A estas alturas de la historia, la experiencia nos demuestra que los intereses de las grandes transnacionales nunca coinciden con las prioridades de las naciones y sus pueblos.
Siempre estas transnacionales de la muerte colocan sus fondos en función de sus planes de expansión y dominio con el fin de explotar y explotar, dejando a su paso industrializaciones truncas y ficticias, contaminación, destrucción del campesinado y de las culturas autóctonas, corrupción generalizada y por supuesto una alta dependencia de insumos importados.
Las elites financieras que manejan directa, o indirectamente, estas transnacionales, interfieren de manera perniciosa en las políticas cambiarias, monetarias y fiscales, fomentan la destrucción moral y espiritual de los pueblos, y por medio de sus ejércitos y sus bandas armadas paramilitares, buscan las destrucción y el desmembramiento de los estados nación, y de esa forma aceleran y facilitan el continuo despojo de los bienes comunes de la humanidad únicamente para su propio beneficio.
Estas transnacionales mantienen muy bien pagados laboratorios de investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, financian y controlan la educación superior y crean un ambiente generalizado de competencia despiadada a todo nivel.
No nos dejemos engañar, en el capitalismo deben existir inmensas brechas de desigualdad para que pueda existir la competitividad y en esa absurda competencia, al final, solo y siempre ganan los más ricos y poderosos, aquellos con menos escrúpulos y muchísima menos decencia. La corrupción y la desigualdad son entonces dos rasgos intrínsecos del capitalismo en todas sus formas y este se ha venido implantando a nivel global por medio del adormecedor consumismo a la ”norteamericana” y de aquel cuento de un libre mercado que de libre no tiene nada pues está en las pocas manos de las elites financieras y sus corporaciones.
Por medio de sus políticas de deuda y austeridad perpetuas, nos van precarizando la vida hasta destruir nuestros derechos más fundamentales.
Marx nos habló del imperialismo como la fase superior del capitalismo, y el capitalismo, sobretodo en esa fase superior es un enemigo mortal de la democracia. Mariátegui lo consideraba “un nuevo orden de estado fascista concebido como estructura vertical de las corporaciones”.
El imperialismo es sin duda un sistema en descomposición, en crisis permanente y su única solución, según las elites gobernantes, son medidas drásticas de fuerza, las cuales no dejan de producirles inmensas ganancias, que a la larga solo prolongan y profundizan las crisis a costa del sufrimiento de las grandes mayorías.
¿Qué debemos hacer los pueblos para defendernos del ataque fascista del imperialismo financiero internacional?
“Rechazar el afán de lucro y las leyes del mercado como principales rectores de la actividad humana”.
Contra la mala cultura labor pedagógica a todo nivel…. Enseñar, enseñar, y enseñar, y aprender, aprender y aprender.
Y más que nada y hoy más que nunca seguir siempre los tres principales preceptos de nuestros hermanos zapatistas: ¡NO VENDERSE, NO RENDIRSE, NO CLAUDICAR!