La rendija democrática

La lucha sigue siendo la profundización de la democracia, la democracia participativa. Y en ese camino, hay que continuar defendiendo la Constitución de 1999, por sus logros en términos de garantías de los derechos individuales y sociales, de nuevas instituciones de participación popular, de apertura a transformaciones más profundas en todas las relaciones sociales. Esa carta magna ha sido el avance más sólido que ha tenido nuestro pueblo en estos dos siglos, y su programa político, social y económico, continúa siendo el de nuestra revolución. Allí también se halla la reivindicación eterna de la soberanía nacional, el rechazo de las intervenciones extranjeras, la solidaridad integradora con los pueblos y especialmente con los latinoamericanos, la inspiración bolivariana de nuestro Pacto Fundamental, además de la responsabilidad con las generaciones futuras mediante el resguardo de los equilibrios ecológicos.

La escalada de la lucha política continuará. Habíamos vislumbrado a mediano plazo, o bien un escenario de desintegración social, como en Ruanda, donde un sector de la población exterminó al otro, o bien una sangrienta guerra civil, con inevitables ramificaciones internacionales dado un mundo globalizado y el reacomodo del sistema mundo capitalista, en el cual las tensiones de la nueva "guerra fría" ya están en la superficie observable. Hay que continuar luchando para evitar esos escenarios nefastos. Seguimos en la misma causa democrática y por la paz basada en la justicia.

Esos escenarios siguen siendo posibles, puesto que se trata de un proceso cismagenético, una confrontación que se retroalimenta y que tiende a amplificarse cada vez más, por su propia lógica, que envuelve y presiona a los actores involucrados. En este momento, luego de instalada la supuesta "Constituyente", nos encontramos con la amenaza de un gobierno "absoluto" con claras tendencias autoritarias, donde las tradiciones gomecistas y perezjimenistas se concertan con los reflejos stalinistas y de pranes, apenas matizadas por opiniones democráticas y vagamente antiburocráticas que se han hecho escuchar en medio de la demagogia oficial. La importante votación del 30J (más allá de que deje por fuera casi un 60% de la población votante, más allá incluso de los problemas con las máquinas, fácilmente solubles con una buena auditoría) expresó el rechazo a los métodos insurreccionales escogidos por los foquistas de derecha. Significó un cierre de filas provisional de las masas chavistas con la cúpula burocrática-militar, a pesar del masivo descontento con el mal gobierno.

Parte fundamental de la responsabilidad por este resultado, es de una oposición incoherente, inmediatista, irresponsable, sin más proyecto que derrocar a un gobierno legítimamente electo, una dirigencia errática y aventurera de derecha que derrochó la posibilidad de capitalizar el descontento hacia un mal gobierno, a causa de su vanguardismo y foquismo. Otros factores actuaron en medio de la complejidad de la situación: el poder de chantaje económico y hasta alimentario de un gobierno fundido con las Fuerzas Armadas, las presiones sobre los funcionarios públicos, pero también la inexistencia de una opción creíble frente a la polarización y los chantajes ideológicos (el llamado a la lealtad con Chávez confundida con la complicidad de mafias, un antiimperialismo rudimentario que no se ubica en el reacomodo del capitalismo mundial) estimulados por las amenazas de los Estados Unidos y la derecha internacional. La ideología, en el sentido de "falsa conciencia", de justificación de dominación, mostró nuevamente su eficacia, con sus rituales y sus clicés.

El llamado "chavismo crítico", conjunto de desprendimientos del tronco del movimiento chavista, que recién se viene coordinando, aunque fue un importante factor de opinión, tuvo efectos muy limitados. Nos redujimos a una rutina de declaraciones de prensa sin casi ningún trabajo organizativo y de bases. Pero las posiciones expuestas en el proceso, pueden ser premisas para una nueva referencia política, necesaria en medio de la crisis. Ahora se trata de dar piso social a esas posturas que, por supuesto, deben ser maduradas en un programa común para gobernar.

Luego de instalado el gobierno supraconstitucional, "absoluto", sólo quedan algunas rendijas democráticas que debieran ser potenciadas al máximo. En primer lugar, hay que exigir un plazo término para el trabajo de la supuesta Constituyente (máximo de 5 meses) y que su nuevo texto constitucional sea sometido a referendo. En segundo lugar, hay que exigir el mantenimiento de las garantías individuales y sociales, así como de las instituciones participativas de la Constitución de 1999. Otro elemento es, como propusiera Julio Escalona, que esa instancia modere su degeneración autoritaria, recibiendo las diversas propuestas populares, entre las cuales incorporaríamos la separación de los altos cargos gubernamentales de funciones de dirección de partido, una auditoría de la asignación de los dólares preferenciales y de la deuda externa como parte de la lucha contra la corrupción, una revisión de los contratos para la Faja Bituminosa del Orinoco y del Arco Minero. Hay que exigir la suspensión del pago de la inmensa deuda externa que hambrea el pueblo, mientras se haga una revisión de su legitimidad.

Otra línea tiene que ser la realización y participación en las elecciones pendientes, siguiendo el hilo de la Constitución vigente, que sigue siendo la de 1999. En primer lugar, las elecciones regionales. En esa coyuntura electoral podrán manifestarse ya las nuevas tendencias de masas que pueden dar nacimiento a un nuevo mapa político.

Estas rendijas democráticas deben ser amplificadas. Esa debiera ser la táctica por lo menos de esa naciente nueva referencia política, chavista democrática, cuyo embrión hoy se anuncia.



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Jesús Puerta


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