El Socialismo Burocrático ha sido un fracaso histórico que no debemos repetir

Comenzar de nuevo no significa "inventar el agua tibia"

Mucho se ha repetido la frase de Simón Rodríguez: O Inventamos o Erramos.

Sin embargo, su repetición se hace apelando al llamado "Árbol de las Tres Raíces" del Proyecto Histórico Bolivariano (Libro Azul), sin comprensión y sin una necesaria contextualización. Tal frase utilizada como Refrán y no como Sentencia, adquiere mayor significación cuando se la ubica en un texto mayor:

"¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original —originales han de ser sus Instituciones y su Gobierno— y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos."

Si uno además conoce el testimonio de J. V Lastarria sobre Simón Rodríguez, comienza a comprender el vínculo de tales ideas con tradiciones mayores:

"Don Simón Rodríguez era un verdadero reformador, cuyo puesto estaba al lado de Owen, de Saint-Simon y de Fourier. Hombre de genio, independiente y observador, nacido y formado por sí mismo...".

Al citar a Owen, Saint-Simón y Fourier quedarían pocas dudas sobre el hilo conductor de la evocación al Imaginario Socialista de principios del siglo XIX, de carácter aun para-marxista (no utilizaremos ni el término pre-marxista ni utópico) del ideario de Simón Rodríguez.

Entraríamos a una interesante polémica crítica sobre el contenido y la forma de expresión (escritura) del propio ideario de Simón Rodríguez, más aun si relacionamos su pensamiento con el de Gramsci en su reflexión sobre las ideologías.

Una de las nociones más difundidas sobre las formaciones ideológicas es que en tanto que hecho cultural, una ideología es la unión de una concepción del mundo con unas normas o máximas de conducta que se desprenden de ella.

Allí también comprenderíamos que significa una acción hegemónica: la elaboración-difusión de la concepción del mundo que, propia de una clase, llega a generalizarse en toda la formación social configurando un bloque histórico, extendiéndose entre las otras clases y por esta razón, llegan a actuar y pensar según los valores, máximas, normas y principios inculcados por aquella.

Es en este marco donde cobran significación los términos hegemonía, sentido común y buen sentido. La acción hegemónica no puede confundirse en Gramsci con la simple supremacía o preeminencia política de un grupo sobre otro, como era parte de los usos y significados en las reflexiones de Plejanov o en la tradición socialista rusa.

Bastaría analizar cómo se utiliza en término hegemonía en la doxa del discurso político venezolano para reconocer que se trata más del uso asociado a la tradición rusa que a la tradición inspirada en Gramsci. De modo, que nuestros políticos usan muy poco a Gramsci (persuadir) y prefieren quedarse con la idea de supremacía política (Imponer).

En Gramsci, la hegemonía adquiere un nuevo sentido, ya que se refiere a la capacidad de un determinado grupo social con vocación de poder de configurar una voluntad colectiva nacional-popular, a ganar la adhesión, respaldo y el consentimiento del resto de los grupos que conforman la sociedad. De allí que tampoco pueda separarse la acción hegemónica de las influencias del pensamiento de Sorel en Gramsci con relación al concepto de "blocs" sociales y la función del "Mito político". Las ideas rectoras son entonces "ideas-fuerza" no porque se imponen sino porque presentan una "solidez cultural".

La hegemonía pasa entonces por un circuito de influencia y circulación de idearios entre la esfera ético-cultural de los intelectuales (orgánicos), por una parte y la esfera política y social donde los liderazgos posicionan un sistema de valores, actitudes, creencias, máximas y supuestos que validan y sostienen el régimen político/económico/social.

