Hay días que amanezco queriendo esconder verdades aprendidas en el andar y tal vez sean las más grandes para este viejo pensamiento comunista que se niega a ser borrego, pero cuando en silencio enfrento ataques como el que se hace a Aporrea y viendo tantas incongruencias, me siento fuera de orden, pero orgulloso de lo defendido toda la vida y concientizando las confusiones, intento que el mensaje llegue directo y escribo sin mencionar lo concreto, insinuo; pero el entendimiento detiene ese ímpetu y desisto ocultando debilidades, para proteger lo que tenemos como encargo los que venimos de tiempo y sabemos que siglos ha costado este intento.
Todos los días deseo que el pensamiento crítico acompañe al poder que poseemos y recomiende algunas direcciones que son necesarias en revolucion y que debemos corregir los combatientes que se son de nosotros, aunque las actitudes digan lo contrario.
Un revolucionario no puede ser una forma prepotente y engolada para dirigirse a su semejante; necesita humildad como fondo para poder acompañar al PUEBLO.
El lenguaje de un camarada debe llegar lo más cerca posible de la semejanza cargada de humildad y sólo presumir poder, cuando sea inevitable y con el golpear al enemigo.
Por una cuestión de conpupa (palabra usada en el argo militar) un combatiente no debe vociferar lo que va hacer, fuera de la COMUNA; debe ejecutar primero y después mostrar resultado; teniendo la premisa siempre que se está construyendo PATRIA y no una republiqueta.
Un revolucionario no puede verse débil contradiciendo su accionar y por conveniencia mostrar inconsistencia; no debe imponer; su fortaleza tiene que ser, proponente para construir en colectivo: Dominar ímpetu de grandeza, que no son revolucionarios en la construcción; articular en colectivo.
Nuestro líder: tiene que recorrer calle vestido de PUEBLO, para ser igual, no parecer.
Y lo más importante, incluir el nosotros en sus intervenciones, mostrando compromiso que lo hagan cercano; las nuestras de individualidades distancian y hace parecer fue y ahora lleno de opulencia promovido por el usufructo no lo es.
En fin: el líder revolucionario, es un combatiente que deja en el intento, hasta el último aliento y confirma en cada paso del andar, que PATRIA O MUERTE, VENCEREMOS Y HASTA LA VICTORIA SIEMPRE.