Mientras cientos de miles no tienen nada con que cocinar Maduro y Guaidó no dejan de delirar (y alucinar) (I)

"La rutina (pena me da)

El truquito (hasta pena me da)

La maroma (pena me da)

Ay, bendito"

QUE PENA ME DA

¿Qué es un delirio?

El verbo latino deliro significa "salirse del camino recto, del surco", y en eso coincide con la palabra griega paranoia (παρα-νοια), cuyo significado es "al lado del buen sentido". No obstante, el νοια griego es de una amplitud casi alarmante: espíritu, inteligencia, mente, sensatez, alma, etc., son algunas de sus acepciones más conocidas..

La misma idea expresa la palabra alemana Wahn, que sirviera de base a Karl Jaspers para establecer la distinción entre las "verdaderas ideas delirantes" (echte Wahnideen) y las "ideas deliroides" (wahnhafte Ideen). Esta distinción, que opone lo primario o esencial —aquello que no puede ser seguido más atrás y que es fenomenológicamente último— a lo secundario o derivado —aquello que surge comprensiblemente de fenómenos afectivos, percepciones engañosas, vivencias de extrañeza, etc.— se hunde hasta los conceptos de proceso y desarrollo.

Para Jaspers las ideas delirantes tienen como fuente una vivencia patológica primaria, o exigen como condición previa para su explicación una transformación de la personalidad (Proceso). Las ideas deliroides, en cambio, surgen comprensiblemente de otros procesos psíquicos, tales como emociones, instintos, deseos o temores, y para cuya explicación no se necesita ninguna transformación de la personalidad, sino más bien una disposición permanente de ella (Desarrollo).

Sin embargo, al proponer Jaspers esta distinción, lo hace en relación al origen del delirio (primario o derivado), pero estableciendo, al mismo tiempo, que la derivación psicológica no clarifica ningún elemento específico de la vivencia delirante misma.

"En la derivación de ideas delirantes desde efectos, por ejemplo la desconfianza (...), no se vuelve claro ningún fenómeno específico de la vivencia, sino una relación comprensible del origen de errores tenaces. Si el error se convierte en delirio, tiene que añadirse algo nuevo, que ha de ser captable también fenomenológicamente como experiencia"

Alonso Fernández distingue de modo radical la vivencia delirante, que considera casi siempre un fenómeno esquizofrénico —no vinculado esencialmente al juicio ni al pensamiento— del grupo de las ideas deliroides, que son juicios racionales montados sobre otros trastornos. Incluye entre estos últimos a las alucinaciones, a los trastornos afectivos, al déficit intelectual, a las vivencias delirantes y a una psicosis ya extinguida sobre la que aparecerían ideas deliroides residuales.

La reflexión en torno a la naturaleza del delirio, a sus relaciones con entidades clínicas y sus tipos y modos fenoménicos es de larga data. Los criterios de derivación psicológica han marcado la diferencia entre lo deliroide y lo delirante y, desde esos mismos criterios, lo deliroide sería reductible a sus antecedentes significativos. Sin embargo, y como lo señalara Jaspers desde el inicio, eso nada dice respecto del delirio en sí. Entre lo delirante y lo deliroide parece haber diferencias, pero también semejanzas.

Los criterios significativos de derivación son propiamente relaciones y forman parte del ser-así (sosein) de un fenómeno psicopatológico; no obstante, fenomenólogicamente, toda esencia es irreductible, por más que dicho fenómeno esencial sea derivado de una cadena de secuencias significativas. Desde esta perspectiva, el que exista o no un estado afectivo pre-delirante u otros estados psíquicos desde los que se puedan captar conexiones de significación, es indiferente, si se desea precisar la esencia fenomenólogica del delirio.Esto quiere decir que lo comprensible o incomprensible aplicado al campo delirante no constituye, al parecer, un guía seguro para distinciones de esencia, puesto que corresponden a un criterio de génesis significativa destinado a una tercera etapa metódica.