Es clave comprender que la acción hegemónica es lograda por la conducción intelectual y moral de la nación, por la capacidad de persuasión/inculcación, y no por la coerción o la violencia. Para Gramsci, no se puede separar la filosofía de la política, la elección y la crítica de una concepción del mundo constituyen también un hecho político, pues incide directamente en el obrar práctico, en la voluntad concreta y no solo en las frases dichas:

"(…) el problema fundamental de toda concepción del mundo, de toda filosofía convertida en movimiento cultural, en «religión», en «fe», es decir, que haya producido una actividad práctica y una voluntad y esté contenida en éstas como «premisa» teórica implícita (una «ideología», podría decirse, si damos al término ideología el significado más alto de una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de vida individuales y colectivas): nos referimos al problema de conservar la unidad ideológica de todo el bloque social, cimentado y unificado, precisamente, por esta determinada ideología."

Y la construcción de la "unidad ideológica de un bloque social" depende a su vez de crear una unidad ideológica entre abajo y arriba, entre las "gentes sencillas" y los "intelectuales". Sólo puede existir organicidad de pensamiento y solidez cultural si entre los intelectuales y las gentes sencillas es posible la misma unidad que debe existir entre la teoría y la práctica, esto es, "si los intelectuales hubiesen sido ya orgánicamente los intelectuales de estas masas, si ya hubiesen elaborado y hecho coherentes los principios y los problemas que las masas planteaban con su actividad práctica, constituyendo de este modo un bloque cultural y social".

¿A dónde nos lleva esta reflexión? A preguntarnos sobre la unidad ideológica que prevalece en la sociedad venezolana, en su sociedad civil y en su sociedad política, en el Estado, en sus instituciones, en la dirección de la actividad económica y política, en el Gobierno, en los partidos, en sus jefaturas, en el campo de la opinión pública, medios de difusión, en sus aparatos escolares o religiosos. Vuelve la pregunta de Simón Rodríguez:

"¿Dónde iremos a buscar modelos?" ¿Se utilizan medios originales para fundar instituciones y Gobiernos, o sencillamente se imitan o copian lo peores modelos? ¿Se está errando o acertando?

De todo esto depende la conducción intelectual y ético-cultural que informa a la conducción política.

¿Cuáles son los fundamentos intelectuales y ético-culturales de la "clase política" (gobierno + oposición) en su obrar práctico?

¿Cuál es su unidad ideológica?

No los juzguemos por la retórica florida (Los llamados pico´e plata), no confundamos oratoria necesariamente con inteligencia. Hay que ir a la conciencia práctica, a las ideas operantes en hábitos, usos y prácticas, bajemos del mundo de la "comunicación política" para aterrizar en la acción y la voluntad, en el hacer efectivo, en los crudos intereses, afectos y pasiones. Es allí donde resolveremos los enigmas de la acción hegemónica.

De modo que la conducción intelectual y moral (hegemonía), para ser orgánica, debe ser la elaboración coherente de los principios, máximas de conducta operantes, y de los problemas que las masas plantean con su actividad práctica, constituyendo de este modo un "bloque cultural y social", de modo que cuando en la labor de elaboración de un pensamiento superior al "sentido común" y científicamente coherente, los estratos intelectuales nunca olvidan permanecer en contacto con las "gentes sencillas" antes al contrario, encuentra en este contacto la fuente de los problemas a estudiar y resolver.

Sólo con este contacto, plantea Gramsci, una filosofía se hace "histórica", se depura de los elementos intelectualistas de carácter individual y se convierte en "vida".

Una "filosofía de la praxis" no puede reproducir simplemente el sentido común (la doxa), sino asumir una actitud polémica y crítica, "como superación del modo de pensar precedente y del pensamiento concreto existente (o del mundo cultural existente).

Conclusión, no hay revolución alguna sin revolución de los modos de pensar y de actuar, revolución del pensamiento y la acción concreta existente.

Es decir, cuando se habla de "revolución" en el terreno ideológico debe presentarse ante todo como crítica del "sentido común" (después de haberse basado en el sentido común para demostrar que «todos» son filósofos y que no se trata de introducir ex novo una ciencia en la vida individual de «todos», sino de innovar y hacer «crítica» una actividad ya existente).

