Documento desarrollado con los tres conceptos planteados en la charla-debate del 14 de febrero de 2025.
1. El sistema mundial del capital y el sistema internacional de Estados ingresaron a una "transición traumática" .
2. Que se está modificando del actual del imperialismo y cuál es el riesgo de barbarie.
3. Qué valor alternativo tienen los Brics+ como ¨respuesta del capital no guerrerista y cual sería su destino
El mundo que conocíamos ha ingresado a un estado de contorsiones y traumas en sus estructuras de estabilidad global, solo comparables a situaciones de guerra o catástrofes naturales como la pandemia.
De algo similar no había noticias desde por lo menos desde 1945, pero es una comparación sesgada porque el mundo salía de una guerra y los dos imperios dominantes en Europa y Asia, estaban abatidos. Fueron necesarios tres acuerdos entre 1943 y 1945 para reordenar el sistema mundial, a cargo de los tres Estados vencedores en aquella devastadora Guerra.
Este segundo gobierno de Donald Trump es la superación potenciada del primero (2018 a 2022). Su primera administración quedó como un ensayo de dominación frustrado. Basta recordar que en 2018 su gobierno fracasó militarmente en su intento de invadir Venezuela, un hecho que se mide como una derrota política, como la registra John Bolton, ex Secretario de Trump y gestor del ataque.
El actual Trump tiene el propósito de poner orden en un sistema internacional vencido y tensionado y dentro de un imperio yanqui altamente cuestionado e inseguro. El grotesco episodio con Zellenski en la Oficina Oval fue la revelación sintomática de lo que intenta, también en el plano doméstico y en otros terrenos del mundo.
No solo declara que anexará el Golfo de México completo y le cambia el nombre, también que Canadá su provincia número 51, y a los diminutos Estados de Groenlandia y Panamá les avisa que pasarán a serán integrados al imperio como dos de sus pasos oceánicos.
De una actitud y decisión como esta no hay noticias en Norteamérica desde mediados del siglo XIX. En el siglo pasado algo similar lo hizo Adolfo Hitler entre 1939 y 1940, cuando acordó con Gran Bretaña que se quedaría con partes de Austria y Bélgica y un año más tarde cuando pactó con Stalin la repartición de Polonia. Lo que vino fue la guerra mundial.
La batería de aranceles cumplirá la doble tarea de disciplinar a su compleja burguesía interna y de rescatar capitales que hace años buscaron otros destinos más baratos en México, Canadá, China y otros países. Pero es mucho más que economía. Trump necesita reordenar y someter un sistema político propio demasiado lento e inútil para su propósito de repotenciación del sistema imperial norteamericano.
Para esto, también requiere de dos componentes indispensables. Una base social fuerte y una ideología de justificación.
El tornado Trump
Algunos indicios revelan una sintomatología preocupante. En unos 60 días de gobierno su Despacho emitió casi 70 decretos, conocidos por una denominación que despeja dudas parlamentarias: Órdenes Ejecutivas. Con ellas alteró en pocas semanas un sistema de contrapesos institucionales inalterado desde la Guerra de Secesión. Acudiendo a las amenazas y la prensa oficial logró someter el sistema judicial, que hoy permanece acorralado bajo las miradas de Secretario de Justicia y de la Oficina Oval, mientras el parlamento se convirtió en un mercado de disimulados Demócratas que aprueben leyes republicanas… por conversión, convicción o dinero… algo similar a lo que se vive en Argentina a otra escala.
