La Asamblea Nacional de Cuadros del PSUV (la ANC) se impuso de facto como el resultado de la derrota estruendosa, política, igualmente previsible por su agotamiento, de una estrategia errática, sin perspectivas, de la oposición, que a veces parecía insurreccional, a la manera del siglo XIX (peleas callejeras con frágiles barricadas y armamento casero de un nivel primario), y otras de desobediencia civil, pero sin las alturas morales de la lucha de un Gandhi o un Luther King. La estrategia "guarimbera" de la derecha tenía todos los defectos que creíamos propios de la izquierda del siglo XX en América Latina: subjetivismo (sustitución de la realidad por los deseos, subestimación del adversario, emocionalidad sin análisis objetivo), inmediatismo, voluntarismo, foquismo (con su correspondiente mito heroico que utilizaba hasta canciones de Alí Primera para representarse), incoherencia, estrategicismo. Con una línea enemiga así, quién necesitaría de amigos del lado del gobierno.
En todo caso, lo más grave es que la ANC se impuso como un gobierno absoluto de facto, que acabó con la institucionalidad establecida en la Constitución de 1999, supuestamente aún vigente, y hasta, en ocasiones, todavía alabada por el presidente Maduro. No es Constituyente, no sólo por razones de hermenéutica jurídica (sobre las cuales ya se ha insistido mucho), sino porque se le ha asignado objetivos de gobierno y durante un tiempo indefinido. En este sentido, con el estilo característico de la actual dirigencia del gobierno burocrático-militar, se le han atribuido varios objetivos, que van cambiando de acuerdo a la conveniencia del momento y la de siempre: mantenerse como sea en el Poder.
El primer objetivo (¿se acuerdan?) era la paz. La propaganda oficial y mucho chavista de base, incluidos cuadros honestos que por supuesto no fueron electos, interpretaron la paz, simplemente, como el cese de las guarimbas. De hecho, una de las motivaciones principales para ir a votar por la ANC fue parar el fastidio de las guarimbas y la lógica de confrontación que nos hizo pensar a muchos que marchábamos a una guerra civil o a una situación de enfrentamiento pueblo contra pueblo, como en Ruanda.
Lo que pasó después, la falta de política, de previsión, de estrategia, de la mediocre dirigencia de la oposición, mostró que el agotamiento de la mal concebida y aplicada estrategia insurreccional, era inevitable. En Venezuela, menos mal, el cierre de filas de las Fuerzas Armadas, por un lado, y la integración étnica y cultural de la población, impidió cualquiera de ambos escenarios. En este sentido, al política de la ANC fue exitosa, sin duda. Le dio otra significación al agotamiento de la política de la oposición.
Entonces, la ANC empezó a sesionar y la base votante creyó que al fin se le daría respuesta a muchas demandas sociales postergadas, sobre todo a nivel económico. Las primeras semanas se dedicaron a destituir a la Fiscal General, como se sabe, traidora, sí, de la red de complicidades de las altas esferas del gobierno. Ella sirvió mientras fuera cómplice. Ahora es el resumen de todos los males. Las exageraciones en este sentido llegaron a extremos grotescos: de "insana mental", promotora de la violencia, traidora al gobierno, etc. Se llegó a señalarla como la "autora intelectual" de la Guarimba y, más allá, de las muertes producidas en ese período de tres meses de protestas. El análisis de esa campaña de aniquilamiento moral y político, reporta un compendio de prácticas stalinistas que alguien debiera detallar.
Al mismo tiempo, vino la destrucción institucional, cuya máxima expresión, no fue la yuxtaposición de la Fiscalía y la defensoría en la persona del inefable poeta, la eliminación de las atribuciones al Poder Legislativo, la erección de un nuevo tribunal de todos los crímenes máximos: la Comisión de la Verdad; sino la usurpación de la soberanía popular, lo cual se hizo cuando la ANC, no sólo exigió el sometimiento de los poderes públicos, sino que los "ratificó", como si una asamblea de delegados de un partido pudiera sustituir el voto del pueblo en su totalidad. Tuvieron que intervenir recientemente uno que otro "experto" constitucionalista para aclararle a su misma gente que la ANC no es supraconstitucional, mucho menos absoluta como Luís XIV. En todo caso, la Constitución lo que establece es que los poderes públicos no pueden oponerse a las disposiciones de una Constituyente, en lo que atañe a lo que le es propio, es decir, hacer una Constitución. Pero ya vemos que las funciones de la ANC no se reducen a eso, sino a gobernar.
