Las palabras seducen y engañan y no se trata de las que pueda emplear un galán contra una moza desprevenida cuyo sonrojo pareciera anunciar el revoloteo del amor en su cercanía. Nada de eso, las palabras llevan una carga fuerte y en ocasiones peligrosas, de allí que haya nacido esa conocida expresión que dice que hay que medir muy bien las palabras que se dicen.
Los venezolanos hemos podido apreciar con toda su reciedumbre las palabras que han brotado en el ambiente político en el que vivimos los venezolanos desde hace décadas.
Eso de disparar primero y averiguar después, que había sido expresado por Rómulo Betancourt, que no fue nada original porque ya existía la película "Disparare primo e averiguare dopo", viene siendo algo así como un concepto reaccionario añadido a una situación de emociones donde imaginamos debe estar presente la rabia.
Álex Grijelmo, en su libro "La seducción de las palabras" nos dice que los llamados totalitarios tuvieron la capacidad de meter en el rincón a ciertas expresiones marxistas cuando opusieron a la "lucha de clases" la "Lucha de razas", pertenencia a igualdad, personalidad del pueblo ante los derechos del pueblo. Y así, esgrimieron o dicho de una manera adecuada, descubrieron el poder político del uso del contrario de esas palabras.
Pienso que eso ha estado mas que presente en las últimas luchas agresivas de la oposición política venezolana contra la revolución bolivariana y sus líderes. Por ello el liderazgo de Hugo Chávez, que tuvo y tiene hoy día una gran fuerza, fue blanco directo de los dardos de la Derecha fascista venezolana, aunque nunca pudo con su fuerte imagen, con lo que realmente ha significado en la vida de la población.
A la idea del militar rebelde opusieron la de golpista, gorila y también montonero. A la de presidente constitucional legítimo estuvieron vendiendo la de dictador y todavía venden la misma idea de la manipulación de las palabras frente a Nicolás Maduro, a quien pese a ser electo de modo legítimo le dicen dictador igual que a Chávez y frente a la conducta que ha logrado Maduro al frente del país como estadista la reacción derechista lo expone como simple conductor de autobús y además de ello le adicionan la palabra burro, que entre nosotros es manejada como burro.
Mientras el presidente enarbola la bandera del diálogo y la paz, la oposición venezolana embiste con la violencia que le caracteriza hoy día y le caracterizó en el pasado cuando se vendieron como democráticos, aunque no lo fueron jamás.
De hecho, antes fue tanta la penetración de esa Derecha Corporativa estadounidense en Venezuela, que hasta la CIA formaba parte importante de la Digepol y estaba vinculada a otros cuerpos de inteligencia, tenían oficinas en Fuerte Tiuna y estaban superconectados con la mayoría de las instituciones gubernamentales de la nación.
La droga, valga el ejemplo, que proviene del país vecino la exponen como si fuese producida en laboratorios venezolanos y así sucesivamente entran con la palabra manipulada en todas las áreas de la vida de nuestra sociedad.
Pero eso no ha salido de sus cerebros, simplemente viene del norte, de la Derecha Corporativa de EE.UU, nación que enriqueció su determinismo al incorporarle la visión fascista de la que se apoderaron del pensamiento hitleriano.