro se cocinan crudas pasiones e intereses que ponen en duda la tesis de que los actores son simples marionetas de hilos que responden a las determinaciones del metabolismo del capital (soportes de estructuras) como si tratara de una reactivación hegeliana de una "razón objetiva".
Si hay algo llamado "razón" o "racionalidad" es un intergénesis entre momentos históricos objetivos (restricciones y posibilidades de la acción) y momentos históricos subjetivos (el momento de la pasión, voluntad, decisión y ético-político). Este tópico ha sido reiteradamente planteado en la superficie de los discursos sobre explicación intencional o explicación causal, o sobre causalidad y libertad. Ya Marx nos había dado una indicación bastante compleja cuando señaló:
"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal. Así, Lutero se disfrazó de apóstol Pablo, la revolución de 1789-1814 se vistió alternativamente con el ropaje de la República Romana y del Imperio Romano, y la revolución de 1848 no supo hacer nada mejor que parodiar aquí al 1789 y allá la tradición revolucionaria de 1793a 1795. Es como el principiante al aprender un idioma nuevo lo traduce mentalmente a su idioma nativo, pero sólo se asimila el espíritu del nuevo idioma y sólo es capaz de expresarse libremente en él cuando se mueve dentro de él sin reminiscencias y olvida en él su lengua natal."
Debemos retener la siguiente idea del párrafo anterior: "La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos." Es una forma de reactivar una "teoría de la alienación", colocando la tensión entre tradición y revolución a la vista, y no solo entre trabajo muerto acumulado como capital y trabajo vivo subsumido a tal lógica de acumulación y valorización vía explotación.
Un amigo me decía que el poder es "decisión concentrada" en una relación asimétrica donde se conjugan condiciones, recursos, capacidades y oportunidades. Sin poder no hay reproducción ampliada de la explotación. No basta quedarse en el tomo I de El Capital. Es preciso releer su esbozo de Proyecto integral en los Grundrisse.
De modo que quiero plantear que el peso de la tradición (el sello de la vieja sociedad), revolución, poder y decisión están relacionadas en este asunto de los "saltos de talanquera".
Al salto de talanquera del izquierdismo al anticomunismo lo llamare en términos de caricatura histórica venezolana como "complejo Betancourt". Una caricatura de severas consecuencias históricas para el país a la hora de abordar asuntos como el imperialismo o el anti-imperialismo. Pero no es sólo Betancourt, la lista es legión.
Apologetas o demonizadores de Betancourt han enjuiciado sus cambios de posición ideológica desde perspectivas preferentemente morales: o era un personaje que "evolucionó favorablemente hacia la democracia liberal-representativa" o era un "traidor de la causa socialista". Sin embargo, me interesa destacar y hacer visible su contraste subjetivo y el modo de asumirlo en una racionalización como "mecanismo de defensa del yo", que no debe invalidar ir más allá de lo que dice para saber lo que hace y por qué lo hace en términos de hecho histórico-social.
Un ejemplo de las cambiantes "posiciones de sujeto" en la política venezolana (el ejemplo del complejo Betancourt) podría estar vinculado a lo que el psicólogo social José Miguel Salazar trabajó como ideología IDUSA ("ideología dependiente de USA") en sus estudios sobre el nacionalismo. Los trabajos de Salazar y toda la línea desarrollada en el tema de nacionalismo, permitieron visualizar la imagen negativa (estereotipos) que los latinoamericanos expresaban con relación a los norteamericanos, lo que evidenciaba la necesidad del desarrollo de una identidad latinoamericana como opción al dominio ideológico, político y económico de los norteamericanos en el continente.