Pero esta crítica del sentido común implica a la vez considerar su viabilidad histórica: las construcciones ideológicas que corresponden a las exigencias de un período histórico complejo y orgánico terminan siempre por imponerse y prevalecer, aunque pasen por muchas fases intermedias en las cuales su afirmación sólo se produce en combinaciones más o menos extrañas y heteróclitas.

¿No es acaso eso que llamamos "proceso revolucionario bolivariano" o "Proyecto Bolivariano", una combinación extraña y heteróclita?

Para prevalecer, determinadas formaciones ideológicas tienen que relacionarse y contrastarse con otras, incluso deben re-articularlas y absorber algunos de sus elementos como "momentos subordinados". Gramsci utiliza el canon de la discusión científica para ejemplifica esta idea:

"En la discusión científica se supone que el interés radica en la búsqueda de la verdad y en el progreso de la ciencia y por esto demuestra ser más «avanzado» el que adopta el punto de vista de que el adversario puede expresar una exigencia que debe incorporarse, aunque sea como momento subordinado, a la propia construcción. Comprender y valorar realísticamente la posición y las razones del adversario (y a veces el adversario es todo el pensamiento anterior) significa precisamente haberse liberado de la prisión de las ideologías (en el sentido peyorativo de ciego fanatismo ideológico), es decir, significa adoptar un punto de vista "crítico" el único fecundo en la investigación científica."

Tomemos con pinzas esta idea: "a veces el adversario es todo el pensamiento anterior", para comprender que significa revolución en el terreno ideológico-cultural. Significa haberse liberado de la prisión del fanatismo ideológico, adoptar un punto de vista crítico, lo cual significa ir a contracorriente de lo que permanece burocráticamente centralizado o intelectualmente dogmatizado.

Ya veremos cómo en Simón Rodríguez el dogma se expresa en refrán, en sentido común, en premisa lógica, en estereotipo o prejuicio.

El problema de la acción hegemónica es este: "La realización de un aparato hegemónico, en la medida en que crea un nuevo terreno ideológico, determina una reforma de las conciencias y de los modos de conocimiento, es un hecho de conocimiento, un hecho filosófico".

Cuando se consigue introducir una nueva moral conforme a una nueva concepción del mundo, se termina por introducir también esta concepción, es decir, se determina una reforma filosófica total. Esto significa que necesariamente hay que transformar hábitos, usos y máximas de conducta, y no transformar la superficie de la oratoria, de la fraseología.

La fraseología socialista se puede imitar de forma simiesca, como loros que repiten sin comprender ni explicar un ideario, refranes; en cambio, una nueva moral socialista requiere de convencimiento/persuasión/inculcación. No es lo mismo el refrán imitado que la sentencia vivida como máxima de la voluntad, como conciencia práctica operante.

También la acción hegemónica remite a la relación entre una estructura y las superestructuras que forman un «bloque histórico», esto es, el conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras es la expresión del conjunto de las relaciones sociales de producción e intercambio. ¿Qué sentido tiene una "oratoria socialista" si en el obrar práctico se reproducen las relaciones sociales de producción e intercambio capitalistas?

Eso solo puede significar mala fe o ineficacia en la acción hegemónica.

Es tan importante comprender la relación entre formaciones ideológicas y acción hegemónica pues permite establecer el carácter orgánico u ocasional de determinado sistema de frases, ideas rectoras, principios o máximas de conducta.

Las ideologías históricamente orgánicas son aquellas necesarias para la reproducción de una cierta estructura económico-social, mientras las ideologías arbitrarias, son aquellas que se restringen al pequeño círculo de sus adeptos de manera voluntaria.

Cuando se habla de Capitalismo rentista, subdesarrollado y dependiente se dice que las máximas de conducta de nuestra cultura practica son capitalistas, rentistas, reproductoras de situaciones de dependencia y de estructuras históricas del subdesarrollo.

También se dice que el modelo aplicado, que los usos, hábitos, costumbres y prácticas que prevalecen son capitalistas.

También se reconoce implícitamente que el adversario (las ideas y normas de conducta del pasado, que se pretenden transformar) es el que ejerce efectivamente la hegemonía. Peor aún, si la "clase política" reproduce tal lógica, incluso los llamados socialistas actúan como portavoces efectivos del obrar capitalista.

