Ante el poder del imperio:
“pesimismo de la razón
y optimismo de la voluntad”.
Gramsci
Globalización
El común denominador en la
mayoría de países sometidos a los designios del capital son: la transferencia
del valor por ellos generados hacia los centros de poder del imperio; la
succión de recursos financieros y la remisión de utilidades industriales; la
pérdida de autonomía política de las clases dominantes de la periferia y la
amenaza constante o hecho cumplido del intervensionismo militar norteamericano.
En los centros
del poder imperial puede aumentar la pobreza, profundizarse las diferencias
distributivas o sufrir los embates de apertura comerciales, aumentos del precio
petrolero o dificultades ante fuertes veranos o inclementes inviernos. Sin
embargo, en este virtuoso escenario global, cada una de esas incomodidades del
centro tienen sus contrapartidas en la periferia. La pobreza en el norte, es la
cruda indigencia, desnutrición y muerte en el sur, miseria y prácticamente
desaparición de poblados ante el abandono gubernamental y las exigencias de los
organismos multilaterales. El sur existe para pagar las cuentas que el norte
consume. Pero ojo, no todos pagan las cuentas en el sur, como tampoco todos son insaciables consumidores en el norte. Las clases dominantes del sur han
conseguido la manera de ser invitados de segunda, pero invitados al fin de los
grandes festines del norte. Son socios y en esa sociedad, el invalorable
capital que “poseen” es ser la legitima garantía para la recolonización del
sur. El norte no necesita invadirnos, sus nuevos “hermanos postizos” abren las
puertas, las ventanas o el patio, para que el “hermano grande” se sienta a sus
anchas. Ahora se equilibran las cosas; algunos miserables en el centro, junto a
muchos miserables de la periferia, pagan las cuentas que consumen los pocos
ciudadanos del norte, junto a los ciudadanitos del sur.
La jornada de mas
de un siglo, ha sido casi perfecta. La complejidad del tejido indica con creces
la magnitud de la tarea: la subordinación a los amos del capital alcanza hasta
al inconsciente de las clases dominantes en nuestras regiones; entretenimiento
audiovisual, radio y prensa escrita complementan la magna tarea de dependencia
financiera, entrega descarada de recursos naturales y privatización de empresas
estadales junto a la entrega de estratégicas zonas. Dos grandes tenazas oprimen
la soberanía política-económica de las naciones sometidas al imperio: el
departamento de estado y el fondo monetario internacional ¡qué triste, cuando
lo inconcebible se nos presenta como normal y aceptable! existen estados o
naciones “justas” “independientes” y “libres”, aunque no gocen de soberanía
económica y política.
Irónicamente,
aquellos Estados que mas apostaron a las recetas del norte, que mejor y mas
consecuentemente inscribieron sus prácticas políticas-económicas-financieras en
el engranaje neoliberal, mas dramáticamente sufrieron y sufren las
consecuencias de tan demenciales decisiones. El comulgar activamente con la
globalización tiene consecuencias un tanto impredecible, esto es; cuando
pretendes darle un parao al esfuerzo globalizado que te prometía ser más rico
como país, descubres que ya estas más pobre y si continuas en el juego puede
ser que pierdas lo poco que te queda como nación. Mientras, el consejo
de seguridad de la ONU, la Organización Mundial del Comercio y el Fondo
Monetario Internacional continúan garantizándole a menos de una veintena de
naciones el control sobre mas de 200 países humillados y saqueados. Juego
perfecto: el neoliberalismo, como arma perfecta de la globalización, cuenta
para la mejor ejecución de sus tareas con la tríada; recolonización política,
expropiación económica e intervensionismo militar en los países subordinados.
Así, la
prefiguración de la integración del capital a escala mundial se realiza en la
conjunción de países y clases dominantes del norte. El consenso y la concordia
tiene su espacio en las instancias políticas (ONU, G-8), económica (FMI, BM,
OMC) y militar (OTAN). Un solo sujeto -el imperialismo- con diversas y
apropiadas instancias garantiza la presencia activa desde la globalización de
privilegios a unos pocos y hambre a unos muchos. Su perversión se concretiza en
el atropello de naciones (Palestina, Haití, Afganistán, Irak, por ejemplo) por
parte de un agresor (USA e Israel) que obliga a sus socios a voltear la mirada
(la vieja Europa), siempre en estado de ausencia, de irresponsabilidad.