Una primera imagen y discurso de identificación de Betancourt con el izquierdismo podría ser aquel texto de MAYO 1932: "Con quien estamos y contra quien estamos." (https://nancyarellano.files.wordpress.com/2014/03/con-quien-estamos-y-contra-quien-estamos.pdf)
Allí se puede encontrar los siguientes textos:
a) Sobre el socialismo frente a liberales y conservadores:
"Si para nada nos interesan los mástiles podridos y el velamen roto de los antediluvianos bongos «amarillo» y 49 colorado», no es para concluir, con nuestros individualistas a ultranza, en que la acción subjetiva y personalísima de las élites pueda cumplir ningún papel en política. No. Creemos que será la masa misma quien plasme su propio destino, quien forje para su clase condiciones de vida mejores. Por eso, al anarco-intelectualismo de los políticos injertados en poetas, con reminiscencias en su ideología de «torres de marfil» y demás egolatrías petulantes, oponemos la concepción multitudinaria de la política, la política de masas. Somos, necesariamente, vehementes convencidos de la urgencia en que estamos en Venezuela de disciplinar fuerzas, hoy anarquizadas, dentro del molde riguroso de la ideología y de la táctica partidista, y consecuentes con esta convicción, nuestro grupo está ya cohesionado por algo más concreto y obligador —la disciplina de partido— que aquellos vagos vínculos —«solidaridad de generación», «amistad personal», etcétera— que hasta ayer nomás nos amalgamaba confusamente. Ya constituimos, desde aquí y para mañana, el núcleo inicial, consciente de lo que quiere y seguro de lo que podrá hacer, de un partido político revolucionario, de confesa y militante filiación socialista."
"Doctrinariamente, porque para nosotros, juventudes socialistas, el diálogo entre liberales y conservadores, controversia entre sectores en pugna de la clase poseyente, es ya espectáculo sin relieves reclamadores de atención. En esta materia aceptamos íntegro al pensamiento revolucionariamente expresado por José Carlos Mariátegui en su obra Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana."
"Serán esas clases trabajadoras, revolucionariamente orientadas, rigurosamente disciplinadas, dignificadas por la conciencia de su destino y por el fanático convencimiento de que la lógica de la historia las señalan como sucesoras de la burguesía en el gobierno de los pueblos, las que, desde el poder, actualizarán nuestras posibilidades nacionales, forjando un tipo de Estado nuevo, antimperialista y socialista, instrumento del pueblo para la realización de la justicia social."
b) Sobre el hecho revolucionario:
"(…) el estudio absorbente de nuestros problemas nacionales y la experiencia revolucionaria adquirida en el contacto inmediato con la lucha, nos han dado elementos para reconocer los crasos errores teóricos y tácticos cometidos por nosotros el 28, hemos podido constatar con satisfacción que si en algo fuimos leales a Venezuela en aquella etapa, fue cuando nos opusimos con inflexible energía a que se desvirtuara el sentido nacional del movimiento."
"Creemos, porque somos dialécticos y porque contemplamos el panorama de la historia animado por el espectáculo constante de la lucha de clases, que el odio a la injusticia ha sido el motor de todas las transformaciones profundas del orden social. Mas, no el odio que se malgasta orientándose por caminos oportunistas, sino el que revolucionariamente se canaliza y persigue una finalidad históricamente justificada. En nuestro caso concreto, la vía por donde debemos encauzar las reservas de odio de nuestras masas, si es que a su servicio estamos, es hacia la insurgencia contra el sistema político-económico-social que secularmente las ha venido explotando y del cual Gómez y sus «chácharos» son apenas, con carácter episódico, los policías armados que lo defienden."
"Derivamos como primera consecuencia —de esa concepción teórica -no apriorística ni sentimental, sino dialécticamente extraída de nuestra realidad— una activa posición de lucha no sólo contra el transitorio régimen político denominado «Gómez», sino también contra los fundamentos económicos constantes, contra los determinantes permanentes, de gobiernos de su tipo. Por eso, perseguimos por vías revolucionarias la destrucción del despotismo, mas, destruyendo al mismo tiempo su base social -la alianza capitalista-caudillista. En consecuencia, son nuestros enemigos irreconciliables, en el plano de la acción política, y contra ellos estamos y estaremos: a) La burguesía imperialista internacional, mediatizadora de nuestra economía, y su aliada nativa, la clase nacional de latifundistas y de grandes señores del comercio y de la industria, y b) el caudillaje militar."