El historiador y profesor de la Universidad de Columbia, Anders Stephanson, autor de varios libros sobre el imperialismo donde habita, sostiene lo siguiente,
Pero la iniciativa más llamativa hasta ahora se encuentra en otro lugar: en la feroz expansión del poder ejecutivo a escala nacional mediante la aplicación del enorme poder que siempre ha estado alojado potencial y realmente en la oficina presidencial con respecto a la política exterior al sistema político doméstico, a menudo inerte y lento, que ha sido objeto de una ráfaga de ataques disruptivos que, por supuesto, cuenta con la ayuda de un Congreso y un Tribunal Supremo dóciles. De hecho, los tribunales disidentes pueden tener un poder limitado para hacer cumplir la ley en el caso de que la Casa Blanca decidiera llevar las cosas al extremo. (Anders Stephanson, publicado en The Left Rewiew y traducido por el Instituto República y Democracia, del partido Podemos para Diario Red, Madrid, 21.03.25)
Un ejemplo de ello fue la impavidez de la Corte Suprema el día que un Juez federal no pudo impedir la deportación de tres centenares de latinoamericanos con derecho de residencia por haber nacido en suelo norteamericano. El Secretario de Justicia amenazó al Juez disidente y el Presidente del Tribunal Supremo se limitó a declarar que la ley siempre prevé el derecho de apelación en caso de disidencia... Comentaristas del caso, sostienen que no hay registro de una ruptura similar de la norma de funcionamiento del poder burgués, desde la Guerra de Secesión.
Esta dinámica habilita a pensar, aún con riesgos, que Estados Unidos ha comenzado a transitar un proceso de bonapartización de su régimen político. Esto no estaba previsto hace pocos años. Las Ordenes Ejecutivas de Trump, la orden de rendición a Zelensky, sus desplantes televisivos y la actitud imperial de su Vicepresidente J. D. Vance ante los gobiernos europeos, exigiéndoles que obedezcan o sucumban, alimentan la personalidad del Bonaparte en proceso para ese bonapartismo en marcha. Falta aún las pruebas decisivas de la lucha social y la respuesta policial del gobierno para confirmar o negar este proceso.
Encontrar algo similar obliga a remontarse al siglo XIX cuando gobernaron varios de los presidentes que expandieron el territorio norteamericano mediante guerras, chantajes y agresiones contra México, España o Rusia. De esos años es la idea norteamericana de anexionarse Groenlandia. El plan para el Golfo de México, en cambio, nació en el Congreso de Misissipi a mediados de los años 80, durante Reagan, de parte de un grupo de diputados Demócratas, según la versión del doctor Alfredo Jalife, de la UNAM.
En el reciente siglo XX, solo se le aproxima la presidencia de Nixon, con una diferencia: Nixon fue derrotado en Vietnam y en las calles de Estados Unidos por el movimiento estudiantil y feminista. Trump no cuenta con esas adversidades, por ahora.
Stephanson no acude al concepto de Bonapartismo, usado por el marxismo desde 1850, pero dibuja con sugerencia algo similar. Piensa que en su país, "Un estado de excepción no es en absoluto inconcebible".
Con esta frase lapidaria termina su acusioso artículo, usado por Pablo Iglesias para editorializar en su programa La Base, en los primeros días de marzo.
Europa sin remedio
Una de las victimas más estructurales de este cambio tectónico es la muerte súbita del atlantismo, esa suerte de "imperialismo colectivo" construido por necesidad y basado en el pacto militar de la OTAN, bajo control y presupuesto yanqui.
EE.UU. se desprende de Europa por ser una carga pesada para su economía y su Estado. Tras medio siglo, este continente se convirtió en costoso e improductivo a largo plazo, una zona poco atractiva en fuentes de materias primas, salvo excepciones y condenada a ser improductiva por envejecimiento demográfico y bajo potencial de mano de obra barata. Su mejor oferta demográfica es un sólido plantel de clase media profesional con alta formación univesitaria.
Cuando Josep Borrel, ex jefe de la diplomacia de la UE, definió a su privilegiado continente como el "jardín" del mundo, no sabía que su desplante de inspiración supremacista, también servía para condenar a la vieja Europa como una carga improductiva para Washington, un lujo prescindible del sistema del capital en sus actuales condiciones.
Los gobiernos europeos agrupados en la UE, viciados de convicción imperialista y cultores obsesivos del sistema del capital que inventaron, reeditan su extraña vocación suicida. De nuevo, como en los últimos 800 años, quieren ser una vez más el teatro de guerra del mundo... una guerra que podría ser la última si escalara a su forma atómica.