Si se pretende que el socialismo, por ejemplo, sea una ideología históricamente orgánica tendría que lograr una validez «psicológica», «organizadora» sobre las masas humanas, formar el terreno en que los hombres se mueven, donde adquieren conciencia de su posición, donde luchan y encuentran sus razones existenciales.

Si no es así, el socialismo es meramente una ideología arbitraria, ocasional, crean algunos «movimientos» individuales, polémicas, etc., pero no logra ninguna «solidez de las creencias populares» como elemento necesario de una determinada situación.

De modo que si "el socialismo" no pasa de ser sino la retórica de algunos grupos o movimientos, para no convertirse en pensamiento operante de un bloque social, en voluntad colectiva y acción práctica, en máxima de conducta, no tendrá ninguna eficacia histórica.

Gramsci plantea que para Marx una convicción popular tiene a menudo la misma energía que una fuerza material:

"El análisis de esta afirmación lleva a reforzar el concepto de «bloque histórico», en el cual las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma; esta distinción de forma y contenido se hace meramente a efectos didácticos, porque las fuerzas materiales no se pueden concebir históricamente sin forma y las ideologías serían caprichos individuales sin las fuerzas materiales".

De modo que una transformación social requiere necesariamente una transformación del plano de las máximas de conducta, de lo que Simón Rodríguez denomina sentencias, y no simplemente de la fachada de los discursos, de las frases-cohete que actúan como aprendizaje de refranes, pues existe la necesidad de contrastar el obrar, el sentir, el decir y el pensar:

"¿Cuál será entonces la concepción real del mundo: la lógicamente afirmada como hecho intelectual o la que resulta de la verdadera actividad de cada uno, que está implícita en su obrar? Y puesto que el obrar es siempre un obrar político, ¿no puede decirse que la filosofía real de cada uno está contenida en su política?

Este contraste entre el pensar y el obrar, es decir, la coexistencia de dos concepciones del mundo, una afirmada de palabra, la otra manifestada en el obrar efectivo, no siempre se debe a la mala fe. La mala fe puede ser una explicación satisfactoria en algunos individuos aislados e incluso en grupos más o menos numerosos, pero no lo es cuando el contraste se verifica en la manifestación de vida de grandes masas: entonces no puede dejar de ser la expresión de contrastes más profundos de orden histórico social. Significa que un grupo social, que tiene su propia concepción del mundo, aunque sea embrionaria, que se manifiesta en la acción y, por tanto, irregularmente, ocasionalmente, es decir, cuando el grupo se mueve como un conjunto orgánico, que este grupo social, decimos, por razones de sumisión y de subordinación intelectual, ha tomado una concepción en préstamo de otro grupo y la afirma de palabra y cree seguirla porque la sigue en tiempos normales, esto es, cuando la conducta no es independiente y autónoma sino sometida y subordinada, precisamente. Por esto no se puede separar la filosofía de la política; al contrario, se puede demostrar que la elección y la crítica de una concepción del mundo constituyen también un hecho político."

Gramsci continúa:

"La filosofía de la praxis debe estudiar objetivamente lo que los hombres piensan de sí mismos y de los demás es algo que está fuera de toda duda, pero ¿debe aceptar pasivamente como eterno este modo de pensar? ¿No sería éste el peor de los mecanicismos y de los fatalismos? El cometido de toda iniciativa histórica es modificar las fases culturales precedentes, hacer homogénea la cultura en un nivel superior al precedente, etc."

Aquí retornamos a Simón Rodríguez en su análisis de las normas o máximas de conducta en el obrar efectivo, pues es allí donde encontramos un índice efectivo de la orientación ideológica de una voluntad política:

"«Sentencias y Refranes: Cuando una verdad llega a obtener el asentimiento de los Sabios, es sentencia, porque sólo ellos sienten bien su importancia. —Si comprende otras verdades, se llama sentencia máxima o Máxima solamente, por abreviar—. Si se cita o adelanta en apoyo de una doctrina, es proverbio. —Si es muy conocida es adagio— y cuando se hace vulgar es Refrán. Sube la verdad de sentencia a proverbio y baja de proverbio a Refrán."