También, la globalización por intermedio de sus tantos tentáculos; contamina la
capa de ozono; acaba con la vida de indefensos osos polares y de centenarios
árboles en la amazonía, mientras deja en la calle a ejércitos de desempleados.
Pero no importa porque esa misma globalización produce “defensores” de la capa
de ozono, de osos polares, de la amazonía, junto con premios novel de la paz y
profesionales de los derechos humanos.
Entonces somos socios-espectadores del
crimen globalizado, del redentor globalizado y la magnitud de la ofensa
desarrollada en Irak o el ejercito de desempleados, nos convencen de la
existencia de puntos borrosos en el recuerdo, de pequeñas referencias, de
sumatoria de días con sus noches de hambre que acaba de llevarse a un niño más
de la calle en nuestras grandes ciudades (ahora solo queden unos 4.999 millones
de personas, entre ellos, alguno se despedirá mañana).
En este “apreciable” mundo
globalizado, solo en casos de imperiosa necesidad (esto es, casi siempre), por
la paz, la democracia y libre expansión del imperio, se viola uno que otro
protocolo, y a espalda de los organismos creados para justificar el avance de
la globalización, desde el cielo el terror se siembra en Afganistán e Irak,
mientras se afinan los cañones hacia Corea, Irán, Venezuela, y cualquier otro
país del sur que ose tener grandes recursos naturales en sus suelos, ser
referencia geográfica de importancia o pretender modelos de gobierno y
desarrollo al margen de la falsa democracia norteamericana y peor aún, de su
criminal criterio de progreso y desarrollo.
No veremos ya,
por un buen tiempo, confrontaciones entre las grandes potencias, lucha
por mercados, territorios y recursos, para eso está el gran gendarme del mundo
(U.S.A) el cual, luego le coloca precios a la repartición del botín. A cada
cual según sus grados de indignidad, hasta los pequeñines tienen cabida en el
festín (recuérdese El Salvador y su miserable precio por participar en la
invasión a Irak). En síntesis se ha globalizado la explotación de los recursos
naturales en todo el planeta tierra, las técnicas de creación y satisfacción de
necesidades para un pequeño grupo de la población mundial, mientras se
generaliza la violencia, el odio y la usurpación de la dignidad. Hace bastante
rato secuestraron el amor, como idea fuerza para la inspiración y creación del
genero humano, la solidaridad y el respeto. La globalización del mal no acepta,
ni perdona cualquier amago de insolencia, de vulneración a sus reglas de juego,
de allí que últimamente ha venido insistentemente dirigiendo su ojo de muerte y
desolación hacia la Venezuela bolivariana. A esa globalización y su brazo
ejecutor de violencia le molesta la democracia protagónica y participativa; le
incomoda que mas de un millón de seres humano, en un país llamado Venezuela,
haya, en menos de un año aprendido a leer y escribir; no soportan los
cancerberos del norte que un pequeño país llamado Cuba, “invada” con amor,
salud, deporte, educación y solidaridad la patria de Bolívar, pero menos aún,
esta dispuesto el imperio de la desgracia, que un gobernante cualquiera de la
periferia revindique la soberanía, libertad e independencia de su Nación.
Entonces el
imperio de la perversión prepara el terreno, suelta sus principales voces, para
que desde la propia periferia le hagan coro. Llama y recuerda acuerdos, favores
y promesas a los lacayos, a la oligarquía local, a los dueños de las empresas
privadas de comunicación, a sus mejores aliados. Prepara una nueva incursión,
ahora será, según sus cálculos y atorrante necesidad en tierras
NuestrAméricana. Para algunos, la maldad e inhumanidad del imperio nos empujará
a una guerra asimétrica, para otros, simplemente el imperio se juega la
posibilidad de, en tierras del libertador Bolívar, pelear la primera guerra
contra todo un pueblo de este siglo.