Luego de la usurpación de la soberanía popular, al atribuirse una ratificación de Poderes que sólo puede hacer el pueblo mediante el sufragio, vino el atropello a los poderes mismos, la anulación del Poder Legislativo, en función a aprobar los contratos que fueron haciéndose a toda velocidad para entregar los activos de la República al capital transnacional. Porque la ANC, no sólo se colocó como un gobierno absoluto, de facto, sino que ha venido esbozando un nuevo "modelo económico" que no es otro que el relanzamiento del extractivismo, a un nuevo nivel: las Zonas Económicas Especiales, el Arco Minero del Orinoco, las minas de carbón del Zulia, la privatización del turismo, etc. También se trata de un relanzamiento del populismo clientelar a un nuevo nivel: la preparación de una red de distribución de alimentos que puede servir también de red de control político sobre la población: los CLAP y el Carnet de la Patria. Todo esto junto a un discurso igual de demagógico. Se anuncian que se anuncian que se anuncian medidas definitivas, hasta estructurales. Se habla de una Venezuela postpetrolera y postrentista, pero se echan las bases de un rentismo más agudo.
La última ilusión es que, frente a la obvia agresión económica del gobierno de Trump, se pretenda enmascarar unas medidas defensivas, como si fueran ofensivas. El delirio chauvinista de algunos que creen que Venezuela es, literalmente, "el ombligo del mundo", es que por autorizar una cesta de monedas, entre las cuales se destacan el yuan y el rublo, seremos menos dependientes y frágiles, y el mundo ha cambiado por las decisiones del esclarecido presidente Maduro. No se acota que todo eso es fundamentalmente para pagar una deuda monstruosa contraída con la misma irresponsabilidad de los gobiernos cuartorrepublicanos, o peor, dadas las magnitudes. ¿De dónde saldrán los yuanes y los rublos, y las rupias y los reales (moneda brasileña) sino de nuevos préstamos, garantizados por jugosos contratos en la industria petrolera y la explotación minera, con graves consecuencias ecológicas?
Más allá de la mentalidad gomecista, ese residuo depositado en las profundidades de nuestro inconsciente colectivo, que se alborota cada cierto tiempo entre los venezolanos, estimulado ahora con la cacería de brujas de traidores y hasta de "críticos", pensamos que nuevamente la sangre no llegará al río. Es probable que la negociación que ahora se anuncia tenga perspectivas. ¿Por qué? Porque las opciones madurista y opositora no representan posiciones diferentes en cuanto al extractivismo, al populismo clientelar. Por otro lado, Maduro nunca habló de declarar a Venezuela "socialista". Mucho menos nacionalizar la banca ni nada por el estilo. En eso pelarán Luís Britto, Gavazut y otros que intentan aportar un pequeño ánimo "revolucionario" a la cosa. Maduro propuso para la nueva constitución, que sería una reforma de la actual, un "estado de bienestar" (formulación socialdemócrata de vieja cepa), aprobar capítulos sobre la mujer y los jóvenes (nuevas garantías que no garantiza nada si es asumida por un estado quebrado), así como el exabrupto de "constitucionalizar" el CLAP, cosa tan inútil como constitucionalizar las misiones o las sonrisas a juro, o los domingos como día feriado.
De modo que, más allá de garantizar la supervivencia política de los líderes, no hay nada más en esos diálogos. La oposición seguiría haciendo negocios, hasta con los que hoy los hacen. Eso sostiene mi "optimismo" con el diálogo que se anuncia. Si nos fijamos bien, Luís Britto, hoy día la burocracia gobernante se parece bastante a AD: el mismo rentismo sosteniendo una demagogia clientelar a cuenta de esa misma renta; mientras roban algunos que dejan robar en una sociedad de cómplices que no permite traiciones.
Por eso, la estrategia debiera ser construir otra opción, diferente, revolucionaria. Así sea comenzar, de nuevo, desde el principio.