Al contrario de 1945 cuando adquirió el valor de indispensable para impedir la expansión del triunfante estalinismo hasta el Mediterráneo, hoy Europa tiende a ser algo parecido a un estorbo en el puente de ambiciones autocráticas que va de la Rusia de Putin y sus oligarcas al EE.UU. de Donald Trump y su grupo de supremacistas y multimegamillonarios de la tipología humana de Musk.
El impacto social inmediato será la reducción al mínimo del estado de bienestar disfrutado por las sociedades europeas, incluidas sus clases trabajadoras, desde los años 50 y 60.
Ese "jardín" capitalista tiende a convertirse en un pequeño patio delantero propiedad del mismo imperio que por casi medio siglo regó con dólares y armas sus macetas de flores entre Dinamarca y Madrid.
El Plan Marshall convirtió a Europa en un continente de privilegios y estabilidad, para impedir el "comunismo" de Moscú, instalado en los países de la parte oriental a caballo del Ejército Rojo y no de los soviets. Su actual regreso a sociedades inestables de necesidad y además, multiculturales, abre la hipótesis de que puedan reanimarse las memorias revolucionarias desatadas desde la Revolución Francesa, continuadas por casi diez generaciones de anarquismo, sindicalismo, marxismo, feminismo, igualitarismo y cooperativismo cristiano. Es una hipótesis deseable que tiene en contra el alto grado de degeneración inoculada por la socialdemocracia y los aparatos del estalinismo desde hace un siglo, apenas dos de los factores que vaciaron el paradigma redencionista no religioso, elaborado entre 1848, 1871 y 1917, como señala el investigador Alejandro Horowikcs en su libro Lenin y Trotsky, los dragones de Marx.
La nueva competencia
Es una apariencia bien disimulada que Estados Unidos, China, Rusia y los Brics, no compiten por mercados, debido a las fuerzas virtuales del "tecnocapitalismo" y otros planos similares del actual sistema mundo. Cambiaron las formas, los modos y los medios de esa competencia, pero no los objetivos. Lo que vemos es una combinación sorprendente de medios y planos, viejos y nuevos, para conquistar mercados y crear masas de nueva plusvalía.
El imperialismo sigue basado en la conquista de territorios-Estado, materias primas y fuentes de mano de obra a muy bajo precio.
Sin esa combinación es imposible la ecuación sagrada de costo mínimo, plusvalía constante y tasa de ganancia media sostenida en el tiempo.
Una de las fuerzas que desencadenaron la actual transición traumática hacia un sistema tripolar de poder mundial y espasmos guerreristas, es, precisamente, la declinación si pausa de la tasa media de ganancia global.
Michael Roberts, uno de los expertos que ha estudiado este asunto con detenimiento, llegó a la siguiente conclusión:
"Encontré que 1) hubo una caída de la tasa de ganancia mundial desde el punto de partida de esos datos en 1963 y la tasa mundial no se recuperó al nivel de 1963 hasta 2013; 2) la tasa de ganancia alcanzó un mínimo en 1975 y luego alcanzó un pico a mediados de la década de 1990; 3) después de eso, la tasa de ganancia mundial se mantuvo estática o descendió ligeramente.
Más tarde, en 2015, revisé la medición de una tasa de ganancia mundial. En el período intermedio, Esteban Maito había realizado un trabajo pionero utilizando un método de medición similar (tasas nacionales ponderadas por el PIB) para 14 países, pero utilizando estadísticas nacionales, no las tablas extendidas de Penn World, y para algunos países se remonta a 1870. Maito confirmó mi estudio más limitado de una clara tendencia descendente en la tasa de ganancia mundial, aunque hubo períodos de recuperación parcial tanto en los países centrales como en los periféricos. Maito revisó y actualizó su trabajo para un capítulo de El mundo en crisis: un análisis global de la ley de la rentabilidad de Marx. (Michael Roberts Sin Permiso, 26/08/2020)
La recuperación de buena parte del mercado ex soviético, desde 1989, les permitió a los países centrales de "occidente" incrementar temporalmente su tasa de ganancia, pero perdió esa dinámica pocos años más tarde al descubrir que una parte de la masa de consumidores ex soviéticos estaba en el nivel de sobrevivencia. Y que en China, donde el consumo nuevo fue más estable y más grande, se basaba en salarios muy bajos, medidos en dólares.