Ante
el neo-liberalismo, la salida es el socialismo
Las consecuencias de la globalización están en el acelerado control
integral sobre toda forma de vida o manifestación de ésta, no escapando a este designio
la economía, la política, el arte y la cultura en general, el deporte y el
esparcimiento en todas sus modalidades. Mientras el neo-liberalismo se ocupa de
aprisionar la vida actual, sus tentáculos científicos-tecnológicos se aseguran
la consecución de formas y maneras de monopolizar la vida futura en la tierra,
mediante el uso de la bio-tecnología y demás avances científicos. El monstruo
de tres cabezas (imperialismo, neo-liberalismo y globalización) multiplica y
cualifica la monopolización de las economías mundiales, regionales, nacionales
y locales en unas pocas manos, imposibilitando a la mayoría de los países del
tercer mundo, insertarse y/o beneficiarse de la economía mundial globalizada;
de los adelantos científicos- técnicos; del ocio recreativo; del sano
entretenimiento y del goce de lo mejor de la naturaleza y de la creatividad
humana.
El neo-liberalismo ha demostrado con
creces, ser la garantía para el insaciable enriquecimiento de los pequeños
grupos que detentan el poder en las naciones desarrolladas y ante todo de su
minoría dominante; no así la respuesta a la miseria generalizada de nuestros
pueblos, sin embargo, esto pareciera no ser suficiente para algunos sectores
que continúan apostando a un “capitalismo” con rostro humano, a un “desarrollo”
capitalista diferente. Por lo visto, no han sido suficientes todos los siglos
de capitalismo en el mundo, para que la socialdemocracia se convenza del
fracaso y salvajismo incontrolable que caracteriza y da razón de ser a ese
sistema. El neo-liberalismo evalúa los rechazos, la magnitud de la crisis que
él mismo genera, las voces que dicen socialismo y, en su desesperación, hace
inventario de posibles aliados, redefine escenarios y recuerda lo bien que la
pasó luego de la segunda guerra mundial con la socialdemocracia. Una vez más se
desata la desinformación desde la ignorancia magnánimamente distribuida.
Arrecia la vocería nacional e internacional confundiendo adrede comunismo con
socialismo, gobiernos con estados, corrientes de pensamientos con moralismo,
entre otras invenciones.
El virus neo-liberal de la socialdemocracia no es nuevo, ni se engendró con la globalización, esa malformación capitalista es parte constitutiva de sus genes, lo cual se expresa con toda claridad en la afirmación de Bo Gustafsson: Bernstein aconsejo una aproximación entre la socialdemocracia y el liberalismo. Para Bernstein la socialdemocracia era no solo la continuadora histórica del liberalismo sino que, en expresión suya, no existía de hecho ‘ninguna idea liberal que no pertenezca también al bagaje ideológico del socialismo(31). Y por los vientos que soplan, como que llegará el momento de poner en práctica esas “ideas liberales pertenecientes al bagaje ideológico del socialismo”. La crisis de credibilidad del neo-liberalismo tiene una salida, el “socialismo” blando, moderado, decente, a la venezolana, a la francesa, a la chilena de la socialdemocracia. Por todo eso, la crítica al neoliberalismo, ha de extenderse hasta cualquiera de esos falsos socialismos. Subrayando que la lucha por el socialismo implica el enfrentamiento al sistema capitalista y la activa participación en la lucha de clases que en él se genera. Es la lucha contra y por la superación del sistema desigual de relaciones de producción e intercambio comercial, implícitos en la dinámica que la burguesía y el poder imperial mantiene sobre los medios de producción, las materias primas, el capital y la tecnología. El combate por el socialismo, también es la lucha por alcanzar una verdadera democracia que en esencia sea similar a la que formalmente venimos conociendo como democracia protagónica y participativa en el marco de la república bolivariana de Venezuela.
(31) Gustafsson, Bo,
“Marxismo y Revisionismo”, Ed. Grijalbo, Barcelona 1975, p, 434.