Esta relación entre el asentimiento de los sabios y su transformación en conocimiento vulgar, como refrán, es precisamente el vínculo que establece Gramsci entre los estratos intelectuales, el sentido común y el buen sentido. Simón Rodríguez aclara:

"La verdad, en estado de refrán, pierde cuanto ganó para erigirse en sentencia; porque en boca de todos no puede conservar los pensamientos que la compusieron. Sucede con las sentencias lo que con la aritmética. Cualquiera saca una cuenta, porque sabe la fórmula; Pero no fue un cualquiera el que hizo la fórmula, para que saliera la cuenta."

De modo que para transformar una cultura dominante como sentido común hay que elevarse desde el nivel de refrán hasta las sentencias y máximas, para comprender así, la lógica de la composición o de construcción, que en Gramsci se vincula con el término de elaboración filosófica. Recordemos, todos los hombres y mujeres son intelectuales (tienen capacidad de sentir, pensar y obrar), pero no todos forman parte del estrato de quienes fungen como intelectuales. Es preciso pasar desde el refrán, desde la consigna, desde la frase hecha a la reflexión, a la composición, a la inteligencia sintiente y pensante, pasar a polemizar sobre máximas, sentencias, proverbios y adagios.

La analogía entre Gramsci y Simón Rodríguez adquiere su máximo contenido cuando este último dice:

"Compongamos con estos pensamientos algunas sentencias Máximas que se tomen por PROVERBIOS en la Educación mental, y que siendo adagios de las Escuelas pasen a ser refranes en el vulgo nuevo que las luces del siglo se proponen hacer en el nuevo mundo. Serán los únicos refranes que rueden de boca en boca sin perder el valor de sentencia".

La Independencia para Simón Rodríguez era una revolución educativa y cultural, luces y virtudes del siglo para hacer el Nuevo Mundo. Lo mismo ocurre en Gramsci, el Socialismo es un hecho de conciencia, moral y voluntad, no de oratoria florida o de fachada discursiva.

Como vemos, el movimiento en espiral ha tocado un nuevo comienzo:

"La América Española es original —originales han de ser sus Instituciones y su Gobierno— y originales los medios de fundar uno y otro». «O inventamos o erramos."

Rodríguez habla de Inventamos o Erramos, lo hace en el marco de la construcción de nuevas instituciones y su Gobierno, en función de la originalidad a la nueva situación americana. ¿En qué consiste tal originalidad? Tendríamos que trabajar a profundidad en que consiste la descolonización del pensamiento en Simón Rodríguez, a través del contraste de dos enunciados:

1) "Los filósofos europeos convencidos de la inutilidad de su doctrina, en el mundo viejo, quisieran poder volar hasta el nuevo, a emplear sus últimos días propagándola".

2) "La América está llamada (si los que la gobiernan lo entienden) a ser el modelo de la buena sociedad, sin más trabajo que adaptar. Todo está hecho (en Europa especialmente). Tomen lo bueno —dejen lo malo— imiten con juicio— y por lo que les falte inventen."

Aquí el refrán "O inventamos o erramos" adquiere una nueva significación. No se inventa el agua tibia. Se requiere trabajo de adaptación activa, de imitación con juicio, lo cual significa mucho más que la conducta simiesca, o de los loros que repiten modelos.

Mucho aprendería el Gobierno si maneja las sentencias y máximas del llamado "Libro Azul" de la siguiente reflexión de Sociedades Americanas de Simón Rodríguez:

"COMERCIO Todos los que compra y venden son Comerciantes, pero los Gobiernos deben considerar el Comercio de otro modo que el Mercader. El Mercader observa las necesidades, y para satisfacerlas calcula sus ganancias. El Gobierno considera las conveniencias económicas, morales y políticas del Comercio, para no exponer los intereses del Productor, del Consumidor y del Propagador mismo."