Suele descuidarse que la tasa de ganancia es mucho más que un dato estadístico de la macroeconomía. Para la diminuta población de ciudadanos capitalistas ese dato adquirió un valor sagrado y existencial civilizatorio en los últimos dos siglos.
No poder mantener una alta tasa media con los nuevos mercados gigantes de China y Rusia, fue un serio traspiés. La expansión capitalista global, anunciada por Marx, va asociada a la tasa de ganancia como condición, no a floripondios ideológicos, ni al "éxito" individual de la inteligencia, como dicen Elon Musk y los nuevos jóvenes ricos de la nueva economía.
Un factor desencadenante decisivo es la mentada "decadencia de Norteamérica", un fenómeno iniciado a partir de su derrota militar en Vietnam.
La novedad es que el imperio estadounidense parece ingresar a una fase de descomposición. Trump y su sector de clase aceleran esa descomposición tratando de prever y corregir un derrumbe, y buscar una transición ordenada a un nuevo tipo de imperialismo más centralizado, ordenado y sobre todo socialmente incuestionado. El problema es que los imperios cuando se descomponen arrastran a sus dominios, y cuando se debilitan o caen, aflojan sus amarras y provocan liberaciones de pueblos y naciones. Lo de Gran Bretaña es el ejemplo clásico más reciente.
Medidas de la decadencia yanqui
Estados Unidos está por debajo de China en más de la mitad de las ramas y fases de la ingeniería digital, excepto la satelital, según datos aportados por Andrés Malamud. El desplazamiento de Nvidia por una empresa china pequeña y reciente es solo un dato sorprendente, no el único.
Por cada un experto en ciencias egresado de universidades norteamericanas, China produce siete. Casi todos los autos eléctricos comprados en Alemania son fabricados en China no en Estados Unidos. No hay forma de superar ese acumulado en dos o tres generaciones, salvo con una guerra o una devastación natural que borre el sur de China.
Además. Mientras al imperio chino le sobran capitales y su Estado y sus millonarios flotan sobre un mar de plusvalía acumulada, EEUU se volvió deficitaria en deuda y exportación, desindustrializada en varias ramas e inflacionaria al 3,5% anual en las últimas tres décadas.
Un dato social clave para medir la estabilidad a largo plazo es el de la pobreza y la desigualdad. Mientras en EEUU los pobres crecieron en 42 millones desde 1980 (34% de su población), en el mismo lapso, en China salieron de la pobreza unos 800 millones de personas (casi el 76% de su población). La desigualdad medida en ingresos ha crecido en 7% en las últimas tres décadas, según Forbes.
La novedad más reciente es que la economía de EEUU podría ingresar a una recesión, sostienen The Economist y Jeffrey Sach, ex asesor presidencial crítico del sistema bipartidista yanqui.
Mucho de esto se aceleró con la guerra de Ukrania y las medidas arancelarias. Pero en realidad son grietas crónicas acumuladas en cuatro décadas. Eso explica por qué el debate sobre la "decadencia del imperio americano" comenzó en los años 80.
Uno de sus iniciadores fue David Stockman, ex asesor de Reagan. Cuando rompió con él, escribió un libro que invoca ideas repetidas por Milei: El triunfo de la política. Stockman advirtió, desde una visión más derechista que la de Reagan, anunciadora del Trump de hoy, que el gasto "representa un síntoma de la grave patología de un Estado poderoso que comenzó a declinar".
Tuvo razón. EEUU consume más de lo que produce desde los años 80, algo similar a los imperios medievales antes de entrar en colapso alrededor del 1600.
