Se cumplen 15 años del golpe fascista contra la democracia bolivariana. Fue un vulgar golpe de estado contra un legítimo Presidente, el Comandante Supremo y Eterno de la Revolución Bolivariana Hugo Rafael Chávez Frías.
Hoy podemos ver con más claridad aquel bochornoso acontecimiento histórico que dejó un doloroso saldo de decenas de personas muertas y heridas, así como otras incontables violaciones de los derechos humanos por parte de la dictadura fascista instalada por la Coordinadora Democrática (MUD) y sus amos del Norte.
Ya se conocen suficientes evidencias para determinar que el cerebro planificador del golpe fue la Agencia Central de Inteligencia (CIA) por órdenes del gobierno de los Estados Unidos, que el brazo ejecutor fueron los sectores opositores de la derecha criolla, entre los que se encontraba el hoy reincidente Henrique Capriles Radonski, desgobernador del Estado Miranda, junto a los otros connotados dirigentes de la oposición, también reincidentes hoy.
Pero del otro lado estaba el pueblo, el mismo que salió en defensa de su proceso revolucionario, proceso que lo dignificó devolviéndole la Patria que la oligarquía le había arrebatado desde 1830, la Patria que había conquistado con las armas en las manos, con grandes sacrificios, bajo el liderazgo del Libertador Simón Bolívar.
15 años después tampoco podemos olvidar que una ciudadanía fue utilizada por la llamada Coordinadora Democrática, el mismo bloque político antichavistas que hoy usa otro remoquete (MUD), y que sigue intentando destruir a la Revolución Bolivariana, utilizando incluso la vía de la violencia combinado con llamados al injerencismo extranjero, respondiendo rastreramente a los planes de los imperialistas norteamericanos.
Las pruebas del criminal golpe del 11 de abril de 2002 abundan por doquier, son de todo tipo, y todas conducen a la misma fatalidad: los hechos siguieron un guión preciso al más puro decadente estilo hollywoodense. Un montaje. Nada quedó a la suerte, todo se planificó para que sucediera según las escrituras como se confirmó meses después, como en las interpelaciones en la Asamblea Nacional, y, para el asombro los venezolanos y del mundo, en unas conferencias dictadas en la UCAB y en la Universidad Bicentenaria del Estado Aragua por el periodista de CNN, Otto Neustaldt, quien reveló (porque él fue testigo y actor) que el video en donde el almirante Ramírez Pérez anunciaba los primeros seis muertos y que existían unos francotiradores, fue grabado con antelación a los sucesos violentos en el centro de Caracas; luego el mismo almirante lo confirmó en una entrevista, entre la euforia triunfalista que reinaba en los conspiradores, a la periodista Ibeyise Pacheco. Así vimos como el velo que ocultaba tal traición se les rasgó a los golpistas: Supimos como cada uno de ellos hizo su papel por encargo en aquella comedia bufa que resultó ser macabra, que todo era de utilería para derrocar al Presidente Chávez y con él a la Revolución Bolivariana.
Revisemos a grandes rasgos los pasos dados por la derecha para ejecutar ese golpe por encargo: 1) En diciembre del 2001 ya se anuncia la tentativa insurreccional. 2) La nómina mayor de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) convoca a un paro no justificado porque no reclamaban ninguna reivindicación laboral ni era apoyado por los sindicatos petroleros. 3) La patronal Fedecámaras llama a un paro nacional para el día martes 9 de abril. 4) La vieja mafia sindicalera de la CTV (que no representaba ni al 17% de la fuerza laboral) se une al cierre patronal.
Fue un golpe de estado esencialmente mediático. Los grandes medios de comunicación privados divulgaron coordinadamente sus llamados en forma unánime y abrumadora, ejecutando, premeditadamente, un golpe de Guerra de Cuarta Generación. Lo hicieron de manera sistemática como si siguieran a un director de orquesta, paso a paso, hasta anunciar como lo hizo El Nacional ese día 11 que la "Batalla final será en Miraflores".
Hacia el Palacio Presidencial los jefes de la derecha condujeron a la marcha opositora, ya psicológicamente domesticada hasta el paroxismo en el odio hacia el pueblo. Allí, en Miraflores, estaba previsto ejecutar el paso decisivo del plan golpista: asesinar fríamente a sus propios seguidores de la marcha y a los defensores de la Revolución que protegían el palacio de gobierno, y, luego, con la desvergonzada manipulación mediática forzar la salida del Presidente Chávez, como ocurrió.
Pero la realidad concreta, como está demostrado, no es un laboratorio donde reinan las condiciones ideales, sino que es el reino de las múltiples determinaciones, y los golpistas de opereta no pudieron calcular que el día 13 el pueblo (47 horas después), en unión con su Fuerza Armada Nacional Bolivariana, volvió hecho millones triunfante con su líder y lo instaló nuevamente en la Presidencia de la República, restableció el hilo constitucional roto por aquel cobarde golpe del 11 de abril de hace 15 años; es el mismo pueblo que hoy vuelve a recordarle, bien claro, a la oposición apátrida que: "Más nunca volverán".