El fascismo es una ideología que se inició en la primera mitad del siglo XX reivindicando el totalitarismo y la dictadura, pero que en nuestros días resurge como un conjunto de valores asociados a una racionalidad y a una lógica que esconden, a veces, las peores prácticas de violencia y de odio. Exaltan la Patria o una determinada raza o un estilo de vida, pero fomentan la eliminación física del adversario o del que es diferente. Proclaman el fin de las ideologías, pero en el fondo apoyan lo más vulgar del Capitalismo. Discursos que reivindican la supremacía racial, la opresión de las minorías, o su desaparición, la condena a los pobres (no a la pobreza) y la intolerancia a los diferentes, son discursos llenos de valores del fascismo.
En Venezuela es preocupante el aumento en nuestros días de consignas violentas, llamados al odio y muestras cada vez peores de intolerancia. Cuando se desarrollaron las últimas Guarimbas, llegamos a extremos de presenciar cómo a un ciudadano venezolano se le prendió fuego para tratar de, por esa vía, asesinar no a una persona común y corriente, sino a alguien que no encaja en los estándares de una sociedad a la que algunos quieren parecerse. Se le asesinó por ser negro, por ser chavista, por ser pobre, por no ser de cabello claro o facciones europeas. No fue un hecho aislado. Las declaraciones que tan alegremente ha dado el Sr Bolsonaro, candidato a Presidente de Brasil son alarmantes: declaraciones racistas, misóginas, a favor explícitamente de la violencia, la tortura, la pena de muerte por motivos políticos, las quejas de por qué Pinochet no mató más gente, etc. todas son declaraciones propias de lo más bajo del ser humano. No se habla aquí de derecha o izquierda, se va más allá, se va a la condición de humanidad que se pierde con este pensamiento racista.
Las crisis a veces dejan aflorar estas miserias humanas, estas degradaciones que muestran lo más oscuro del hombre. Cuando no se aceptan las diferencias, cuando se asume como única la verdad de uno, cuando se niega la posibilidad de cuestionar o de criticar, en ese momento damos pasos hacia el fascismo.
Vemos también a diario como se inundan las redes sociales de ese tipo de mensajes de odio, de exclusión, de racismo pero sobre todo, de violencia e intolerancia hacia aquello que no se parecen a nosotros. Esa intolerancia, que a veces contagia a algunos Camaradas que no comprenden, por ejemplo, lo que es la solidaridad en el caso del Plan Vuelta a la Patria, o el significado del Perdón cuando se dan algunos indultos, esa intolerancia nos acerca a escenarios impensables de odio entre nosotros. A veces queremos responder a los ataques con el mismo tipo de arma. Decía el Camarada Pablo Beltrán que cuando nos empezamos a parecer al enemigo, en ese momento empezamos a perder la guerra. Si a la xenofobia e intolerancia con que somos tratados en otros países respondemos igual, en ese momento comenzamos a perder la Revolución.
Los revolucionarios debemos construir una sociedad basada en la solidaridad, la paz, la igualdad de condiciones, la igualdad de oportunidades y la justicia, pero además basada en el amor y en la tolerancia. La verdadera riqueza de nuestra sociedad la tenemos en la diversidad de opiniones, gustos, colores, pensamientos, culturas y cristales con que la interpretamos. La Revolución es unidad en la diversidad, con una gran meta: la mayor felicidad y bienestar social posible, pero respetando la diversidad y reivindicándola.