Atilio Borón acierta cuando dice que estamos presenciando un desplazamiento del poder global de occidente hacia oriente, algo desconocido desde la llegada de Colón a América.
Pero Trump primero debe poner orden interno. Su objetivo es que la gran burguesía petrolera, militar y de Silicón Valley dominen al conjunto de la economía imperial.
Las sucesivas caídas en la Bolsa de Valores de N. York y las perdidas millonarias de Tesla y WallMark, junto con las campañas de redes de burgueses agrarios de Minessota que no encuentran mano de obra para cosechar y limpiar, apenas señalan una batalla en marcha entre poderosos grupos de esa compleja economía.
Esta disputa interna acelera un riesgo político y social dentro de Estados Unidos. Algunos autores, como el experto y multimillonario Ray Salvo, sostienen que existe la posibilidad de lo que define como "Un tipo de guerra civil en Estados Unidos".
Esto no es improbable en una sociedad donde la mayoría adulta de hombres está armada, y existe una corriente juvenil blanca y calvinista muy agresiva y muy conservadora, que se armó contra los grupos militantes llamados Antifa de los barrios pobre y medios en muchas ciudades. Los antifa serían la izquierda más democrática y enemiga mortal de Donald Trump y los supremacistas anti extranjeros.
Esta corriente compone parte de la base electoral y social de Trump. Basan su odio supremacista en el temor bien fundado de que en 2070 sus caras blancas solo representen el 32% de la población y que Estados Unidos se convierta en una sociedad multicultural y multiétnica, pero con ellos como minoría.
El alto grado de tensión entre antifa y supremacistas armados, solo necesita de un "accidente", una provocación o un acontecimiento social de escala, para abrir el camino a una forma de guerra civil.
Una de las primeras reacciones a la actual política agresiva de Donald Trump surgió de un centenar de sindicatos y gremios estatales en enero de 2025. Promovieron una internacional de resistencia sindical a escala continental. El sindicalista venezolano convocado cuenta que después del llamado enmudecieron… sospechosamente.
Esta tendencia a la decadencia en Estados Unidos marcha al compás de la emergencia acelerada de China como un poderoso imperio comercial y tecnológico cada vez mejor armado. Posee la segunda flota de submarinos atómicos, aunque muy distante de la capacidad ofensiva actual de EE.UU. (Malamud, conferencia, febrero 2025, video: Bienvenidos al siglo XXI).
Ambos se disputan el control del poder mundial, sin haber llegado al límite de enfrentarse por un "espacio vital", como fue el caso de la Alemania nazi. Ese espacio vital o lebensraum, no se limita a lo territorial del Estado nación. En eso tiene razón Varoufakis. Es mucho más complejo. Incluye la inteligencia artificial. Pero no excluye la necesidad de mercados (la ruta de la seda, Panamá, Groenlandia etc.), ni los "metales raros" que China dispone por acuerdos de inversión en África y Rusia y de los que la burguesía que acompaña a Trump carece en mayor medida que Pekin.
Esta disputa global podría desembocar en una guerra mundial nueva que también podría ser la última, si se convirtiera en atómica. Por ahora esta contenida en su fase comercial y de inversiones, pero no esta descartada en la dinámica histórica.
Una de las novedades del tipo de imperialismo en marcha es que abre la posibilidad de establecer en algunas regiones del planeta sistema de explotación del trabajo basados en formas esclavas o de semi esclavitud.
Ese sistema de relaciones de producción conduciría a una economía social de barbarie. Si no es frenada por una oleada de rebeliones y revoluciones.
No es una novedad. El proyecto nazi era desarrollar una sociedad de este tipo con el trabajo esclavo de las inmensas poblaciones eslavas, gitanas, judía y la de toda persona de ideología izquierdista, que en esas décadas se contaban por millones en Europa. Solo el PC y el PS de Alemania sumaban 14 millones de votos.