"Contra la burguesía venezolana es esta la primera declaración de guerra, franca y concreta, que hacemos. Confesamos que nos había faltado resolución para romper con ella. Todavía nos ofuscaba el recuerdo de sus pantomimas con el grupo universitario, cuando regresamos del Castillo; aún nos duraba la cándida ilusión que entonces tuvimos de que esa gente era sinceramente revolucionaria. Ya, a esta fecha, la experiencia de cuatro años de activo trajín político y el estudio en que hemos desvelado las horas que el otro trajín —el de la lucha por una situación personal sin ribetes de bohemia y reacia a inspirar lástimas— nos dejó libres, le han dado al grupo un criterio estimativo realista, penetrante. Por eso, hoy vemos diáfanamente cómo en su mayoría, los ricos señores de Venezuela -los mismos que alguna vez se disputaron el trofeo de nuestras boinas, para conservarlas como recuerdo de quienes constituíamos «esperanzas para la patria» carecen de sensibilidad democrática y son explotadores de las clases trabajadoras del país y aliados de ayer, de hoy y de mañana del primer mandón que les garantice impunidad en sus turbias trapisondas."
c) Sobre el imperialismo:
"En la lucha antimperialista, ya tenemos hoja de servicios. Militantes activos de esa lucha hemos sido en las Antillas, en la América del Centro y en la del Sur; y de esa actuación cumplida conservamos un bagaje de experiencia y de conocimientos, que de utilidad nos será para la actuación de mañana, ya dentro de Venezuela. El fenómeno de la penetración capitalista internacional en nuestros pueblos de América Latina, y de la dependencia económica y política de ésta de los grandes trusts yanqui europeos, lo hemos estudiado en los libros y sobre la realidad objetiva, durante estos años de vida andariega por las tres Américas que han sido de laborioso aprendizaje y no de «turismo revolucionario», como llegó a afirmar con necia malicia un «compañero» de Caracas, patiquín metido a revoltoso, n compañero de esos que concilian con muy «gradillera» habilidad, la «rebeldía», el tango y el «cerveceo»."
"En pasado y en presente debemos hablar, compañero. Gómez, los que le rodeaban, en cuenta muchos que hoy pasean sus gordas humanidades en el destierro, hicieron vejación pura y simple de todo respeto a la soberanía venezolana cuando en 1908 solicitaron de Estados Unidos barcos de guerra de su marina para combatir a posibles enemigos domésticos. Esta actitud traidora de entonces ha sido rubricada por la desvergonzada política entreguista de nuestras riquezas nacionales a explotadores extranjeros, una y constante a través de todo el desgobierno de Gómez. Esta política ha entregado a la nacionalidad maniatada al imperialismo internacional, al punto de que hoy no somos sino una semicolonia, con permiso para usar himno y bandera, pero sin autodeterminación para resolver como nos venga en gana nuestros problemas internos e internacionales. Y de este «patricidio» no sólo Gómez es el culpable. Con él se reparten los lotes inmensos de responsabilidad todos y cada uno de los venezolanos que en alguna forma han figurado en los chanchullos del petróleo. Es un vasto crimen colectivo, un delito público nacional, en el cual Pedro Nadie es el único que no ha participado y el único que a la hora inaplazable de la justicia impondrá sanción a los culpables."