Para Heidegger lo que algo es y cómo es, es su esencia; en cambio, cómo eso que es ha llegado a ser, es su génesis. Pero el concepto de génesis es multívoco: desde el punto de vista psicológico equivale a relaciones de significación; desde el punto de vista científico-natural a relaciones de causación, y desde el punto de vista fenomenólogico a relaciones de constitución.

Al intentar establecer semejanzas o diferencias esenciales entre lo delirante y lo deliroide, y saber si estas últimas estriban en que lo deliroide se ubica en el estrato del juicio o ideación, y lo delirante en el estrato de un acto psíquico de factura enteramente distinta a los actos psíquicos normales, sea necesario pasar primero por lo dado fenoménicamente, luego por su reducción esencial para, finalmente, llegar a sus conexiones genéticas en cualquiera de los sentidos señalados.

Lo delirante y lo deliroide podrían ser esencialmente diferentes, pero también esencialmente idénticos, y las diferencias habitualmente reconocidas ser parte de fenómenos independientes del delirar.

Bash equipara la vivencia delirante a una creencia morbosa, casi idéntica a la intuición normal. Jaspers hablaba de juicios falseados patológicamente (los que expresarían la vivencia delirante sin ser esta misma); de un mundo nuevo de creencias, etc. Si revisamos el cuadro sintetizado por Alonso Fernández sobre las modalidades básicas de las vivencias delirantes primarias, apreciamos que, en todos los casos, lo delirante aparece como adjetivación de fenómenos psíquicos propios de la psicología normal. En Jaspers, cognición delirante, percepción delirante y representación delirante. En Gruhle, humor delirante, percepción delirante y ocurrencia delirante; en K. Schneider, percepción delirante y ocurrencia delirante; y, en López-Ibor, humor delirante, percepción delirante e inspiración delirante. A lo dicho puede agregarse lo que Roa llama recuerdo delirante, fantasías delirantes y, en un sentido más general, experiencias delirantes .

La percepción, el humor, la ocurrencia, la inspiración o la cognición normales, no parecen en sí mismas aportar mucho a la captación del delirio. De hecho, lo delirante no es requisito esencial para la aparición de ninguno de esos fenómenos.

Dentro de las notas descriptivas más clásicas del delirio, Jaspers distinguía los siguientes caracteres externos:

• Certeza subjetiva incomparable.

• No influible por la experiencia y por las conclusiones irrefutables.

• La imposibilidad del contenido.

Gruhle , aunque estima que el juicio de realidad falso nunca falta en el delirio, considera que lo esencial sería un poner en relación sin motivo; para López-Ibor , lo esencial sería la fusión y contaminación de funciones psíquicas heterogéneas con una inversión de la flecha intencional (autorreferencia); para Bash, la creencia evidente e irrefutable, y con ello una intuición en su estado más puro, "sin superposición de representaciones procedentes del sentir, del percibir o del pensar".

Para Roa, "las ideas delirantes tienen una especie de luz propia y nacen, o casi de inmediato o al cabo de largos titubeos, pero con gran certeza íntima (...). Más allá del dilema verdad-error (las ideas delirantes), se mueven más bien en el dilema cordura-locura, pues no son en sentido estricto ideas falsas sino insensatas, y no tanto por su contenido (que incluso a veces es verdadero), sino por tener luz propia que no necesita en ningún instante de apoyo firme en el sistema ordinario de pruebas o contrapruebas rigurosas..."

Para Alonso Fernández, la vivencia delirante posee una certeza subjetiva en un grado superior al de las convicciones normales más potentes, que la llevaría a seducir el juicio de realidad del sujeto. "Esta seducción, al no existir aquí ningún trastorno del juicio, ni del pensamiento, es un tanto sorprendente, demostrándonos el excepcional valor adquirido por el coeficiente de certeza subjetiva existente en la vivencia delirante".

BIBLIOGRAFIA BREVE

  • Carlos Castilla del Pino, CELOS, LOCURA, MUERTE

  • César Ojeda, DELIRIO, REALIDAD E IMAGINACION



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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