Pocas veces un novelista y poeta ha dicho tantas verdades sobre Venezuela y el chavismo. El mérito de no ser un hombre de la Política, crece porque se trata de un colombiano, William Ospina. El autor de "El país de la canela", una maravilla literaria, tuvo la valentía de decir lo que piensa a pesar del vapor reaccionario que nubla hasta el sentido común en la intelectualidad de un país tan caro a Venezuela y el chavismo.
Su idea central es que los dos gobiernos de Maduro han desperdiciado todo el capital social, geopolítico y político acumulado por los tres gobiernos de Chávez, y que EE.UU. no soporta que el chavismo prospere porque no le obedece.
El drama no comienza con Maduro, sin duda, pero sus dos gobiernos agregaron lo que necesitaban el gobierno de EE.UU. y el Pentágono para convertir a Venezuela en una suerte de síntesis de Siria, Haití y Yemen, sin una sola bomba.
Nadie que esté en sano juicio duda que la causa del drama venezolano nació con el bloqueo, las sanciones y los secuestros de PDVSA y el oro venezolanos. Ahora Washington prepara una medida para impedirle transar con oro en el mundo, único activo fuerte para comprar comida y medicamentos. Pero se requiere estar muy ciego política y emocionalmente para no comprender el "agregado nacional" al drama.
Para que se entienda que los defectos del gobierno son un derivado, una purulencia, y no la causa, basta pensar que sin la imprevisión e improvisación económica, además de los actos de corrupción, el caos se habría tardado uno o dos años más. Como señala Ospina con inteligencia disgnóstica, los defectos y contradicciones del chavismo son como los de todos los movimientos similares previos: expresiones patéticas de la condición defensiva que le imponen las agresiones externas. Eso no justifica nada, pero sirve para separar la desolación del fraude interno de la comprensión científica del fenómeno.
Todo indica que el país se acerca a un precipicio económico y social. Las consecuencias serían de orden político, militar y geopolítico.
Un dato que titila peligrosamente es el agotamiento del gas propano. Uno de los componente del indispensable gas domiciliario. Sin este gas no hay gobernabilidad estable. Si se importara de Irán, por ejemplo, la bombona podría costar 12 o 15 dólares, imposible de pagar con salarios hundidos de 3 dólares.
El oro como fuente de financiamiento se agotó a ritmos semanales entre las importaciones desde 2013, el precio impuesto por Rusia y China y el rapiñeo menor de algunos funcionarios suicidas. Los camiones de lingotes retornados por Chávez se agotaron. Solo queda lo que puedan extraer gobernadores y alcaldes de las 315 minas otorgadas para comercializar con el mundo (si EE.UU. lo permite). Esta medida, buena o mala, se complica por el control de las mafias locales e internacionales en las minas de Guayana, el sistema judicial venezolano y en las gobernaciones. El Coltán y el Touro aún no son activos usables.
La correcta decisión del gobierno de Maduro, de reactivar la abandonada por él mismo "Misión Agroalimentaria" de Hugo Chávez llega tarde. Y lo peor: habrá que financiar sus semillas y fertilizantes importados con dólares secuestrados.
FEDEAGRO anuncia con bastante hipocresía, un colapso alimentario a finales de año. Se basa en la escasez de maíz y harina precocida, la base de la mesa alimentaria dos o tres veces por día.
La carne vacuna o porcina sólo cubre el 40% de la demanda interna. Aún se sufren las decisiones corruptas de Rafael Ramírez y Eulogio Delpino. Ambos prefirieron los dólares fáciles del trasiego en el mercado de Colombia que la "siembra del oro negro" en el suelo interno. Una bolsa CLAP puede alcanzar para una semana en una familia de cuatro personas.
Por supuesto, la pandemia y su parálisis productiva potenció el drama a escalas imprevistas, como en el resto del planeta. Pero el maldito bichito global no es culpable de la imprevisión e improvisación del gobierno.
Se podía prever el arresto de Alex Saab en Las Azores y no se hizo. Se podía calcular el fin del oro traído por Chávez y no se hizo. Se podía saber que Rusia y China se quedarían con toda la industria básica y los minerales y no se previó una alternativa endógena. Se puede evaluar el corte de la cadena de consumo y no se hace ni se dice. Se prefiere guardar la imagen pública, como si ésta fuera un bien social y no una veleidad fútil de pequeños burgueses engreídos.
Un columnista de aporrea reclamaba por qué la economista Paulina Cursio no preside el BCV. Antes habría que preguntarse qué carajos hace Alfredo Serrano como asesor económico presidencial. ¿En qué acertó este economista español? Nadie podría mencionar una sola previsión/recomendación correcta de Alfredo Serrano en seis años. Dirigir es prever, no improvisar.
Al fin, se podía prever en 2013 que si no se realizaba el Golpe de timón ordenado por el Comandante en 2012, el resultado sería el colapso al que nos aproximarnos. Se prefirió proclamarlo y perseguir a los movimientos que reclaman su realización urgente.
También se puede pre(ver) por que no se hace: la estrategia del Golpe de timón desmontaría la estructura de privilegios de los tres o cuatro grupos de poder que componen el pacto de gobernabilidad desde marzo de 2013 hasta hoy.
Los 300 mil barriles de crudo que se extraen cada 24 horas no alcanzan para sostener la gobernabilidad. Como todas en la historia, se basa en la tranquilidad de los jugos gástricos de la población. Entonces son comprensibles las advertencias de "colapso" y "quiebre nacional", dichas desde todos lados y sentido por funcionarios medios y altos que la ven en sus oficinas.
El historiador venezolano José Roberto Duque sostiene que "Venezuela tiene en el horizonte un momento de colapso inevitable"). También lo siente cualquier familia que percibe bajo sus pies las ondas de un terremoto inminente.
Pero no es inevitable, camarada Duque. Nada es inevitable en la vida social si se tienen las herramientas políticas correctas y el gobierno correcto. En este punto también se equivoca el excelso autor de "El País de la Canela". Ospina sólo ve salida dentro del sistema de dominación de los dominadores. Olvidan que Venezuela y el chavismo cuentan con una caja de herramientas para evitar llegar al borde del abismo. Es el subprograma Golpe de timón, sobre cuyos paralelogramos se puede evitar el borde del precipicio.