"Así, con ruda franqueza, debemos analizar nuestra situación frente al imperialismo. Es hora de echar a la basura los anteojos de suela para no estar viendo a Venezuela «soberana con Gómez y sin Gómez», para no estar descubriendo Sandinos en cada ciudadano; para no estar calificando de «gran democracia» a Estados Unidos, como lo hace en su folleto Los convulsionarios el doctor Juan Tinoco. Es hora de decirles concretamente a los venezolanos de Venezuela que nuestro país con Gómez, es una factoría yanqui y sin Gómez dejará de serlo sólo a costa de un gesto heroico, de una radical actuación colectiva, semejante en la cantidad de sacrificio que reclama a la lucha por la independencia política. Que hasta ahora no hemos tenido un solo Sandino y sí que en muchos mandatarios nuestros se ha perfilado la cara aindiada de Adolfo Díaz y que mientras negociaban con los musiúes de la Standard Oil concesiones y royalties, ha bailado en los labios de nuestros innumerables vendepueblo —abogados y capitalistas, gomecistas o seudorebeldes, aún «revolucionarios» de última hora— la misma cínica sonrisa del nicaragüense Chamorro, cuando suscribía con Bryan el tratado canalero de 1916, pacto del vasallaje centroamericano; o la del antillano Menocal, cuando gestionaba ante el cónsul Steinhart la tercera intervención de Cuba. Que el gobierno yanqui no es «democrático» ni es «grande», sino que esa oligarquía de cuáqueros y de judíos aventureros e inescrupulosos, ha cometido, comete actualmente y está dispuesta a cometer en toda época, los peores actos de bandidaje contra nuestros desorganizados pueblos de América Latina."
Por otra parte, un segundo momento discursivo o segunda "posición de identificación como sujeto-agente" (discurso identificatorio) ahora de un deslinde ideológico lo encontramos en la Carta enviada al Departamento de Estado de los EE.UU en 1953.
La importancia de esta carta se amplifica al realizarse con un "tono de auto-biografía política" hacia un destinatario que adquiere la calidad de ser un "Otro significativo", intentando en consecuencia la "dialéctica del reconocimiento":
"A los 20 años, siendo estudiante de Leyes en la Universidad Central de Venezuela, me inicie en la lucha contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. No tenía entonces ninguna ideología política definida, sino patriótica ambición de que mi país viviera con libertades y con dignidad. Me encarcelaron y luego salí fugitivo de Venezuela, sin pasaporte. Me refugié en Curazao. Allí me suministró un cónsul amigo un pasaporte bajo el nombre de Carlos Luis Eizaguirre, porque los consulados de Venezuela tenían orden de no suministrarles documentación a los enemigos de la dictadura. Con ese pasaporte viajé a Haití, Santo Domingo y Puerto Rico. De esa isla me devolvieron a Santo Domingo las autoridades de Inmigración, informadas seguramente de que mi documentación no era correcta. Viví cerca de un año en Santo Domingo, y luego en Trinidad, Costa Rica, Colombia y Perú.
Regresé a Costa Rica en 1931. En este país, comencé estudios en la Escuela de Derecho. Era el momento de auge de las ideas comunistas en muchos países, incluido Estados Unidos. Resulta explicable que la desesperación de quien veía en su país instalado un despotismo implacable y la atracción que entonces ejercía Rusia sobre el mundo, lo condujera a depositar esperanzas en la experiencia soviética. Pero el grupo de estudiantes y obreros que se organizó en Costa Rica, bajo el nombre de "Bloque Obrero y Campesino", tuvo caracteres muy particulares.
Fue un grupo desvinculado entonces, totalmente, de todo contacto con la Internacional y Moscú. Mientras estuve cooperando con él, nunca supe de contactos suyos con agentes del komintern***.
En 1936, al regresar a Venezuela, había roto ya toda relación con los comunistas, y fui de los organizadores y luego principal dirigente del Partido ORVE (Organización Venezolana). Un partido de ideas democráticas, empeñado en la reforma política y social, sin vinculaciones ideológicas con los grupos comunistas del país.