El Gobierno reconoce y actúa sobre el conflicto de intereses entre actores distintos del juego económico, pues la civilización se constituye en el INTERES GENERAL.

Y continúa Rodríguez:

"Los Gobiernos de América no pueden simpatizar con los de Europa porque los Pueblos Americanos, en nada se parecen a los Europeos. La Cartilla demuestra la influencia de las Costumbres en el Gobierno y la influencia del Gobierno en las Costumbres. El punto de partida indeciso sobre si es el Gobierno es el que influye o si son las costumbres no lo será para el que piensa y ya muchos lo han decidido. En el Sistema Republicano el Gobierno forma las costumbres porque enseña a formarlas, en los demás sean cuales fueren, las costumbres forman el gobierno porque cada uno hace de sus hijos lo que quiere."

La clave aquí es que Muchos lo han decidido: en el Sistema Republicano, el Gobierno forma las costumbres porque enseña a formarlas.

Preguntémonos: ¿Cuáles costumbres forman y enseña a formar nuestro Gobierno o quienes aspiran a ser Gobierno?

"Si queremos hacer República, debemos emplear medios tan nuevos como es nueva la idea de ver por el bien de todos".

"La ignorancia de los principios sociales, es la causa de todos los males, que el hombre se hace y hace a otros."

"Sólo por la fuerza física consigue un Rey que sus vasallos le obedezcan." Mientras por otro lado: "La Fuerza de la Autoridad Republicana es puramente moral". "Levantar el palo para mandar y descargarlo para hacerse obedecer" eso es parte de otro texto: "Luego República, entre nosotros, es una Parodia de la Monarquía".

Allí están las claves de lo viejo que no ha terminado de morir y de lo nuevo que no ha terminado de nacer.

Es el JUICIO para adaptar selectivamente de los modelos existentes, para TOMAR LO BUENO Y NO ERRAR, y por los que les faltan NOS TOCA INVENTAR.

Hay que comenzar de nuevo, ciertamente, sin INVENTAR EL AGUA TIBIA.

El Socialismo Burocrático ha sido un fracaso histórico. No vale la pena repetir las sentencias y máximas de conducta que NO articulan "un régimen de libertades políticas con el cumplimiento de los principios sociales del bien de todos".

El Neoliberalismo es el régimen de los Mercaderes. En esencia, no es siquiera un Gobierno Republicano. Su virtud es la ganancia por la ganancia por el desprecio de la clase trabajadora y los supernumerarios (el ejército industrial de reserva: los depauperados)

La salida al Neoliberalismo no es entonces más Neoliberalismo mezclado con oratoria o refranes socialistas, pues el Gobierno no puede pensar como un Mercader, ni imitar lo que han sido históricamente los errores de un estatismo autoritario, régimen que sumergió al pueblo trabajador en la "Dictadura sobre el proletariado".

Chávez articuló los principios del Socialismo democrático, revolucionario y bolivariano del siglo XXI. Hizo del Proyecto de las Tres Raíces y de la ética del cristianismo primitivo, el comunismo moral, sus principios y sentencias activas. Su marxismo crítico fue muy rudimentario, repitiendo refranes, adagios y proverbios sin llegar a componer sentencias. Se estaba elevando en conciencia y partió a destiempo.

De modo que Moral y Luces hoy más que nunca se han convertido en nuestras más urgentes necesidades. Esto no lo entienden ni NECIOS, ni CIEGOS, ni SOBERBIOS.

No basta apelar como loros al legado de Chávez como dogma burocrático, como gríngola para imponer conformismos, sin acción hegemónica.

Hay que tomar su testigo y elevar la tarea: la construcción del protagonismo popular y del socialismo democrático, bolivariano, robinsoniano y libertario siguen abiertos…pues sigue presente la vieja consigna: O Socialismo o Barbarie. O Inventamos o Erramos.



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Javier Biardeau

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

 jbiardeau@gmail.com      @jbiardeau

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