Si el capitalismo no es reemplazado tras una derrota, este sistema de producción puede evolucionar a otro peor, bajo mando capitalista. A eso se le denomina "barbarie" desde mediados de la década de los 80 por algunos autores.
El dilema Socialismo o barbarie planteado por Engels y popularizado por Rosa Luxemburgo, adquiere relevancia existencial a favor de la barbarie.
Este desastre humano fue facilitado por el estruendoso fracaso/derrota de 1989-1991 de lo que representaba y simbolizaba (no de lo que era) la ex URSS a escala global--.
Si bien la lucha de clases es el motor de la historia, dijo Marx, ese motor mide su funcionamiento mediante las derrotas y las victorias. La victoria geopolítica del capitalismo imperialista en 1991 fue al mismo tiempo la derrota del paradigma civilizatorio contenido por aquellos estados y gobiernos envueltos en las palabras socialismo o comunismo.
Algunos indicios
A. Una parte de la clase trabajadora fue convertida desde hace una o dos décadas, en parías paleolíticos. Sobreviven mediante la recolección de la carroña y sobras en los basurales y tachos de desechos familiares en las grandes urbes.
Sin techo ni comida es un sector humano destinado a la degeneración biológica y social. Si está tendencia se confirma, sería una mutación en las relaciones social de trabajo y de sociabilidad humana.
B. Un indicador preocupante por lo que anuncia, es la destrucción del salario medio mundial y el sistema legal de 8 horas de trabajo.
Según informe de la OIT 2023, más de la mitad (53%) de los trabajadores urbanos cumplen una media de 12 horas por día, casi como en el siglo XIX. A esto hay que agregar la pulverización de los complementos salariales en salud, educación y jubilación.
Según el Banco Mundial y el FMI los jubilados son una masa sobrante "muy cara a la economía mundial", en palabras de Kristine Lagarde. Este hecho se apoya en un fenómeno inédito. Por primera vez en 60 mil años, la población humana dejo de crecer. La tasa de reemplazo se detuvo en los países más poblados y ricos del norte global. El peso de la masa de jubilados crece más que la masa de productores activos.
La ideología es que los viejos y viejas son masa sobrante. ¿Cuánto falta para que consideren, también, "masa sobrante" a los infantes desnutridos, discapacitados y similares?
Para Milei, por ejemplo, los transgéneros y similares son "masa sobrante".
La Inteligencia Artificial podría ser usada para ese cambio en las relaciones sociales de producción a escala global.
El genocidio palestino es la principal muestra de esa tendencia general a la barbarie, algo solo comparable al establecimiento de los primeros campos de concentración en Polonia en 1940.
Una cara política visible de esa tendencia es la tendencia creciente a la anulación de los derechos democráticos en media Europa y su tendencia a escala mundial. Italia, Francia, Orban, Polonia, Alemania, donde se penaliza a quien hable bien de Palestina, etc. O en América latina, donde hay gobierno que marchan aceleradamente a formas bonapartistas muy reaccionarias, como en Argentina, El Salvador, y en otro extremo los gobiernos progresistas como Venezuela, Nicaragua o Cuba, donde se limitan derechos sociales laborales y políticos, sin llegar a los extremos de Milei o Bukele.
Para qué sirven los BRICs?
Los Brics+ representan una alternativa no imperial, sin olvidar que lo lideran dos imperios como China y Rusia. La contradicción es que la definición imperialista no le cabe a la entidad, en la medida que contiene a países que no son imperialistas, aunque sean amigables.
Aunque no sea la solución al drama histórico de esta transición, en la medida que las políticas económicas de sus Estados no imperialistas, como Brasil o Indonesia (más aún si ingresan pequeños países como Bolivia y Venezuela), se basan en el mismo sistema capitalista neoliberal.
Aún con esa contradicción, el sistema BRICS podría cumplir un rol progresivo pasajero y relativo, porque sería una alternativa no imperial ni guerrerista en lo inmediato, aunque eso no sea permanente, ni esté garantizado en otro momento histórico mundial.