(…) Regresé a Venezuela en 1941. En declaraciones formuladas al diario Ahora; de Caracas (20, de marzo, 1941) dije, entre otras cosas, lo siguiente: "En cambio me interesa mucho ratificar lo que siempre he dicho: que no soy comunista". El sector de Venezolanos que como comunista se ha organizado en un grupo político de tal índole, afiliado a la III Internacional, lo dice así en el número 3 de su periódico clandestino El Martillo (junio de 1938): "Rómulo Betancourt no es comunista y no ha militado nunca en sus filas". No me limitaré sin embargo, a rechazar una etiqueta política caprichosamente endosada a mí, como casi la totalidad de los dirigentes políticos de la oposición. Agrego que considero innecesario un Partido Comunista en Venezuela. Venezuela está urgida de una profunda transformación renovadora de su organización política, económica y social, la cual, para que tenga validez histórica y garantía de permanencia, necesita ser encauzada por un gran partido democrático.
En abril de 1948, concurrí a Bogotá, como presidente de la Delegación de Venezuela a la IX Conferencia Interamericana. Mi actuación en ella es bien conocida. Apoyé la resolución anticomunista, sustentando la tesis, que en definitiva prevaleció, de que debía condenarse también "toda forma de totalitarismo". En discurso pronunciado el 24 de abril de 1948, en reunión plenaria de los jefes de delegaciones, dije lo siguiente, pidiendo que mis palabras fueran insertadas en el texto del acta:
"El gobierno de Venezuela considera que los grupos comunistas, al servicio de la política exterior expansionista de una potencia bien conocida, realizan actividades ante las cuales deben mantenerse alertas quienes desean paz, justicia y democracia en el continente. Consecuente con ese criterio, el Gobierno de Venezuela y las fuerzas políticas que lo apoyan, no han mantenido jamás entendimiento ni alianza de ninguna clase con las corrientes políticas comunistas. Comprendemos que tenemos una responsabilidad muy especial dentro del hemisferio, porque del sub-suelo de nuestro país fluye diariamente un millón de barriles de petróleo, que son indispensables para la reconstrucción de Europa y la seguridad de América."
¿Qué ocurrió entonces en el campo de la subjetividad ideológica de Betancourt? ¿Cuáles fueron sus cambiantes lógicas de identificación y reconocimiento en tanto que sujeto-agente de contrastantes imaginarios políticos? ¿Cuáles fueron los cambiantes dispositivos de afectos y enunciaciones que atravesaron a la figura del personaje Rómulo Betancourt en ambas "tomas de postura" ante auditorios también contrastantes?
El análisis crítico del discurso político puede dar cuenta de muchas transformaciones en las "posiciones de sujeto" como miembros de determinados grupos en los procesos de interpelación ideológico-política. Betancourt trazo una línea muy clara en ambos casos titulando lucidamente:
¿Con quién estamos y contra quién estamos? a tal problemática que toda la implicación de cada quien en el tópico imperialismo/antiimperialismo.
Finalmente: ¿Experimentarán luego de la muerte de Chávez las mismas oscilaciones ideológico-políticas de Betancourt los dirigentes y cuadros medios de las organizaciones de Gran Polo Patriótico, especialmente en el PSUV?
¿Experimentarán muchos izquierdistas retóricos las mismas determinaciones psicosociales y políticas que experimentó Betancourt para que, luego de proferir discursos anti-imperialistas, revolucionarios y socialistas, luego se vuelvan aliados dóciles del Departamento de Estado Norteamericano?
Allí no es tan importante "saber lo que se dice" sino "saber lo que se hace con lo que se dice", sobre todo "saber lo que se hace en la propia subjetividad cuando se asumen determinadas interpelaciones del discurso".
¿Cómo nos hacemos y des-hacemos en el campo de la discurso, los imaginarios y las lógicas de identificación?
Como diría un Hegeliano:
"Antes de saltar la talanquera objetiva ya se ha hecho el salto de la talanquera subjetiva… y esto es también un hecho histórico-social objetivo."